'Iv¨¢n el Terrible'
LO QUE, al parecer, m¨¢s apasionaba a la mayor¨ªa de cuantos segu¨ªan el juicio contra John Demjanjuk en Israel era la inc¨®gnita de su verdadera identidad. Una vez averiguada ¨¦sta, se daba por descontado que ser¨ªa condenado a muerte. Al leer la sentencia, uno de los jueces israel¨ªes asegur¨® que a¨²n no hab¨ªa sido descubierta la pena con que castigar suficientemente a un criminal como Demjanjuk. Es absolutamente cierto, porque el crimen de Iv¨¢n el Terrible, como el de todos sus correligionarios en la siniestra soluci¨®n final de la cuesti¨®n jud¨ªa en la Alemania nazi, desafia lo humanamente comprensible. Lo que no se sigue es que, a falta de un castigo proporcionado, se aplique la horca para acabar con el problema.Nada justifica la pena capital. Y menos que nada, la venganza como instrumento estatal de justicia. Muchos supervivientes de Treblinka querr¨ªan despedazar a Demjanjuk; ellos fueron los que le vieron de cerca y padecieron su maldad. Pero, independientemente de los sentimientos de las v¨ªctimas, el Estado, en cumplimiento de su obligaci¨®n de impedir que el cuerpo social haga tabla rasa de las condiciones m¨ªnimas de vida en com¨²n, tiene por misi¨®n velar por que se apliquen procedimientos civilizados de castigo a sus criminales. De todas maneras, no es el Estado israel¨ª ni el ¨²nico ni el peor de cuantos aplican la pena capital, que existe en todos los pa¨ªses ¨¢rabes, y en muchos de ellos es llevada a cabo por el medieval procedimiento de la cimitarra y en la plaza p¨²blica. El fundamentalismo isl¨¢mico se muestra m¨¢s cruel, vengativo y sangriento con el delincuente que el fundamentalismo jud¨ªo, por mucho que se hable de la ley del tali¨®n. Lo que sucede es que ning¨²n crimen se justifica con otro, y la pena capital viene siendo un crimen legalizado en nombre de razones abstrusas e inadmisibles lo mismo en el Occidente libre que en los pa¨ªses comunistas, en el Norte desarrollado que en el Tercer Mundo.
S¨®lo un peque?o n¨²cleo de pa¨ªses de Europa occidental se abstiene de ejecutar a sus criminales, por monstruoso que sea su delito. Pero se ejecuta en EE UU, se ejecuta en Sur¨¢frica y se ejecuta en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en Arabia Saud¨ª o en Angola. Todos son culpables. Por eso, si Israel quiere dar muestras de los contenidos civilizados de su Estado, debe indultar la vida de John Demjanjuk. Es un monstruo, pero debe purgar su delito en la c¨¢rcel.
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