La bandera metropolitana
Como en la historia del huevo y la gallina, es dif¨ªcil saber si la decisi¨®n de Pujol de eliminar la CMB fue tomada el d¨ªa en que los dirigentes de esta instituci¨®n decidieron izar la bandera metropolitana en un pabell¨®n de la Feria de Barcelona, o bien, el presidente de la Generalitat ya ten¨ªa previsto desde mucho antes cortar las alas a Maragall.Sea como fuere, y a pesar de la delegaci¨®n de lujo -Carles Ferrer Salat, Pere Duran Farell y Josep Maria Figueras- que un d¨ªa atraves¨® la plaza de Sant Jaume con el ¨¢nimo de convencer a Pujol de la inconveniencia de hacer desaparecer la instituci¨®n metropolitana, lo cierto es que la CMB ya no forma parte del paisaje pol¨ªtico de Catalu?a.
?ste ha sido el episodio m¨¢s destacado de la casi permanente confrontaci¨®n que Pujol y Maragall mantienen desde 1982. El segundo campo de batalla es la otra gran plataforma de proyecci¨®n p¨²blica del alcalde de Barcelona, la organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992 y todo el proyecto de transformaci¨®n urbana que le acompa?a.
La unanimidad, al menos de cara al exterior, que rode¨® la promoci¨®n de la candidatura de Barcelona se rompi¨® r¨¢pidamente despu¨¦s de la victoria de Lausana en octubre de 1986. El episodio m¨¢s grave se ha vivido a principios de este a?o a ra¨ªz de las pol¨¦micas declaraciones del autor de la mascota ol¨ªmpica, el dise?ador Javier Mariscal, que concluy¨® con una dura nota de Maragall exigiendo a la Generalitat que las diferencias de criterio se diriman en el interior del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Organizador Barcelona 92 (COOB 92) y no en los medios de comunicaci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de la guerra de declaraciones, (un d¨ªa sobre el ritmo de las obras de la Villa Ol¨ªmpica, otro d¨ªa sobre la presencia de los empresarios en el COOB 92), el Ayuntamiento y la Generalitat est¨¢n inmersos desde hace meses en un importante toma y daca sobre el volumen definitivo de las inversiones que han de perfilar la Barcelona de 1992. Maragall pide mucho, convencido de que los JJ OO son una oportunidad ¨²nica para la ciudad, pero Pujol ya ha empezado a lanzar el mensaje de que una excesiva atenci¨®n a Barcelona puede desequilibrar al pa¨ªs.
Mientras los socialistas barceloneses ven en el presidente de la Generalitat al aut¨¦ntico jefe de la oposici¨®n municipal, y est¨¢n convencidos que CiU no desea el fortalecimiento de la ciudad, Pujol sigue sospechando de las tentaciones hanse¨¢ticas de Maragall a¨²n despu¨¦s de haber reducido la CMB a un amasijo de siglas (dos entidades metropolitanas, dos consejos comarcales y una mancomunidad de municipios) que el alcalde de Barcelona intenta recomponer en un todo coherente, sabiendo que, por el momento, aquella bandera que un d¨ªa onde¨® en el recinto ferial no podr¨¢ ser izada de nuevo.
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