Dinamita polaca y az¨²car franc¨¦s, rev¨¦s y derecho de un d¨ªa de cine pol¨ªtico
El filme polaco No matar¨¢s, de Krzysztof Kieslowski, horroriz¨® con su sortilegio y su violencia a un p¨²blico acostumbrado al cine de guante blanco que se est¨¢ viendo aqu¨ª. Se trata de un panfleto pol¨ªtico literalmente brutal, que es el segundo paso -el primero fue Madre Krol, que triunf¨® en el pasado festival de Berl¨ªn- de la perestroika cinematogr¨¢fica en su marcha hacia el oeste de Mosc¨². Por contra, el horror del colonialismo europeo en el Africa negra est¨¢ descrito con alm¨ªbar en Chocolate, filme de la francesa Claire Denis.
En la proyecci¨®n para el p¨²blico de pago de No matar¨¢s se oyeron gritos: "?Asqueroso!", "?Repugnante!", "?Vete con tu mierda a casa, maldito polaco!", entre otras lindezas. Una muchacha con el est¨®mago lleno no tuvo tiempo de llegar al retrete para vaciarlo. Este comentarista observ¨® que muchas personas se sumergieron bajo sus butacas, como diputados espa?oles en un 23 de febrero.Otros desertaron. Pero quienes se quedaron hasta el final del filme lo aplaudieron.
Obra lineal, No matar¨¢s se compone de dos largas secuencias o unidades de tiempo, enlazadas por unos pocos planos de encadenamiento entre ambas. En la primera se cuentan los s¨®rdidos pormenores de un asesinato. En la segunda, de manera m¨¢s r¨¢pida, pero igualmente expl¨ªcita, se visualiza la ejecuci¨®n en la horca del asesino.
Su sentido did¨¢ctico es premeditadamente tosco y panfletario: a la compulsiva bestialidad de un crimen s¨®lo le supera en horror la bestialidad ritual de un ajusticiamiento. Estamos en Polonia, en 1987. En No matar¨¢s, el criminal es un automarginado del sistema de capitalismo de Estado all¨ª reinante. La v¨ªctima, en cambio, es un bur¨®crata callejero de ese Estado: un taxista.
Taxistas, camareros y polic¨ªas son, en el capitalismo de Estado, los rostros visibles de la clase dominante. De ah¨ª el sentido pol¨ªtico de este filme, inequ¨ªvocamente subversivo, y su condici¨®n de acto dinamitero en un marco como el de Cannes 88, donde domina abrumadoramente el cine conformista, sin sentido de la indignaci¨®n y del esc¨¢ndalo. Pol¨¦mico y generador de asco, No matar¨¢s divide al p¨²blico, provoca simult¨¢neamente rechazo frontal e identificaci¨®n sin matices, por encima de bizantinismos est¨¦ticos, tal como en su tiempo, all¨¢ por los a?os veinte, ped¨ªan Erwin Piscator y Bertolt Brecht, como ahora el joven polaco autor de No matar¨¢s, situados en posiciones que rozan el extremo de la moral libertaria.
Y detr¨¢s de la n¨¢usea polaca lleg¨® el caramelito digestivo franc¨¦s, Chocolate: un t¨ªtulo involuntariamente perfecto para una pel¨ªcula que dibuja un retrato del colonialismo franc¨¦s en el Camer¨²n no con las tintas negras que requiere la reconstrucci¨®n de un hecho tan sombr¨ªo, sino con las acuarelas de colorines p¨¢lidos y transparentes con que se pintan las nostalgias.
Cruz y cara del cine pol¨ªtico actual, estas dos pel¨ªculas han ilustrado una desagradable pero aut¨¦ntica alternativa para el cine europeo. Uno de los polos de esta alternativa nos pide que recordemos que debajo de nuestro continente hay un polvor¨ªn, y el otro, que nos olvidemos de ello.
Mientras tanto, fuera de las pantallas el cine hizo tambi¨¦n pol¨ªtica: un enorme barco velero propagand¨ªstico ancl¨® en la bah¨ªa de Cannes para traer al festival publicidad masiva del A?o Europeo del Cine y la Televisi¨®n, con la ministra Simone Veil y el comisario de Cultura de la Comunidad Europea, Carlo Ripa di Meana, a bordo.
Las arengas, conferencias de prensa y actos para movilizar a los profesionales europeos del cine y la televisi¨®n comienzan hoy, y continuar¨¢n hasta el final de esta edici¨®n del festival de Cannes, que, l¨®gicamente, no pod¨ªa quedar al margen de esta importante iniciativa.
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