Sting alcanz¨® el duende
Sting es un fen¨®meno de masas. En Madrid, m¨¢s de 40.000 personas pagaron 1.500 pesetas para tener acceso a la posibilidad de entregarse a su m¨²sica a cambio de padecer embotellamientos en las entradas al recinto, imposibilidad material de aparcar, incomodidades y carencia de servicios m¨ªnimos. La mayor¨ªa pas¨® la mitad del concierto buscando un hueco entre el bosque humano por donde ver el escenario, pero actualmente el carisma de Sting le permite superar cualquier problema y transformar la aglomeraci¨®n en un auditorio activo y solidario.
Duende
Sting
Sting (voz, guitarra y teclados), Branford Marsalis (saxo soprano, tenor y teclados), Kenneth Kirkland (teclados), Delmar Brown (teclados y voces), Jeffrey Lee Campbell (guitarra y voces), Tracy Ann Wormworth (bajo y voces), Jean Paul Ceccarelli (bater¨ªa), Mino Cinelu (percusi¨®n y voces), Dolette McDonald (voces). Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 28 de mayo.
La conexi¨®n de Sting con el p¨²blico alcanz¨® el duende, se elev¨® sobre la multitud y demostr¨® que su m¨²sica se ha convertido en cultura de masas porque es capaz de penetrar en la conciencia de miles de personas y emocionarlas. Sus canciones consiguen fundir las diferencias tradicionales entre cultura de masas -estandarizadas y c¨®modas- y las obras de arte -¨²nicas y arriesgadas-, porque su acercamiento al p¨²blico no parece limitar su creatividad individual. Supera el t¨®pico del pop como fondo musical exclusivo de la cultura adolescente f¨¢cilmente manipulable y lo transporta hacia algo m¨¢s amplio: la capacidad de hacer comprensible un universo propio, aderezarlo con el entretenimiento, escapar por el momento a los arquetipos de estrella del pop y obligar al p¨²blico a asumir su protagonismo, convirti¨¦ndolo de pasivo destinatario en elemento part¨ªcipe y creador. Sting es un maestro de la comunicaci¨®n transportada a trav¨¦s de la m¨²sica.S¨®lo algunos elegidos son capaces de asumir sus contradicciones, reconvertirlas en sentido positivo y ofrecerlas como base de una s¨ªntesis enriquecedora que fusiona m¨²sicas distintas y aspectos diversos de la personalidad de un individuo. Nadie como Sting para plantear de manera l¨®gica la contradicci¨®n entre artista poseedor de un indudable impulso creativo y estrella capaz de satisfacer las necesidades del auditorio. Es el mayor reto que plantea el cantante brit¨¢nico, y por ahora ha salido airoso de un trance que pocos logran superar con dignidad. Pero la popularidad exige su peaje, y Sting lo paga con una mayor adecuaci¨®n de sus planteamientos a las necesidades de los grandes auditorios. Traducido a t¨¦rminos musicales significa una mayor estandarizaci¨®n en la interpretaci¨®n y arreglos y limar algo de la agresividad y energ¨ªa de a?os anteriores, aunque sin llegar a manipular las necesidades del p¨²blico, manteniendo un nivel art¨ªstico de elevada categor¨ªa y perfecci¨®n formal. Sting es m¨¢s comercial, pero contin¨²a magn¨ªfico. Es un artista que domina los intereses comerciales, se integra en el sistema y tiene la capacidad de atravesarlo con una oferta imaginativa, libre, ¨²nica y que destroza otro aparente contrasentido: la adecuaci¨®n a la realidad como oposici¨®n al impulso de un cambio social.
En Madrid, Sting ofreci¨® un concierto excepcional, dentro de esa concepci¨®n m¨¢s est¨¢ndarizada del espect¨¢culo. Musicalmente perfecto, tiene la capacidad de crear diferentes ambientes esc¨¦nicos que hacen confluir en un instante extensas improvisaciones jazzys de Kirkland y Marsalis con bailes conjuntos del resto de los m¨²sicos. El desarrollo musical consigue algo: hacer ¨¢gil y sencillo lo que en principio puede resultar complejo. Arreglos dif¨ªciles pensados para cada comp¨¢s se ofrecen naturalmente, como si en el escenario no sucediese nada extraordinario salvo el placer y la diversi¨®n. La extremada elaboraci¨®n de la sensible m¨²sica de Sting adquiere su m¨¢ximo atractivo e impacto porque la ofrece de manera simple y sin pretensiones intelectuales. Todos los m¨²sicos que lo acompa?an son de impresionante calidad, y su adecuaci¨®n al planteamiento del cantante brit¨¢nico es muy fluido, sin forzar lo extempor¨¢neo, conscientes del clasicismo que emanan las canciones y con un grado de concentraci¨®n en su trabajo que sostiene la energ¨ªa interior que desprende el concierto, aunque se a?ore la posibilidad de locura imaginativa que ofrec¨ªa la anterior base r¨ªtmica del grupo, formada por Omar Hakim y Darryl Jones.
El ofrecimiento de Sting no es precisamente asequible, pero engancha por calidad, ideolog¨ªa, integraci¨®n del concepto de espect¨¢culo en la m¨²sica y la manera de introducir la participaci¨®n del p¨²blico en el concierto. ?sta no se produce de manera gratuita, sino como consecuencia de una conexi¨®n ¨ªntima que alcanz¨® momentos emocionantes, con 40.000 personas cantando por encima de barreras lingu¨ªsticas antiguos temas de Police con el ¨²nico acompa?amiento de la guitarra de un Sting que no necesita mostrar su torso desnudo para ganarse a un p¨²blico que no exig¨ªa concesiones. Fue el concierto de un comunicador que mantiene un compromiso ¨¦tico con unos destinatarios capaces de olvidar los evidentes problemas de voz padecidos por el artista, de recobrar la canci¨®n como medio para plantear situaciones sociopol¨ªticas como las que atraviesa el pueblo chileno. Fue el concierto de un m¨²sico que se encuentra en un momento clave de su carrera, con todo a su favor, y que deber¨¢ enfrentarse a la elecci¨®n de convertirse en arquetipo de estrella del pop o mantener el categor¨ªa de hombre pensador que controla lo que hace. AcItualmente Sting toca con cada mano estos dos extremos, que muy pocos han logrado compatibilizar con ¨¦xito y dignidad.
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