Vientos de cambio
Como al t¨¦rmino de cada cumbre con Reagan, Mijail Gorbachov acaba de felicitarse por los resultados de la realizada en Mosc¨² y afirmado al mismo tiempo que se podr¨ªa haber ido m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s lejos en el desarme y la liquidaci¨®n de la guerra fr¨ªa. M¨¢s reservado, el presidente estadounidense se declara igualmente satisfecho y no parece dudar de que el viraje en las relaciones Este-Oeste es ya irreversible. El acuerdo de fondo entre las dos superpotencias parece, pues, s¨®lido y altera todos los supuestos de la pol¨ªtica internacional. Es tiempo de analizar las implicaciones que esto tiene para Europa.El camino recorrido por Reagan y Gorbachov en menos de tres a?os es impresionante. En 1985, con ocasi¨®n de su primer encuentro en Ginebra, se crey¨® que no lograr¨ªan siquiera formular un comunicado conjunto y que se negar¨ªan a presentarse en t¨¢ndem ante la Prensa. En mayo de 1988 a nadie sorprende verlos pasear como buenos amigos por la plaza Roja y explicar, cada uno a su manera, que creen en un mundo sin armas nucleares. Entre tanto, discutieron a lo largo y a lo ancho esa meta com¨²n, a solas o durante sesiones de trabajo con sus colaboradores. Ning¨²n presidente de Estados Unidos se reuni¨® como Ronald Reagan cuatro veces con su similar sovi¨¦tico. Sus ministros de Asuntos Exteriores, George Shultz y Edvard Shevardnadze, al encontrarse 27 veces desde 1985, han establecido un r¨¦cord de convivencia diplom¨¢tica.
Dar el primer paso
La intensidad de esos coloquios prueba que el problema a resolver es dif¨ªcil, pero tambi¨¦n que no se trata de un di¨¢logo de sor dos. Los resultados ya obtenidos as¨ª lo demuestran: a partir del pr¨®ximo mes de agosto, sovi¨¦ticos y norteamericanos comenzar¨¢n a destruir unos 2.500 misiles de corto y medio alcance, en virtud del tratado firmado el 8 de diciembre en Washington y debidamente ratificado por el Senado de Estados Unidos y el Soviet Supremo de la URSS. El viejo proverbio "Lo dif¨ªcil es dar el primer paso" permite prever que, despu¨¦s de franqueado el primer obst¨¢culo, las dos superpotencias no se detendr¨¢n a mitad de camino. Es posible que Ron y Gorby logren dar el segundo paso antes de fin de a?o y que vuelvan a reunirse para firmar el tratado START sobre la destrucci¨®n del 50% de sus misiles estrat¨¦gicos.
Fiel a s¨ª mismo, Reagan contin¨²a defendiendo su escudo espacial (el FDI), que supuestamente har¨ªa que Estados Unidos fuera invulnerable a todo ataque nuclear. Pero de eso habla poco en Mosc¨², dedicando el grueso de su discurso a la perestroika sovi¨¦tica. Cuando en Europa -sobre todo en Francia- se discute todav¨ªa sobre la sinceridad de Mijail Gorbachov, el presidente de Estados Unidos volc¨® todo el peso de su autoridad en aprobar sin reservar, los cambios producidos en la URSS en el curso de los tres ¨²ltimos a?os y est¨¢ convencido de que este pa¨ªs se encuentra en la aurora de transformaciones a¨²n m¨¢s prometedoras y excitantes. Si ya no llama a la URSS "imperio del mal" es, y lo dice con todas las letras, a causa de estos cambios.
El aval que el muy antisovi¨¦tico presidente de Estados Unidos aport¨® as¨ª al hombre de la perestroika no dejar¨¢ de influir en la opini¨®n internacional. ?Qui¨¦n puede sostener, en efecto, que el totalitarismo sovi¨¦tico no puede cambiar si hasta un hombre como Ronald Reagan, el m¨¢s encarnizado adversario de ese sistema, se contradice y se felicita de la evoluci¨®n lograda? Si la URSS de hoy es a tal punto diferente a la de ayer, la estrategia de la OTAN hacia ella no puede permanecer inmutable so pena de volverse anacr¨®nica.
No parece muy l¨®gico tampoco que el Reino Unido y Francia sigan perfeccionando sus arsenales nucleares en un momento en que las dos superpotencias afirman estar determinadas a liquidar los suyos porque amenazan la supervivencia misma de la especie humana. Los discursos de Ronald Reagan sobre el particular fueron recibidos en Londres como piedras tiradas al jard¨ªn de Margaret Thatcher, mientras que en Par¨ªs, la Prensa francesa los ha censurado pura y simplemente para proteger a sus lectores de ideas tan subversivas.
La simplicidad del presidente de Estados Unidos y su capacidad de multiplicar las gaffes son desde hace tiempo proverbiales. Los occidentales que no est¨¢n de acuerdo con su gorbyman¨ªa se pusieron de pronto a subrayarla para evidenciar que un hombre tan deteriorado por la edad y aparentemente manipulado por su esposa, fiel adepta a la astrolog¨ªa, no est¨¢ preparado para enfrentarse a Gorbachov y concluir tratados con ¨¦l. Pero estos paladines occidentales de la l¨ªnea dura callan respecto al hecho de que los tratados firmados por Reagan deben ser ratificados por el Senado, al que nadie sospecha influenciado por los astr¨®logos.
La aplastante mayor¨ªa de los senadores (93 contra cinco), ?acaso no vot¨® a favor del tratado de destrucci¨®n de los misiles intermedios? Mejor a¨²n: el probable candidato del Partido Dem¨®crata en las pr¨®ximas elecciones presidenciales -y favorito en los sondeos-, Michael Dukakis, en una entrevista concedida a la BBC declara que ir¨¢ m¨¢s, lejos que Reagan en el acercamiento a la URS S, poniendo fui al in¨²til litigio sobre la guerra de las galaxias. Resulta, pues, que el viraje en las relaciones de Washington y Mosc¨² nada tiene que ver con la senilidad de Reagan y la supuesta fascinaci¨®n que habr¨ªa supuesto sobre ¨¦l Mijail Gorbachov.
Europa se mantiene apartada del di¨¢logo norteamericario- sovi¨¦tico, y cada pa¨ªs del Viejo Continente, pese a los sermones sobre la voluntad de actuar en conjunto, se adapta por separado a la nueva realidad. No llegan a completar resoluciones comunes m¨¢s que para reclamar la reducci¨®n de las fuerzas convencionales sovi¨¦ticas, pero evitan hacer propuestas concretas por miedo a que Gorbachov las acepte. De hecho, fue este ¨²ltimo quien durante la cumbre de Mosc¨² habl¨® de la reducci¨®n del 50% de las armas cl¨¢sicas de ambas alianzas, y se le adjudica la intenci¨®n de proponer una zona sin armas ofensivas, que se extienda 150 kil¨®metros a ambos lados de la frontera sobre el Elba, para imposibilitar un ataque convencional sorpresivo. Por cierto, semejante iniciativa, ya encarada en la Prensa sovi¨¦tica, parecer¨ªa m¨¢s que nada destinada a Alemania y arriesga ser interpretada como la tentativa de separar a ¨¦sta del resto de la OTAN.
Oportunidad hist¨®rica
Pero el actual inmovilismo de la Europa de los doce, acompa?ado de la obstinaci¨®n nuclear francesa y brit¨¢nica, minar¨¢ de todas formas los cimientos del edificio en construcci¨®n de la pol¨ªtica exterior europea com¨²n. La opini¨®n p¨²blica de la mayor¨ªa de los pa¨ªses involucrados -y sobre todo los partidos de izquierda, a excepci¨®n de Francia- ve en el acercamiento norteamericanosovi¨¦tico no la amenaza de un cOndominio de dos superpotencias, sino una oportunidad hist¨®rica para poner fin a m¨¢s de 40 ailos de guerra fr¨ªa. Esta esperanza es ampliamente compartida por todas las oposiciones dernocr¨¢ticas del Este, convencidas tambi¨¦n ellas de que s¨®lo la distensi¨®n favorece la evoluci¨®n liberal de sus pa¨ªses.
"Jap¨®n es un buen ejemplo de un pa¨ªs que no dedica m¨¢s del 1% de su presupuesto a defensa, y le va muy bien", declara Michael Dukakis. Las dos superpotencias est¨¢n obligadas a inspirarse en este ejemplo porque a ellas -a causa de sus gastos desmedidos en armas-, por el contrario, les va muy mal. Los sovi¨¦ticos lo confiesan sin tapujos en sus documentos oficiales y ya se vieron obligados a redefinir sus conceptos de defensa, incluso en cuanto a conflictos regionales (de ah¨ª su retirada de Afganist¨¢n). Los norteamericanos, gracias al lugar que ocupa el d¨®lar en el intercambio internacional, pueden disimular todav¨ªa durante un tiempo el hecho de que su pa¨ªs sea el m¨¢s endeudado del mundo y que sus exportaciones apenas cubran el 60% de sus importaciones. Pero tampoco Estados Unidos puede vivir indefinidimiente a cr¨¦dito. Los pa¨ªses europeos, por su parte, sufren m¨¢s que Jap¨®n, Estados Unidos o la URSS la plaga del paro, y nada anuncia, en la actual coyuntura econ¨®mica, que la situaci¨®n vaya a mejorar.
En Francia, por primera vez de sde la guerra, se asiste al crecimiento de la extrema derecha, evidente subproducto de la crisis. ?sta es una enfermedad que a la larga puede revelarse tan contagiosa como amenazadora. Reagan y Gorbachov no son, pues, los ¨²nicos en tener necesidad del desarme para utilizar mejor sus recursos econ¨®micos. El inter¨¦s bien entendido de Europa consiste en no disgustarse con la cumbre de Mosc¨² y en desembarazarse del espantap¨¢jaros de la amenaza sovi¨¦tica que ya no se corresponde con la realidad actual. No es muy fruct¨ªfero responder a la nueva mentalidad de Gorbachov con viejos clich¨¦s en los que ni siquiera un vehemente antisovi¨¦tico como Ronald Reagan cree.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.