Chafarrin¨®n en tabaco y plata
Vest¨ªa Rafael de Paula un terno pralin¨¦ bordado en tabaco -montera del mismo color- cabos plata, medias blancas, y era una preciosidad de vestido de torear. Suscit¨® divisi¨®n de opiidones, no obstante, y hasta hubo quien lo tom¨® por sacrilegio. En cualquier caso combinaba la gama de tabacos con tanto gusto, irrump¨ªa con tanta arrogancia cist¨¦tica, que quien as¨ª se enlindaba asum¨ªa el compromiso de pintar con trazos sublimes la maravilla del toreo. Sucedi¨® luego que el artista tomaba pinceles, garabateaba el lienzo y le sal¨ªa un chafarrin¨®n. Para esos resultados, uno se viste de gris.Rafael de Paula, exultante de ixte, ¨¢vido de triunfo, se fue al toro. ?Dejadme solo! Ejecut¨® unos ayudados y una trincherilla que combinaban con el terno cual. si los hubieran bordado juntos, y al restante trajinar, entre enganchones, sudores y suspiros, unas veces le iba el gris, otras los azules de Vergara. Cabeza y coraz¨®n no los ten¨ªa sincr¨®nicos.
Sep¨²lveda / Paula, Joselito, Cepeda
Cinco toros de Sep¨²lveda (3?, obrero), pobres de presencia, algunos de pitones, descastados; sobrero de Antonio Ord¨®?ez, bien presentado y manso. Rafael de Paula: pinchazo pescuecero, pinchazo y media delantera ca¨ªda (bronca); media atravesad¨ªsima (protestas y algunas palmas). Joselito: bajonazo (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale a los medios); dos pinchazos y otro hondo -aviso (gran ovaci¨®n y salida al tercio). Fernando Cepeda: estocada corta trasera saliendo perseguido (divisi¨®n y saluda); estocada corta -la presidencia le perdon¨® un aviso (oreja con protestas). Presenciaron la corrida, desde el palco real, el Rey y su madre la condesa de Barcelona. Plaza de Las Ventas, 9 de junio. Corrida de Beneficencia.
Los toros tampoco sincronizaban con nada. Los toros no serv¨ªan para pintar cuadros ni para pintar monas. Los toros eran una porquer¨ªa. Un a?o m¨¢s, la Comunidad de Madrid compr¨® de saldo. Aducen sus representantes que las empresas lo tienen todo acaparado y a estas alturas de la temporada no quedan corridas buenas. Hay un remedio: comprarlas antes. Hoy mismo ya deber¨ªan estar buscando la corrida del a?o pr¨®ximo. Si no van a convocar concurso para la explotaci¨®n de Las Ventas, si le van a prorrogar el contrato a Chopera, si no cortan la reventa, si todo sigue igual que siempre y no tienen nada que hacer, podr¨ªan emplear su tiempo en seleccionar una corrida potable.
La corrida de ayer les vale de referencia: que no se parezca en nada a esa. ?Vieron que no ten¨ªa trap¨ªo? Pues que lo tenga ?Vieron que varias cornamentas estaba romas? Pues que est¨¦n astif¨ªnas. ?Vieron que los toros eran amoruchados? Pues que sean bravos Quiz¨¢ as¨ª la corrida de Beneficencia dejar¨¢ de ser el pitorreo en que la han convertido. De la corrida que reluce m¨¢s que el sol -dec¨ªan los aficionados antiguos- han hecho s¨®rdida funci¨®n donde desde el Rey abajo se aburre- todo el mundo, menudean las broncas, aparece en el tendido un alusivo serrucho de considerables proporciones, la afici¨®n grita ?chorizooos!.
Los toreros estuvieron voluntariosos con el descastado g¨¦nero, y Joselito, que a?adi¨® torer¨ªa, lance¨® relajado a la ver¨®nica, porfi¨® para sacarle amoruchadas embestidas a su primero, al sobrero le carg¨® la suerte, hasta que el toro escap¨® a refugiar su mansedumbre en las tablas, y all¨ª lo ret¨® junto a los pitones.
Su voluntad de torear la hubo de estirellar Cepeda con el morucho tercero, y mejor oportunidad tuvo de satisfacerla con el sexto, que erse era borrego. Verdaderamente la satisfizo hasta saciarse, pues compuso largu¨ªsima faena con buen planteamiento de pases, s¨®lo que, al ejecutarlos, descargaba la suerte y se aliviaba con el pico.
El palco pretendi¨® disimular con triunfalismo el fracaso de la corrida de Beneficencia y le regal¨® una oreja a Cepeda, que se puso muy contento. Al p¨²blico casi le dio lo mismo, pues ten¨ªa puesta su atenci¨®n en Paula y en su temo tabaco y plata, para medirlos a almohadillazos. Es el rito. Un escuadr¨®n de polic¨ªas en la puerta de cuadrillas, una multitud arriba acariciando la almohadilla, le aguardaban tensos, con opuestos prop¨®sitos. Avanz¨® agitanado Paula ruedo adelante y cuando polic¨ªas y multitud se aprestaban a la acci¨®n, cambi¨® su rumbo y sali¨® por otra puerta. Salv¨® el honor y el terno tabaco y plata, preciados tesoros, y dej¨® a los polic¨ªas y a la multitud sumidos en el estupor.
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