La rosa
Por muy miserable que te sientas, eres t¨² quien inicia el movimiento de todos los astros cada d¨ªa en el instante en que te despiertas. Alrededor de tu h¨ªgado gira el universo, puesto que Dios te ha condenado a ser el rey de la creaci¨®n. Hoy el lechero ha dejado una botella junto al felpudo al amanecer, luego lleg¨® el peri¨®dico por debajo de la puerta, vino despu¨¦s el pan para las tostadas y la casa ya ol¨ªa a caf¨¦; entonces abriste los ojos y el mundo comenz¨® a rodar. El sol se hallaba en tu reja y desde all¨ª parti¨® a dar su par¨¢bola por el universo, dejando una orquesta de p¨¢jaros en el tejado y ¨¦sta sonaba en tu honor. En el cuarto de ba?o, la radio hablaba de esa peste genital que va a coronar el fin de este milenio. Tambi¨¦n la Prensa tra¨ªa noticias de varios asesinatos de asfalto y declaraciones de pol¨ªticos, mientras tomabas el desayuno. Te esperaba fuera una nueva jornada de lucha por la nada, pero en el alf¨¦izar de la ventana hab¨ªa una rosa rediviva cuando t¨² saliste hacia el despacho. All¨ª firmaste algunas trampas, recibiste a tres nipones, hablaste con Nueva York y durante la comida de negocios con varios delegados hiciste comentarios anodinos sobre la bolsa, el SIDA, la crisis de Gobierno, el terrorismo y el an¨¢lisis de sangre que te ha mandado el m¨¦dico porque te han salido unas manchas misteriosas en la espalda. As¨ª una y otra vez a lo largo de tantos a?os.Llevas una vida aburrida y, perentoria, pero alrededor de esa mediocridad dan vueltas las esferas, ya que est¨¢s condenado a ser el rey de la creaci¨®n, y cuando despiertas cada ma?ana tu conciencia pone en movimiento al universo entero. El sol nace para iluminarte, los p¨¢jaros cantan s¨®lo para ti, los cr¨ªmenes se cometen para que t¨² los leas en los peri¨®dicos, los pol¨ªticos hablan para que t¨² los creas, los japoneses acuden a tu despacho para que juegues a firmar cosas, cierto virus ha anidado en tu espalda para que finalmente mueras. Nada existe mientras atraviesas el sue?o. S¨®lo la rosa del alf¨¦izar, ajena a ti mismo, resplandece en la oscuridad de la noche con una existencia propia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.