Continuidad en las principales carteras del Ejecutivo, salvo Interior y Educaci¨®n

El cambio en el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez no afecta, excepto en lo que respecta a la cartera de Interior y tal vez la de Educaci¨®n, a los ministerios cuyo peso en la gobernaci¨®n del pa¨ªs marca las grandes directrices de la pol¨ªtica, como son los de Econom¨ªa, Asuntos Exteriores y Defensa. En los tres permanecen respectivamente Carlos Solchaga, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®fiez y Narc¨ªs Serra. Asimismo, el vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra, seguir¨¢ siendo vicepresidente del Gobierno.Permanecen asimismo en sus puestos los ministros de Obras P¨²blicas, Javier S¨¢ez de Cosculluela; Agricultura, Carlos Romero; Sanidad, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas; Relaciones con las Cortes, Virgilio Zapatero; Administraciones P¨²blicas, Joaqu¨ªn Almunia, y Trabajo, Manuel Chaves.

La continuidad de Narc¨ªs Serra supone la prosecuci¨®n de una pol¨ªtica de renovaci¨®n y modernizaci¨®n de los Ej¨¦rcitos, as¨ª como de creciente relaci¨®n con los aliados de la OTAN. El mismo sentido tiene la permanencia como ministro de Asuntos Exteriores de Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, quien sustituy¨® en esta cartera a Fernando Mor¨¢n en 1985, meses antes de que el Gobierno del PSOE se lanzase a la realizaci¨®n del refer¨¦ndum por el que los espa?oles aprobaron, en la primavera de 1986, la permanencia del pa¨ªs en la alianza.

Carlos Solchaga, ministro de Industria y Energ¨ªa en el primer Gobierno socialista, sustituy¨® a Miguel Boyer al frente de Econom¨ªa y Hacienda, y por tanto en la direcci¨®n econ¨®mica del Gobierno, tambi¨¦n en 1985. En los algo m¨¢s de cinco a?os que lleva en el Gobierno Solchaga ha mantenido una lucha casi permanente con los sindicatos, en especial con UGT, toda vez que su actividad fundamental fue el proceso de reconversi¨®n industrial, aplazado hasta entonces por la necesidad de consolidar el proceso pol¨ªtico y, despu¨¦s, mantener a rajatabla el proceso de ajuste iniciado por el primer Gobierno socialista.

La moderaci¨®n salarial, ligada estrechamente a la evoluci¨®n del IPC, cuya contenci¨®n ha sido el objetivo b¨¢sico desde 1982, ha sido el caballo de batalla de la lucha entre las dos partes. Todo ello unido a los desajustes iniciales de la incorporaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola a la Comunidad Europea y la defensa a ultranza de que para que se cree empleo en una sociedad es necesario primero que se recuperen los excedentes empresariales en una medida suficiente.

El fuerte crecimiento econ¨®mico de los dos ¨²ltimos a?os registrado en Espa?a ha servido como v¨¢lvula de escape, ya que, a pesar de seguir creciendo el nivel de paro, se ha producido una cierta creaci¨®n de empleo que ha mitigado las tensiones sociales anteriores. Todo ello unido a una t¨ªmida apertura a algunas tesis sindicales como el aumento positivo de los salarios reales una vez que los beneficios de las empresas se han colocado a unos niveles que han permitido que, por primera vez en una d¨¦cada, se produjera un crecimiento sostenido de la inversi¨®n productiva. A pesar de todo ello el enfrentamiento entre la l¨ªnea Solchaga y las tesis sindicales se mantiene en t¨¦rminos muy duros.