Un polic¨ªa orgulloso de s¨ª mismo
"Yo soy la justicia". Esta breve idea condensa la opini¨®n que se merece a s¨ª mismo el subcomisario de polic¨ªa Jos¨¦ Amedo. En poco menos de 20 a?os de ejecutoria profesional, siempre en Bilbao, ha dejado una densa estela de amistades, relaciones importantes, at¨ªpicos comportamientos y gastos inusuales para su nivel de ingresos. Amedo siempre ha sido igual, un hombre orgulloso de su placa y de su arma, convencido de la justificaci¨®n de su papel y de la conveniencia de ejercerlo hasta el l¨ªmite.Inici¨® su carrera como inspector de la Brigada Pol¨ªtico-Social reci¨¦n ingresado en la polic¨ªa, en septiembre de 1968. Cuando visitaba la facultad de Ciencias Econ¨®micas de Sarriko en busca de rojos era p¨²blica su condici¨®n. Es fama que cobr¨® entre sus trofeos universitarios a Juli¨¢n Sancrist¨®bal. Faltaban muchos a?os para que ¨¦ste le tuviera a sus ¨®rdenes, primero desde el Gobierno Civil de Vizcaya y luego desde la Direcci¨®n General de la Seguridad del Estado.
"Otros se matriculaban e intentaban pasar desapercibidos", recuerda un estudiante de la ¨¦poca. "Amedo no. Paseaba por all¨ª con su cuello de cisne, el pecho hinchado y la barbilla alta, muy alta, desafiando con la mirada". La descripci¨®n segu¨ªa siendo exacta 20 a?os despu¨¦s, cuando Amedo, nacido en Lugo, cuenta ya 42 a?os. No ha cambiado. Si acaso, los rasgos se extremaban cuando era convocado en alg¨²n juzgado o paseaba por los pubs de costumbre con o sin escolta.
Su personalidad ha encerrado siempre alg¨²n misterio. Viv¨ªa por encima de las posibilidades de un honrado funcionario p¨²blico. Para muchos era "el polic¨ªa de Neguri", la zona residencial por excelencia de la gran burgues¨ªa de Vizcaya. Hab¨ªa logrado aproximarse a los poderosos a trav¨¦s de una afici¨®n com¨²n por las corridas de toros, que Amedo presid¨ªa, dominador, desde el palco de la plaza de Vista Alegre. Sobre todo a partir del 1 de enero de 1986, fecha de su ascenso a subcomisario.
Sumergido en el ambiente elegante de los taurinos y su entorno deslumbrante, se propuso no desentonar, y lo logr¨® a base de trajes con pretensiones, facilidad en el manejo del dinero, afici¨®n a los casinos y ¨¦xito entre mujeres que nunca hubieran dado opci¨®n a un polic¨ªa normal, d¨¦ horario fijo y atestados en comisar¨ªa.
Algunos creen que le ha perdido una desbordante seguridad en s¨ª mismo. "Le gustaba el asombro ajeno, el golpe de efecto", relatan. As¨ª, por ejemplo, cuando rodeado de amigos y amigas ocasionales junto a la barra de alg¨²n local nocturno llevaba la mano con gesto decidido al calcet¨ªn derecho. Todos esperaban que sacara un arma, pero lo que aparec¨ªa era un pu?ado de billetes de banco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.