El regreso de Taranc¨®n
LA TRANSPARENCIA no es la virtud de los pol¨ªticos, y menos a¨²n de los eclesi¨¢sticos. Ahora, el cardenal Taranc¨®n ha demostrado que armoniza su libertad de expresi¨®n o su capacidad de comunicaci¨®n con el olfato pol¨ªtico. La jubilaci¨®n no le ha apartado del primer plano de la opini¨®n p¨²blica. Acredita su salud mental con un alto grado de credibilidad moral, que le sit¨²a entre los l¨ªderes de opini¨®n que han prestado m¨¢s servicios a la democracia espa?ola.Los cursos veraniegos de El Escorial le brindaron la ocasi¨®n de ofrecer un diagn¨®stico claro sobre la situaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica en nuestro pa¨ªs. La opini¨®n se ha fijado especialmente en sus declaraciones acerca del papel que desempe?a el nuncio del Vaticano, en su doble condici¨®n de embajador de un Estado y pastor religioso revestido de autoridad pontificia, en las decisiones internas de la Iglesia espa?ola. Taranc¨®n se ha referido al poder de los nuncios en las rep¨²blicas de Latinoam¨¦rica y ha puesto de relieve la equivocaci¨®n del nuncio Tagliaferri al comportarse en nuestro pa¨ªs como si las estructuras de ¨¦ste estuvieran sometidas a las mismas tensiones y condicionamientos que naciones del Tercer Mundo. Las cr¨ªticas de Taranc¨®n han sido directas, claras y en cierta medida sorprendentes. Muy poca gente dentro del aparato eclesial se atreve a hablar hoy con esta firmeza, cuando crecen las actitudes inquisitoriales y el oscurantismo. Muchos han sucumbido ante la obediencia debida o ante la amenaza. Y por eso la actitud del cardenal es tanto m¨¢s admirable.
En Espa?a, el llamado taranconismo fue globalmente positivo para nuestro proceso democr¨¢tico. Una importante parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica asumi¨® la lucha en favor de las libertades, practic¨® la tolerancia y enterr¨¦, cre¨ªamos que para siempre, el lenguaje hostil. Taranc¨®n fue el eclesi¨¢stico m¨¢s discutido y atacado, pero nunca se defendi¨® ni cort¨® por su parte las relaciones con ning¨²n grupo religioso o pol¨ªtico organizado contra su gesti¨®n o contra su persona.
La sospecha de que los responsables de la Iglesia cat¨®lica en Espa?a han cambiado de estrategia se demuestra cada d¨ªa. En una sociedad mucho m¨¢s compleja y pluricultural, como la actual, la jerarqu¨ªa eclesial ha vuelto a poner en la picota a sus enemigos de siempre. No parece una mera coincidencia que el nuncio actual se mueva con m¨¢s soltura en la oscuridad y que sus intervenciones, tanto en los asuntos del Estado como en las decisiones internas de la Iglesia, adquieran el perfil de un poder oculto e intervencionista. Sus discursos en las di¨®cesis que visita confirman que estamos en presencia de un mayor control doctrinal y disciplinar amparado en la autoridad del Papa y con el pretexto de una unidad m¨¢s impuesta que libremente asumida.
Taranc¨®n, con sus declaraciones de El Escorial, ha pinchado el globo de una supuesta campa?a organizada contra Tagliaferri. El rumor se alimenta ciertamente de la sospecha. Pero ¨¦sta no tendr¨ªa raz¨®n de existir si la transparencia pudiera ser una cualidad tanto del representante del Vaticano como de los ¨®rganos m¨¢s representativos de la Iglesia espa?ola. Taranc¨®n supo hermanarla con la prudencia pol¨ªtica. Y la Iglesia gan¨® en credibilidad, modernidad y tolerancia. En una sociedad laica y democr¨¢tica, el poder s¨®lo puede ejercerse con luz y taqu¨ªgrafos. La involuci¨®n no es otra cosa que la vuelta al oscurantismo y, en definitiva, a la ruptura del di¨¢logo con la opini¨®n p¨²blica. Te¨®logos, escritores e informadores cat¨®licos enmudecen hoy bajo el peso de la amenaza. La ilusi¨®n de ofrecer p¨²blicamente la imagen de una Iglesia compacta nos devuelve a tiempos del pasado, cuando el argumento de la autoridad pod¨ªa ampararse en la confesionalidad de un r¨¦gimen dictatorial. Los poderes del nuncio, como los de cualquier dignatario de la Iglesia espa?ola, tienen que ejercerse a plena luz, en el respeto a nuestra Constituci¨®n, al Estado y a todos y cada uno de los ciudadanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.