La crisis
El autor describe en este art¨ªculo su visi¨®n de la crisis, los papeles que asumen espectadores y protagonistas. Algunos de ellos preparaban antes del reajuste la posici¨®n que iban a hacer p¨²blica una vez que se produjera, otros ofrec¨ªan favores con la intenci¨®n de pasar factura y, en general, todos comprobaron su escasa influencia en las decisiones del presidente.
Fue cuando el presidente del Gobierno advirti¨®: "A m¨ª no me hace nadie una crisis. Ni los propios ministros, ni el partido, ni la oposici¨®n, ni los peri¨®dicos, ni los sindicatos, ni las huelgas...", e iba a a?adir ni el Pent¨¢gono, pero no quiso aventurarse tanto.Los ministros pacientes aguardaban, bastante m¨¢s impacientes de lo que aparentaban, a que se oyera la voz del Olimpo para salir de la procelosa ¨¢rea de la inseguridad que no s¨®lo afectaba al quehacer de sus departamentos, que rellenaba los ministrables pasillos de comidillas y rumores, que hab¨ªa generado en las miradas y reojos ciertos brillos de picard¨ªa, tras de las cuales parec¨ªan leer algo parecido a eso de ?si t¨² supieras!, y que, sutil pero perceptiblemente, modificaban hasta el tonillo de los saludos y la firmeza de las reverencias a su paso. Algo flotaba en el ambiente, y llegada era la hora de las certezas. Estaba ya bien de tener que decir a la tropa en casa, cada vez que sal¨ªa el tema del verano: "Ya veremos", "eso depende", "esperad un poco", "antes del 18 de julio", y sobre todo de acabar de una vez con la repetida coletilla o latiguillo de "yo estoy a la disposici¨®n del presidente". Vaya papeleta. En el partido, el anuncio de la pr¨®xima reestructuraci¨®n de plantillas hab¨ªa producido tambi¨¦n su efecto. La normal conversaci¨®n de los decidentes, la sonrisa o la seriedad en el saludo, el cordial apret¨®n de manos o el golpe en el lomo, la broma o el gesto, abr¨ªan la puerta a mil y una interpretaciones de propios y extra?os, y detr¨¢s de todos y cada uno de los gestos se cerraba y nublaba el panorama, o, por el contrario, parec¨ªa empujar con fuerza el m¨¢s prometedor sol de venturas. En un santiam¨¦n se pasaba de la m¨¢s cargada ilusi¨®n, por la llamada del periodista, siempre bien informado, tratando de sonsacarle cualquier impresi¨®n, al hundimiento en la negrura del abandono de toda esperanza. Y los habituales contertulios de la bodeguiya no soltaban prenda, a diferencia de otras ocasiones, en que hab¨ªa corrido velozmente la especie de la afabilidad con que el se?or hab¨ªase pronunciado sobre ¨¦ste o el otro, o de la cordialidad con que alguno hab¨ªa recibido o retenido algo m¨¢s, en el triste momento de la despedida y del abandono del sancta sanct¨®rum de los presidenciales designios.
La oposici¨®n, como siempre, al pairo o a la deriva, haciendo los m¨¢s ingentes esfuerzos para preparar el apresurado comentario que se les exigir¨ªa al segundo de producirse el alumbramiento. Los unos lo ten¨ªan bien claro, y pasara lo que pasara hab¨ªa que insistir en la derechizaci¨®n del equipo, para no entrar en contradicci¨®n con la m¨¢s que mantenida posici¨®n de juicio. Los otros, fueren quienes fueren los que se fueren, o vinieren los que vinieren, ten¨ªan la obligaci¨®n de decir que eso es lo que ellos ven¨ªan pidiendo precisamente desde el mismo d¨ªa de la constituci¨®n del anterior Gabinete, y que ¨¦sa era la m¨¢s incontestable prueba del fracaso, tantas veces denunciado, de las pol¨ªticas hasta el momento sostenidas, aunque esas pol¨ªticas eran las que la oposici¨®n de derechas ve¨ªa como m¨¢s favorables y tranquilizadoras para sus intereses. Los gabinetes de prensa ten¨ªan a la mano los dos modelos para poder salir del paso con cierta soltura y sin demasiado compromiso.
En las redacciones de los peri¨®dicos, esta larga espera era un aut¨¦ntico bomb¨®n que permit¨ªa rellenar d¨ªa a d¨ªa un buen porcentaje de papel, y a los comentaristas pol¨ªticos les obligaba a desarrollar una fren¨¦tica actividad de comidas, cenas, desayunos y llamadas. Alg¨²n malintencionado sabedor, m¨¢s bien maestro, de esa indefinible pero bien establecida dial¨¦ctica de yo te manipulo y t¨² me intoxicas, aprovechaba para vengar viejos agravios levantando esperanzas, reavivando odios, sembrando dudas y produciendo shocks en aquellos que a lo largo de tan cordial colaboraci¨®n y dilatado contacto le hab¨ªan hecho alg¨²n d¨ªa cierta faena o cometido con ¨¦l alguna desatenci¨®n. En estos tiempos de ansiedad informativa los rotativos multiplicaban p¨¢ginas e influencias, se convierten en protagonistas de s¨ª mismos y disfrutan devolvi¨¦ndoles a algunos pol¨ªticos o personalidades una buena patada en la espinilla con un comentario editorial, o agradan a otros con una ensalzada afirmaci¨®n, de la que esperan poder pasar factura en su d¨ªa.
Las centrales sindicales, bien conocedoras del pa?o, se alinean generalmente en la jaculatoria de desear quedarse como estaban, pues saben que siempre se rompe la cuerda por lo m¨¢s flojo y raro es que, pase lo que pase, desaparezca la moh¨ªna de la casa del pobre, sobre todo cuando ¨¦ste ha osado pronunciarse imprudentemente, no s¨®lo con ciertas declaraciones, sino con acciones concretas, que han sido motivo de vigilia del Alt¨ªsimo y han perturbado la tranquilidad del cotarro.
Los ¨²nicos realmente tranquilos suelen ser los de fuera, los siempre bien informados embajadores, cancilleres y plenipotencianos, que deben resistir la tentaci¨®n de soltar frase alguna que permita vislumbrar lo ya suficientemente conocido que ha sido transmitido a sus centrales, para garantizar a sus respectivos Gobiernos que nada va a cambiar para sus intereses o poner en peligro relaci¨®n y negocio alguno.
Y por fin se hizo la luz. Sali¨® la lista. Teletipos, micr¨®fonos, despachos de agencias y titulares expandieron la buena nueva. Ahora ven¨ªa la segunda parte del espect¨¢culo, la interpretaci¨®n, el an¨¢lisis, la ex¨¦gesis, la valoraci¨®n y hasta la profec¨ªa de los posibles resultados. Para entrar en esta parte de la representaci¨®n hab¨ªa que hacer abstracci¨®n de lo obvio, que el que manda manda, y unos y otros, los que fueren, como tales mandaos, poca o ninguna influencia iban a tener en la definici¨®n de la l¨ªnea gubernamental. Por fin, el presidente hab¨ªa hecho sus cambios, a los que por mimetismo con las democracias consolidadas se calificaba desbordadamente de crisis y realmente eran s¨®lo una parcial reestructuraci¨®n de plantilla.
Mas dentro de lo obvio, hab¨ªa alg¨²n que otro insignificante detalle, tal cual representaba el hecho de que el d¨ªa anterior UGT hab¨ªa salido a pantalla, con un informe de esos que ponen los pelos de punta, de los que se califican de dur¨ªsimos, tan duros como la realidad que reflejan, y algo hab¨ªa que hacer, y r¨¢pidamente, para que pasara a segundas p¨¢ginas, para que no fuera la noticia capital, y quedara minimizado ante la importancia de los ceses y nombramientos. Ser¨ªa curioso que el informe en cuesti¨®n hubiera precipitado ciertas decisiones. Es una hip¨®tesis.
Tampoco era despreciable el detalle de una indagaci¨®n judicial del ministro del Interior, que quiz¨¢ pudiere aconsejar el que alguien, de nuevo rostro y evidente ignorancia sobre el pasado, fuere quien pudiere atrincherarse en su notoria falta de informaci¨®n e intervenci¨®n en lo investigado. Un nuevo ministro de Justicia, a quien corresponde el asesoramiento jur¨ªdico del Gobierno, menos exquisito quiz¨¢ con la interpretaci¨®n de la ley, a la que tan dados son los magistrados, posiblemente podr¨ªa contribuir a que quedaran desde Interior sin tan mal contenido y peor presentaci¨®n ciertas desafortunadas ¨®rdenes. Y bueno era tambi¨¦n que anunciados futuros movimientos callejeros de estudiantes y jueces, con que arropar ciertas reivindicaciones, encontraran todos ellos interlocutores de capacidad disuasoria. Pero, a lo peor, tampoco esto era tenido en cuenta.
Estas obviedades es posible que entren tambi¨¦n a formar parte del c¨²mulo de las obligadas interpretaciones o cotilleos vecinales, que en nada deben empa?ar la imagen de que al presidente del Gobierno nada ni nadie le hace una crisis, pues su pol¨ªtica quemada, abrasada o incinerada, renace cual ave f¨¦nix de sus cenizas, para con su brillo iluminar el camino de un verano tan retrasado como el relevo, pero tan ilusionante como sus prometedoras y merecidas vacaciones.
Y, en todo caso, fundidos al fin en una sola estructura, el Gobierno, la ejecutiva del partido y la tertulia de la bodeguiya, los tres grandes centros del poder pol¨ªtico del felipismo, coincidentes en sus columnas fundamentales, es evidente el resultado bien funcional y satisfactorio de ahorro de esfuerzos y reuniones, que m¨¢s tiempo dejara para eso que damos en llamar la gobernaci¨®n del Estado, y la conducci¨®n de la cosa p¨²blica. Am¨¦n.
es miembro del Consejo General del Poder Judicial.
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