Ballesteros, tricampe¨®n del Open Brit¨¢nico
Severiano Ballesteros ya es tricampe¨®n del Open Brit¨¢nico. Ayer, en su campo talism¨¢n, en el que logr¨® su primer t¨ªtulo en 1979, supo reencontrarse consigo mismo, con el jugador considerado mayoritariamente como el mejor del mundo, y reedit¨® su ¨¦xito con una vuelta final extraordinaria. Con sus 65 golpes, igual¨® su propio r¨¦cord del Royal Lytham and Saint Annes Golf Club y totaliz¨® 273, 11 bajo par y dos menos que el zimbabuense Nick Price, que fue un fort¨ªsimo adversario, y no se rindi¨® hasta el ¨²ltimo hoyo. Al espa?ol le correspondieron por su triunfo 80.000 libras esterlinas (casi 17 millones de pesetas) de las 700.000 con que estaba dotado el torneo. A su m¨¢ximo rival, 60.000.
No deb¨ªa fallar, no pod¨ªa consentirse hacerlo de nuevo. Hab¨ªa llegado todo lo lejos que ten¨ªa que llegar, al umbral de la victoria. Ya s¨®lo le restaba cruzarlo. Pero su bola estaba all¨ª, casi hundida en el semirough, a unos 20 metros de la ¨²ltima bandera, del ¨²ltimo objetivo. Encaraba su tercer golpe en el hoyo 18, de par 4. Calibr¨® todas las posibilidades a su alcance y, al cabo, dio un chip espl¨¦ndido que hizo rodar la pelota con alegr¨ªa hacia el agujero. Su trayectoria fue perfecta. Por un momento, parec¨ªa que incluso iba a caer dentro de ¨¦l. Pero s¨®lo lo roz¨®. Una exclamaci¨®n a me dio camino entre la decepci¨®n por el hecho de que se detuviese unos mil¨ªmetros m¨¢s all¨¢ y la admiraci¨®n por el lanzamiento de su Sevvy brot¨® al un¨ªsomo de los miles de aficionados brit¨¢nicos que marchaban cerrando el campo tras Ballesteros, Price y el ingl¨¦s Nick Faldo. Severiano trag¨® saliva y le supo al dulzor de la gloria.Pero Price a¨²n ten¨ªa una baza. El zimbabu¨¦s hab¨ªa resistido a duras penas el ritmo de aciertos del c¨¢ntabro y ¨²nicamente a partir del 16 sinti¨® sobre s¨ª el peso de la probable derrota. Ten¨ªa un birdie casi imposible porque su bola estaba en el l¨ªmite opuesto del green. Con toda la fe que fue capaz de reunir, cogi¨® su putter y la golpe¨®. Pero hab¨ªa medido mal la distancia. Desolado, baj¨® los brazos y ni siquiera pudo eludir el bogey. Se acerc¨® a su vencedor y le felicit¨®. Faldo se apresur¨® a concluir su vuelta. Y entonces... s¨ª. Entonces ech¨® a andar Severiano con lentitud hacia el lugar donde deb¨ªa situar su pelota. Se recre¨® en el instante de agacharse para colocarla con toda suavidad, con exquisito mimo, en el c¨¦sped. Luego, se levant¨® con resoluci¨®n y dio su putt postrero, el del triunfo. Salud¨®, lanz¨® besos al aire destinados a un p¨²blico incondicional suyo y se abraz¨® a su caddie, lan. M¨¢s tarde ser¨ªa su novia, Carmen, hija del banquero Emilio Bot¨ªn, la que se estrechar¨ªa fuertemente a ¨¦l.
Fantasmas que huyen
Muchos fantasmas huyeron ayer de la mente de Ballesteros, que se concentr¨® de manera absoluta para. reencontrarse con la mejor imagen de s¨ª mismo a la hora de la verdad, en el recorrido decisivo. Dos golpes (-7 por -5) les sacaba de -ventaja Price a Faldo y a ¨¦l. Era una renta exigua en un deporte como el golf. Un error ajeno y un acierto propio pod¨ªan enjugarla. Pero el santanderino tuvo que sufrir mucho para conseguirlo. Hasta el hoyo 8 no se emparej¨® con Price a -9. A esas alturas, Faldo y el escoc¨¦s Sandy Lyle, con -6, empezaban a rezagarse. El zimbabu¨¦s s¨®lo le hab¨ªa hecho una concesi¨®n, un bogey en el 2 tras visitar un bunker. En el 6 y el 7 le hab¨ªa presionado con un birdie y un eagle. Pero Severiano le respondi¨® en ambos con la misma moneda y le demostr¨® que a ¨¦l no le intimida nadie. Y fue a continuaci¨®n, en el 8, cuando le igual¨®.
Ballesteros se puso por delante en el 11 gracias a otro birdie desde unos ocho metros y a que la pelota de Price, que tambi¨¦n lo pretend¨ªa, se encorbat¨® alrededor del orificio. Pero en el siguiente la fortuna cambi¨® de signo y el pedre?ero cometi¨® su primer bogey. El equilibrio se hab¨ªa restablecido y ya se mantendr¨ªa hasta el 16. Antes, sin embargo, se vivi¨® otro momento crucial. Tras birdies de los dos en el 13, Seve incurri¨® en su segundo bogey al estar desatinado con el putter desde unos miserables dos metros. Price vi¨® el cielo abierto. Su bola se hallaba a una distancia similar y salvar el par le supondr¨ªa volver a situarse al frente. Pero el pulso le tembl¨® y tambi¨¦n se consum¨® su bogey. Quiz¨¢ hab¨ªa perdido su gran oportunidad y era consciente de ello.
Un suspiro de alivio por el desliz del contrincante y un Ballesteros que segu¨ªa buscando la suya, su ocasi¨®n resolutoria. Y, al fin, la encontr¨® en el bendito 16, cuando hizo restallar su hierro-9 contra la pelota para hacerla sobrevolar unos 120 metros y dejarla clavada al lado de la bandera. Ah¨ª estaba el birdie decisorio. No hab¨ªa duda alguna. Price, nervioso, err¨® de nuevo desde unos tres metros. A Severiano ya s¨®lo le restaba conservar la calma y asegurarse en cada uno de sus impactos. Tom¨® sus palos con temple y no se le escap¨® el par ni en el 17 ni en el 18, pese a que en ¨¦ste empez¨® y¨¦ndose demasiado a la derecha de la calle y luego al semirough del green. Pero, en definitiva, ¨¦l era ayer el Sevvy genial de 1979 y 1984 que adoran los brit¨¢nicos. Ni los defraud¨® ni se defraud¨® a s¨ª mismo. No deb¨ªa fallar... no fall¨®. No le sucedi¨® como a Lyle, que, tras un buen principio, se hundi¨® de manera absoluta en el tramo final hasta el extremo de cerrar su gris actuaci¨®n con un doble bogey.
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