Caball¨¦, en su mejor momento
Montserrat Caball¨¦, con la Orquesta Sinf¨®nica de Bilbao, dirigida por Jos¨¦ Collado, inaugur¨® el lunes en la plaza Porticada el 37? Festival Internacional de Santander. Hablar de brillantez en este caso ser¨ªa disminuir las cosas; por una parte, el p¨²blico colm¨® y rebas¨® el aforo del popular recinto; por otra, la Caball¨¦ tuvo una de sus grandes, muy grandes orquestas. La crecida audiencia reaccion¨® l¨®gicamente con un entusiasmo que alcanz¨® casi niveles deportivos.
Gusta Montserrat Caball¨¦ de confeccionar sus programas sin insistir en las arias de siempre aun cuando los autores sean, como ahora, los grandes cl¨¢sicos del bel canto y el melodrama italiano. Y sabe diferenciar, con un detallismo asombroso, la naturaleza de cada pentagrama y la del personaje que refleja. Esto es, Montserrat Caball¨¦ convierte sus "recitales con orquesta" (t¨¦rmino por cierto poco adecuado en castellano) en pura y alta representaci¨®n. A veces, incluso, de mayor rango art¨ªstico que la representaci¨®n teatral propiamente dicha, pues la ausencia de escena y la concentraci¨®n en el canto activo, expresivo y preciosista, sin m¨¢s defensa que la eficac¨ªsima de la orquesta, se torna met¨¢fora de la ¨®pera antes que ¨®pera misma.
Masa e individuo
Con ese dominio que caracteriza a nuestra cantante y que, frase a frase, la define como una verdadera maestra; con esa voz dulce, incisiva, human¨ªsima, a¨¦rea o grave, capaz de volar con ligereza por los m¨¢s extensos locales, la Caball¨¦ logra algo bien dificil: cantar, al mismo tiempo, para todos y para cada uno en un proceso que en vez de masificar a los individuos, individualiza a las colectividades.
La cima m¨¢s alta de la noche se alcanz¨® all¨ª donde estaba la punta m¨¢s elevada de la m¨²sica: La canci¨®n del sauce y Ave Mar¨ªa, de Otelo, culminaci¨®n del genio extraordinario de Verdi.
Hay que anotar la calidad de la colaboraci¨®n orquestal. La Sinf¨®nica bilba¨ªna recobra y supera, d¨ªa a d¨ªa, los mejores cap¨ªtulos de su historia y el director valenciano Jos¨¦ Collado, desde hace tres a?os director musical general de la ¨®pera de Karlsruhe, posee experiencia, fibra y garra. Por ello, Montserrat Caball¨¦, en un acto cordial de sinceridad, elogi¨® desde la escena el trabajo del maestro y de la formaci¨®n. Uno y otra expusieron con buen sonido y gran vitalidad oberturas de Donizetti, Rossini y Verdi.
Caball¨¦ inici¨® su actuaci¨®n con el perfecto belcantismo de Bellini en un t¨ªtulo rara vez escuchado, Adelson e Salvini; pas¨® de ah¨ª a otro belcantismo cargado ya de fuertes tensiones dram¨¢ticas: el de Do?a Sancha de Castilla, de Donizetti, y cerr¨® la primera parte del concierto con una de las m¨¢s refinadas joyas de Rossini, el aria Di tanti palpiti, de Tancredo. Luego, todo se interioriz¨® para el Otelo verdiano y se torn¨® quebradiza y delicada expresi¨®n en el italianismo un tanto afrancesado de Le villy, de Puccini, y en el francesismo, no poco italianizado, de El Cid, de Massenet.
Un clamoreo sin medida acompa?¨® al arte grande de Montserrat Caball¨¦, cuya potencia comunicativa, una de las bases de su arte, se mostr¨® desde la primera nota que entonara al m¨¢ximo de sus posibilidades.
El 37? Festival santanderino qued¨® abierto de la mejor manera con la espl¨¦ndida presencia de una diva que sabe hacer de su condici¨®n elevada expresi¨®n musical y fuerza convocante. "Los divos, ?por qu¨¦ hablar de ellos?", reflexiona Luis de Pablo en una excelente revista dedicada a la m¨²sica contempor¨¢nea. Ante un caso como el de la Caball¨¦ cabe responder: "Los divos, ?por qu¨¦ no hablar de ellos?".
Babelia
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