Una democracia a mitad de camino
La izquierda y los obispos utilizan las mismas palabras para describir la situaci¨®n: frustraci¨®n y desesperanza
El Gobierno democr¨¢tico del presidente Julio Mar¨ªa Sanguinetti, que asumi¨® el poder en marzo de 1985, contabiliza a su favor algunos ¨¦xitos en materia econ¨®mica: reducci¨®n de la inflaci¨®n y del d¨¦ficit fiscal, aumento de las exportaciones, reducci¨®n del gasto p¨²blico y un leve descenso del n¨²mero de parados, que economistas del Gobierno y de la oposici¨®n eval¨²an de diferente manera. En cualquier caso, otra es la situaci¨®n en el campo pol¨ªtico, en cuyo an¨¢lisis coinciden desde vertientes tan distintas como son la izquierda y los obispos uruguayos: el pa¨ªs se encuentra sumido en la frustraci¨®n y la desesperanza.
Mientras el Gobierno afirma que el despegue econ¨®mico se debe a su pol¨ªtica interna, la oposici¨®n considera que se debe a circunstancias que derivan de la situaci¨®n internacional, como la reducci¨®n de los precios del petr¨®leo -que supone cerca del 30% de las importaciones del pa¨ªs-, el descenso de las tasas internacionales de inter¨¦s, la desvalorizaci¨®n del d¨®lar y la repercusi¨®n positiva en el comienzo de los planes Cruzado, en Brasil, y Austral, en Argentina. En este sentido, cabe se?alar que la reactivaci¨®n en los dos pa¨ªses vecinos, han perdido impulso.Aun cuando esos factores no fueran coyunturales y el crecimiento econ¨®mico se mantuviera, la realidad indica que en Uruguay ese crecimiento no se ha traducido en una disminuci¨®n de la miseria.
Pocos d¨ªas antes de la pol¨¦mica visita del papa Juan Pablo II a Uruguay el pasado mes de mayo, la Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU) dio a conocer con el t¨ªtulo La Iglesia y los derechos humanos, una "reflexi¨®n pastoral sobre la situaci¨®n actual" muy elocuente. "Si bien los uruguayos nos sentimos felices de haber recobrado la normalidad institucional", dicen los obispos, "la realidad que estamos viviendo nos dice que faltan todav¨ªa otros pasos para alcanzar la plenitud de una democracia aut¨¦ntica. Sin una renovaci¨®n de las actitudes y los criterios que rigen la acci¨®n pol¨ªtica y social y sin los cambios de ciertas estructuras inconciliables con la justicia distributiva, la sola libertad electoral es insuficiente para sostener un orden de convivencia que (...) evite las frustraciones y los conflictos permanentes".
Los obispos analizan la situaci¨®n de esta manera: "Sin duda las situaciones que violan los derechos humanos no son fruto del azar. Provienen de la conducta de las personas que las provocan, las admiten o no las corrigen. Una sociedad que mira sin inquietarse el espect¨¢culo de muchos hermanos abandonados a la vera del camino, demuestra una dureza de coraz¨®n inconciliable con el amor al pr¨®jimo exigido por la ley de Dios".
Cr¨ªticas de la izquierda
Los obispos uruguayos no est¨¢n solos en sus cr¨ªticas. El l¨ªder de la coalici¨®n de izquierda Frente Amplio, L¨ªber Seregni, que ha mantenido, no sin cierto malestar de las bases, una actitud de gran tolerancia hacia el Gobierno, se?al¨® el pasado 19 de abril en un mitin multitudinario: "El Gobierno del Partido Colorado -y la gobernabilidad acordada por el Partido Nacional- ha seguido la tendencia conservadora preconizada en el extranjero, tambi¨¦n obedecida por otros gobiernos latinoamericanos. Se trata de una pol¨ªtica antinacional, antipopular y antidemocr¨¢tica". M¨¢s adelante se refiere a "la no resoluci¨®n de los problemas de nuestra juventud, sin horizontes ni esperanzas, condenada a la emigraci¨®n o a la frustraci¨®n".
Desde vertientes tan distintas como son la iglesia y una coalici¨®n de partidos de centro-izquierda se emplean casi las mismas palabras, frustraci¨®n, desesperanza, para tipificar un estado colectivo de conciencia.
El Gobierno democr¨¢tico, que ha demostrado ser poco receptivo a las cr¨ªticas, reaccion¨® con acritud por intermedio de alguno de los medios que le apoyan, calificando a los obispos de pesimistas y cuestionando entre l¨ªneas su derecho a pronunciarse sobre estos temas. El discurso de Seregni, por su parte, levant¨®. una tormenta pol¨ªtica desde los aleda?os del poder donde parece haberse entendido mal que convivencia pol¨ªtica no significa anulaci¨®n de la cr¨ªtica ni del derecho a la oposici¨®n.
Peligroso malentendido porque tiende, y ya lo ha hecho, a atribuir a quienes disienten la intenci¨®n de desestabilizar la democracia y querer volver a un pasado de violencia que nadie desea.
Seguramente el argumento volver¨¢ a ser utilizado cuando la resignaci¨®n actual d¨¦ paso, inevitablemente, a la protesta. En el Uruguay la ¨²nica violencia visible hasta ahora es la de la marginaci¨®n en la miseria de tantos seres humanos. Esa parece ser la gran desestabilizadora de la democracia uruguaya y tambi¨¦n de las otras nuevas democracias del continente. Y esto hay que decirlo sobre todo en la Europa donde suele identificarse elecciones y ausencia de atropellos a los derechos humanos con la vigencia de la democracia. Quiz¨¢s sea esta manida palabra la que est¨¦ necesitando de una puesta a punto.
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