J¨¢vea
De todas las informaciones me f¨ªo, pero sobre todas de la que me da C¨¦sar Alonso de los R¨ªos bajo el t¨ªtulo Los encuentros de J¨¢vea: el cuerpo tirita de fr¨ªo. El mismo fr¨ªo que he sentido yo ante el temor de que la fuerza pol¨ªtica, y por tanto cultural, m¨¢s importante de Espa?a hubiera ca¨ªdo en el pozo sin fondo de la doble conciencia o se hubiera ido de viaje sin retorno al limbo. Evidentemente, por los enunciados y los desarrollos de lo discutido en J¨¢vea, o se ha tratado de salir del pozo o se ha constatado que se estaba en ¨¦l.Adquirido un cierto calor an¨ªmico gracias al fr¨ªo ajeno, no por ello me abandona el desconcierto.
Constatar el desorden del mundo, el desorden real, no el ret¨®rico, es el primer paso que debe dar toda conciencia de izquierda. Y una vez constatado, saber qui¨¦n lo provoca e ir a por ese factor de par¨¢lisis o de reacci¨®n, no por un af¨¢n de linchamiento, sino de superaci¨®n. Mientras los pensadores socialistas o parasocialistas reunidos en J¨¢vea constatan el desorden del mundo y la corrupci¨®n de la conciencia cr¨ªtica, no eran conscientes de que estaban rodeados, como el general Custer. Porque reivindicaban una cultura cr¨ªtica, y una conciencia solidaria con las v¨ªctimas del desorden contempor¨¢neo y, sin embargo, se corresponsabilizaban con pol¨ªticos responsables de un marco macropol¨ªtico y macroecon¨®mico que son en realidad los que est¨¢n creando la nueva cultura, esa nueva cultura acr¨ªtica, individualista, materialista grosera, por emplear una denominaci¨®n que prosper¨® hace algunos a?os para distinguir el materialismo positivista del dial¨¦ctico.
Especialmente pat¨¦tica la intervenci¨®n del se?or Guerra. Para m¨ª que la intervenci¨®n de Alfonso Guerra se la escribi¨® el asesor de imagen de Hern¨¢ndez Mancha, o bien estamos ante un caso de esquizofrenia aguda, o acaso en un perfecto reparto de papeles: Alfonso Guerra pone lo que se dice, y Carlos Solchaga y Amedo ponen lo que se hace, mientras en J¨¢vea los espartacos ladran a la Luna.
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