Espa?a, el SME y la Uni¨®n Monetaria Europea
Hasta ahora, la discusi¨®n sobre la incorporaci¨®n de Espa?a al SME se ha movido en los restringidos c¨ªrculos de los expertos. Pronto, posiblemente espoleado por nuestra pr¨®xima presidencia comunitaria y los avances en la Uni¨®n Monetaria Europea, el tema saltar¨¢ a la arena pol¨ªtica y de la opini¨®n p¨²blica.El SME lo configuran tres elementos: el FECOM (Fondo Europeo de Cooperaci¨®n Monetaria), que act¨²a como mecanismo de apoyo financiero a partir de la puesta en com¨²n de reservas nacionales; el ECU (unidad de cuenta europea), un gesto de monedas que es unidad de cuenta y, cada vez m¨¢s, medio de pago, y el mecanismo de cambios, que es la pieza clave. Consiste en una parrilla de tipos de cambio bilaterales (tipos pivot) que se mantienen fijos, con una peque?a banda de fluctuaci¨®n.
Espa?a ya forma parte del primero, todo hace pensar que en septiembre de 1989, aprovechando la revisi¨®n peri¨®dica de paridades, la peseta se incorporar¨¢ a la cesta de monedas del ECU, quedando la sujeci¨®n de la peseta al mecanismo de cambios como el verdadero y m¨¢s importante de los problemas pendientes.
En la ya apreciable bibliograf¨ªa existente, todos los expertos espa?oles est¨¢n de acuerdo en que la peseta se debe incoporar tambi¨¦n al mecanismo de cambios. El buen balance global que el sistema establecido en 1979, as¨ª como la l¨®gica comunitaria a que nuestro pa¨ªs se encuentra sumado, lo hace recomendable, aunque no sea obligatorio en los tratados comunitarios (Reino Unido, Grecia y Portugal no pertenecen al SME).
La discrepancia, y grande, se establece a la hora de determinar cu¨¢ndo se debe incorporar la peseta al mecanismo de cambios y c¨®mo, es decir, en qu¨¦ condiciones se debe efectuar dicha incorporaci¨®n (cu¨¢l es la banda de fluctuaci¨®n que se puede negociar para la misma). Estos dos problemas, el c¨®mo y el cu¨¢ndo, no son independientes, ya que, en principio, cuanto m¨¢s flexible sea el c¨®mo, m¨¢s pronto puede ser el cu¨¢ndo.
Reflexionemos un poco sobre las cuestiones a considerar en torno a estos puntos, que no son pocas ni sencillas.
La primera cuesti¨®n para decidir el cu¨¢ndo tiene que ver con la fijaci¨®n de un tipo de cambio pivot para la peseta que sea suficientemente estable a medio plazo y que responda a la situaci¨®n estructural de nuestra econom¨ªa. Es evidente que nunca se podr¨¢ dar una respuesta segura y fiable a esta pregunta.
Sin embargo, en los ¨²ltimos dos a?os y en los pr¨®ximos tres o cuatro la econom¨ªa espa?ola y su balanza de pagos est¨¢n experimentando unas alteraciones tan bruscas y poco previsibles que ser¨ªa aventurado pensar que el actual tipo de cambio va a permanecer o, incluso, nos va a interesar que permanezca.
Presi¨®n a la peseta
El d¨¦ficit de la balanza comercial presiona hacia una devaluaci¨®n de la peseta. Por contra, el super¨¢vit de la balanza de capitales lo hace por una apreciaci¨®n.
Resulta bastante aventurado hacer una hip¨®tesis sobre el comportamiento en un futuro inmediato de ambas balanzas y discutible pensar que van a seguir igual que hasta ahora.
Completar la integraci¨®n comercial en la CE, hacer frente al Acta ¨²nica y a la liberalizaci¨®n del mercado de capitales son acontecimientos lo suficientemente importantes como para que resulte incierto su impacto sobre el tipo de cambio de la peseta en los pr¨®ximos tres o cuatro a?os. Se puede decir que si entramos con un tipo de cambio que no se manifiesta estable, siempre podremos proceder a un reajuste o aprovechar la banda de fluctuaci¨®n que el sistema permite. Proceder a un reajuste de paridades no es tan f¨¢cil desde dentro como lo ser¨ªa, en su caso, desde fuera. Ni pol¨ªtica ni econ¨®micamente.
En cualquier caso, y aun fluctuando dentro de la banda, las intervenciones del Banco de Espa?a para mantener a la peseta en la misma, pueden no corresponder con los intereses generales de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Algunos de estos problemas y transformaciones estructurales est¨¢n afectando tambi¨¦n a otros pa¨ªses miembros del SME, si bien en menor medida.
Tambi¨¦n se puede pensar que la situaci¨®n tras la integraci¨®n de la peseta no ser¨ªa muy distinta de la actual, en la que el tipo de cambio se est¨¢ configurando ya como la variable clave del control monetario en nuestro pa¨ªs.
Cuanto m¨¢s amplia sea la banda de fluctuaci¨®n autorizada a la peseta, menos importancia tendr¨¢ un posible error de apreciaci¨®n respecto al tipo de cambio apropiado a medio plazo.
Sin embargo, puede resultar dif¨ªcil que el resto de pa¨ªses miembros del SME acepten para la peseta otra excepci¨®n a la banda general adem¨¢s de la que goza la lira italiana. Ello parecer¨ªa ir contra las actuales tendencias a una mayor integraci¨®n monetaria que conlleva, en puridad, un sistema intracomunitario de tipos de cambio fijos. Tal vez, a la hora de discutir la modalidad de integraci¨®n sea m¨¢s realista ir pensando en otras formas de flexibilidad transitorias que faciliten la plena integraci¨®n en el sistema, sobre todo con las perspectivas de modificaci¨®n del mismo que veremos m¨¢s adelante.
Ayudas especiales
Se pueden citar, por ejemplo, ayudas especiales del FECOM en situaciones de dificultad para la peseta, cl¨¢usulas de salvaguardia espec¨ªficas, etc¨¦tera.
El Acta ¨²nica Europea, con su objetivo de construir un aut¨¦ntico mercado interior para 1992, junto con las crecientes insatisfacciones sobre las imperfecciones y asimetr¨ªas del actual SME y las consecuencias no deseadas- sobre el resto de pa¨ªses comunitarios de la austeridad alemana, han resucitado la vieja idea de constituir una zona monetaria ¨®ptima en la CE.
La nueva propuesta, que ha recibido un importante impulso en el ¨²ltimo Consejo Europeo de Hannover, pivota sobre tres iniciativas: potenciaci¨®n del ECU como medio de pago, creaci¨®n de un Banco Central Europeo y estrechar la coordinaci¨®n monetaria. En el Consejo Europeo que presidir¨¢ nuestro pa¨ªs en junio de 1989 se deber¨¢ estudiar un primer informe sobre el asunto encargado a un grupo de expertos creado a tal fin. Esto quiere decir que mientras nuestro pa¨ªs est¨¢ discutiendo su posible integraci¨®n en el SME, ¨¦ste puede estar empezando a sufrir importantes transformaciones que lo terminen convirtiendo en algo distinto de lo que es hoy.
La repercusi¨®n que esto tiene sobre nuestra discusi¨®n actual es obvia, aunque su implicaci¨®n ser¨¢ m¨¢s pol¨ªtica que estrictamente econ¨®mica: ?hasta qu¨¦ punto puede afectar a la posici¨®n de nuestro pa¨ªs en la construcci¨®n de la Uni¨®n Monetaria Europea el que no seamos miembros plenos del actual SME?
Las dos contestaciones a esta pregunta parecen sensatas y, tanto aquellos que defienden que sin estar dentro ser¨ªa dif¨ªcil defender con fuerza nuestras posturas como los que, por el contrario, piensan que estar fuera nos da un arma importante de negociaci¨®n (como puede tenerla el Reino Unido), esgrimen argumentos que hay que sopesar con cuidado. Se puede ver, por tanto, que, sin magnificar la trascendencia de un paso m¨¢s en nuestro proceso de integraci¨®n comunitaria, las opiniones de los expertos no son un¨¢nimes y las cautelas con que se debe abordar est¨¢n justificadas econ¨®micamente.
Es posible que esta sea una decisi¨®n que, como aquella de crear el SME en 1979, deba contemplarse con m¨¢s claridad pol¨ªtica que luces t¨¦cnicas. No s¨®lo por aquel viejo chiste de que cuando hay tres economistas reunidos siempre hay, al menos, cuatro opiniones en discusi¨®n, sino porque la pol¨ªtica puede ser el ¨²nico medio de poner fin, con criterios m¨¢s amplios, a las incertidumbres derivadas de un an¨¢lisis econ¨®mico poco concluyente.
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