Moneda
Una civilizaci¨®n puede salvarse por una vasija rota, por un denario enterrado, por una estatua sumergida en el mar. En cualquier siglo de oro, las pasiones de los hombres conviven con los grandes m¨¢rmoles, y las monedas de curso legal iluminan el coraz¨®n de los mortales con un fulgor alimentado por las palabras sagradas de los levitas, mientras los artistas esculpen a los h¨¦roes, fabrican en barro diosas de la fertilidad o dise?an tarros para mermelada. Eso constituye la cultura que el tiempo cubrir¨¢ de polvo. Las pasiones se diluyen en la memoria, las palabras sagradas se convierten en el flato de la historia junto con el viento, los gestos sangrientos de las espadas desaparecen, pero las espadas mil a?os despu¨¦s son halladas en el sustrato donde se produjo la matanza y los excavadores descubren en ese mismo plano los plintos, los dragmas, las vasijas rotas y no las calaveras de aquellos seres insensatos que conviviendo con ellas re¨ªan, firmaban pactos eternos, blasfemaban, engull¨ªan salazones, se enternec¨ªan con un amor delicado y daban estocadas. La vida de estos fantasmas puede ser reconstruida a partir de una moneda herrumbrosa que mil a?os antes fue intensamente sobada por el deseo.Si una civilizaci¨®n se salva a veces por un hermoso tiesto, ?qu¨¦ residuo va a dejar este final de milenio en Espa?a para que nuestra existencia sea advertida por la posteridad? Cuando en el futuro esta sociedad se encuentre sepultada con todas sus pasiones y enseres a cincuenta metros bajo tierra y en esa capa ya no queden ni sepulcros, alg¨²n arque¨®logo dentro del l¨¦gamo ver¨¢ brillar una dorada moneda de quinientas pesetas e, ignorando de nosotros todo lo dem¨¢s, comenzar¨¢ a levantar. o imaginar una cultura alrededor de ese bello dobl¨®n. Pensar¨¢ que en un tiempo muy remoto hubo en este pa¨ªs unos pobladores que amaban la libertad, se vest¨ªan de lino y viv¨ªan en democracia, aunque los historiadores no cuentan nada de ellos. El arque¨®logo tramar¨¢ un sue?o que luego ser¨¢ una lecci¨®n para los escolares, y ¨¦stos creer¨¢n que fuimos felices.
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