El control de los medicamentos
Desde mayo pasado se han publicado en este peri¨®dico diversos art¨ªculos de opini¨®n sobre la legalizaci¨®n de la droga. Adem¨¢s de las opiniones, el s¨¢bado 29 de octubre aparecen las primeras noticias sobre dos iniciativas, de grupos sociol¨®gicamente dispares, que en Barcelona (IGIA) y en Madrid (PAD) pretenden llevar adelante acciones en pro de esa legalizaci¨®n.Los principales argumentos que tanto te¨®ricos como activistas esgrimen a favor de esta postura legalizadora son: el final de la delincuencia que acarrea el tr¨¢fico ?legal, y con ello la disminuci¨®n notoria de la inseguridad ciudadana y de la superpoblaci¨®n carcelaria; por otra parte, la desaparici¨®n de las elevadas tasas de enfermedad y muerte que implica el uso de sustancias peligrosas manipuladas y vendidas en la clandestinidad; ambos argumentos parecen sensatos pero generan ciertos interrogantes sobre la esencia de la propuesta.
Cuesti¨®n de m¨¦todo
1. ?Significa legalizar la droga entregar hero¨ªna s¨®lo a los ya adictos o a todos aquellos que la pidan, aunque no lo sean a¨²n?
2. Si se contempla la segunda posibilidad, ?se pondr¨ªa alguna limitaci¨®n al consumo de droga por raz¨®n de edad, sexo, marginaci¨®n social o econ¨®mica, o inestabilidad psicol¨®gica?
3. En el caso de establecer restricciones al consumo, ?c¨®mo y por qui¨¦n se determinar¨ªan? ?Ser¨ªa ¨¦sta una actividad sanitaria? ?Por qu¨¦ raz¨®n?
Dependiendo de c¨®mo se conteste a estas preguntas, parecen esbozarse dos modos de entender la tal legalizaci¨®n, a mi modo de ver bien diferentes.
Si lo que se pretende es administrar droga a los ya adictos, a trav¨¦s de instituciones y personal sanitario, entonces ser¨ªa mejor no hablar de legalizaci¨®n de droga, sino de apoyo abierto a los tratamientos de mantenimiento con opi¨¢ceos (en frase peyorativa de ciertos sectores sanitarios, "tratamientos con sustitutivos"). Estos tratamientos, de larga tradici¨®n (25 a?os en algunos lugares), han acarreado ventajas tales como tener s¨®lo un 5% de seropositivos para el SIDA entre los heroin¨®manos de Amsterdam (frente a nuestro 60%), o que se conozcan bien los porcentajes de eficacia (60% para los retenidos m¨¢s de un a?o) para este tipo de tratamientos, y las condiciones m¨ªnimas para lograr su eficiencia, como ocurre en EE UU, pero no han eliminado, sino atenuado (y es bastante), los males sociales achacables a la drogadicci¨®n. En esos lugares siguen existiendo tr¨¢fico il¨ªcito, mafias, delincuencia, enfermedad y muerte asociadas al consumo de droga. Como se?al¨® el doctor R¨¹?tjer, m¨¦dico encargado del programa de asistencia a toxic¨®manos en el Ayuntamiento de Amsterdam (Valencia, noviembre, 1987), "lo que hemos hecho es ense?ar a los drogadictos a serlo con el menor riesgo posible; nuestra pol¨ªtica de drogas consiste en la limitaci¨®n de los riesgos; no intentamos ayudarles a dejar la hero¨ªna, sino que les ense?amos c¨®mo hacerlo, y aceptamos que no decidan cambiar su conducta de adicci¨®n en ese momento".
Prohibici¨®n
Todo esto nada tiene que ver con la postura de G. Vattimo, cuando afronta radicalmente en su art¨ªculo Droga y represi¨®n (EL PA?S, 24 de octubre) el problema de la legalizaci¨®n de la droga. Entiendo que el pensamiento de Vattimo no va en la l¨ªnea de promover mayor n¨²mero de tratamiento de mantenimiento con opi¨¢ceos, sino en la de plantear a la sociedad que organizando bien la informaci¨®n sobre drogodependencias y la prevenci¨®n-disuasi¨®n del consumo de drogas no tiene sentido prohibir su venta o controlar su distribuci¨®n, ya que los males derivados de esa prohibici¨®n y este control son, en su opini¨®n, mayores que los derivados de un acceso libre y responsable a la droga.
?ste es el punto de discusi¨®n verdaderamente atrayente para cualquier sanitario; desde que los farmac¨¦uticos existimos, parte de nuestra funci¨®n sanitaria consiste en ejercer la "custodia y control" de los medicamentos existentes.
Pero ?qu¨¦ quiere decir hoy controlar medicamentos, si no se es responsable de su fabricaci¨®n? ?Custodiarlos en exclusiva? ?Conservarlos en las condiciones necesarias? ?Comprobar la adecuaci¨®n de lo que se nos pide para lo que se pretende tratar? ?Comprobar que el que los necesita conoce el modo m¨¢s eficaz de usarlos? ?Comprobar a posteriori que se est¨¢n usando correctamente?
Por estos caminos se desarrolla hoy nuestra profesi¨®n, en la creencia de que cada vez es m¨¢s complejo manejar los actuales medicamentos de modo favorable para la salud. Sin embargo, el planteamiento radical de la legalizaci¨®n de la droga da al traste con esta l¨ªnea de actividades profesionales derivadas de la "custodia y control", quiz¨¢ impregnada, como se?ala Vattimo, "de un ciego moralismo lleno de buena fe".
Consecuencias finales
Pero el fil¨®sofo italiano y los que siguen sus planteamientos respecto de este problema deben asumir las consecuencias finales de lo que se postula: si en las farmacias o fuera de ellas hubiera obligaci¨®n de facilitar hero¨ªna a todo aquel que la solicite, no tendr¨ªa sentido restringir cualquier otro tipo de medicamentos a ning¨²n otro tipo de ciudadano, y ello quiere decir que en tal sociedad cualquier persona, en cualquier momento, podr¨ªa disponer de pastillas, inyectables o jarabes con los que f¨¢cilmente se puede matar, alucinar, desangrar, adormecer, delirar, abortar, dejar sordo o ciego, provocar v¨®mitos, disminuir las defensas y todo el largo etc¨¦tera de efectos indeseables que esas peque?as cajitas de colores "custodiadas y controladas" por los farmac¨¦uticos pueden provocar.
Una sociedad compuesta de individuos que, con conocimientos exactos, sean capaces de manejar en libertad todos los bienes de que hoy dispone la humanidad, entre ellos los medicamentos, es sin duda deseable. En esa sociedad nuestra funci¨®n pasar¨ªa a ser simplemente informativa, pero yo dudo que a corto plazo esto sea posible y tan inocuo como Vattimo imagina.
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