La osad¨ªa del Athletic le dio el empate
Los 10 jugadores de campo del Real Madrid se quedaron inm¨®viles, tan helados como la noche, en el ¨²ltimo minuto de juego, mientras segu¨ªan con la mirada el vuelo de Buyo hacia un bal¨®n de gol cabeceado por Uralde. ?C¨®mo pudo llegarse a un desenlace tan inesperado entre el l¨ªder y un equipo que hasta ayer llevaba ganado s¨®lo uno de los 12 ¨²ltimos puntos disputados? S¨®lo la osad¨ªa juvenil del Athl¨¦tic y la debilidad defensiva del Madrid pueden explicar el resultado final. Todo eso deb¨ªa de pasar por la mente de los madridistas mientras aumentaban su capacidad tor¨¢cica al suspirar profundamente mientras conclu¨ªa felizmente el vuelo de Buyo.El Athl¨¦tic llevaba dos meses sin marcar un gol fuera de San Mam¨¦s. Y ayer, sin hacer nada m¨¢s complicado que correr y mantener la ilusi¨®n, marc¨® tres, envi¨® dos balones al larguero, y agujere¨® con asiduidad la defensa blanca. Un grupo de j¨®venes, a los que s¨®lo la presencia del calvo N¨²?ez alejaba de la imagen de equipo juvenil enviado por Aurtenetxe en solidaridad con Gil, sac¨® ayer a la luz los defectos de un
Real Madrid que no es tan perfecto como parece.
El Madrid, en realidad, est¨¢ dividido en dos bloques muy distintos. De Sanchis hacia delante, la calidad individual es impresionante -excepto si Butrague?o tiene d¨ªas tan negados como el de ayer- De Sanchis hacia atr¨¢s, el bloque no pasa de ser correcto. Tendillo sufre cotidianos despistes; Solana es m¨¢s ofensivo que defensivo; y Esteban ha sido un fichaje bonito y barato -lleg¨® con la carta de libertad-, pero, pese a su entrega, no es un hombre 10. Y menos cuando, como ayer, Beenhakker le sit¨²a de marcador de un delantero centro potente en el salto y r¨¢pido en los ¨²ltimos metros, l¨¦ase Uralde.
No toda la culpa es de este tr¨ªo, porque el centro del campo es perfecto atacando, pero gandul a la hora de bajar a cerrar huecos. As¨ª, en el Bernab¨¦u se ha convertido en costumbre vivir tres o cuatro oportunidades a favor del visitante en cada partido. La diferencia es que la mayor¨ªa de los equipos suelen asustarse cuando todo les es favorable -es un tema digno de estudio psicol¨®gico-, mientras que en los jugadores del Athl¨¦tic, investidos del orgullo hist¨®rico que les transmite su camiseta y el haberse formado en La Catedral, ese miedo no existe.
El partido no fue brillante, y s¨ª muy extra?o. El Madrid siempre ir. arc¨® primero, y el Athl¨¦tic no se hart¨® de replicar. El Madrid jug¨® convencido de su superior tdad, y el Athl¨¦tic de sus debilidades.
Fue prucisamente la conciencia de sus propias limitaciones la qi te hizo que el Athl¨¦tic no se llevase un mejor resultado. Kendall situ¨® al principio una armada de destructores -seis defeisas, de ellos cuatro centrales-, pero su esquema no inclu¨ªda una presi¨®n eficaz en el centro d el campo, donde el Madrid se nov¨ªa pausadamente, al ritinc de un lento Schuster, sin ni:ig¨²n problema. El error del M idrid fue no aprovechar los pi ?meros 45 minutos, porque en la segunda parte Kendall ajust¨® los esquemas m¨ªnimamente -sustituy¨® al torpe gigarite Txirri por el delantero Sarriugarte y baj¨® a Mendigurea al centro del campo- y una m¨ªnima presi¨®n ftie suficiente para ahogar al l¨ªder.
En cuanto Lacabeg y Urtubi se adelantaron en las bandas, y Mendigurc n, Gallego y Luis Fernando comenzaron amover el bal¨®n, el Madrid perdi¨® el control, y ni siquiera la entrada del otro Gallego, como hombre libre, o el -ambio habitual de Paco Lloreate por Mart¨ªn V¨¢zquez acabi.ron con la osad¨ªa. Fue como i i a un gigante le comenzase a marear una mosca. S¨®lo enton,,-es se dio cuenta el Athl¨¦tic d.- que pod¨ªa sacar algo positi,io en el Bernab¨¦u, convicci¨®n 4ue quiz¨¢s le falt¨® a Mend¨ªguren, un gran jugador, para trans5rinar los dos tiros que envi¨® al larguero. Y esa intuici¨®n tambi¨¦n le falt¨® a Ken~ dall, que s¨®lo recurri¨® a Argote a falta de si,-te minutos, cuando sus centros podr¨ªan haber causado a¨²n niayor pavor en una defensa arrinconada. Argote apenas pudo colocar un bal¨®n en la cabeza de Uralde, que dej¨® a los madridistas sin respiraci¨®n en el minuto 90.
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