Capones
Durante alg¨²n tiempo, que podr¨¢ ser breve o largo, los exquisitos volver¨¢n a lucir manchas de chorizo en la gabardina como una condecoraci¨®n, los ejecutivos hablar¨¢n de la rentabilidad de su empresa con un mondadientes en la boca y el olor a calamares fritos llenar¨¢ de nuevo todo el ¨¢mbito de la patria. La gente guapa permanece agazapada desde el d¨ªa de la huelga general y no sale de casa por miedo a que le arreen un sopapo en cualquier sobremesa, coloquio o embotellamiento. Finos liberales han optado por disfrazarse de pavero. Yo he visto ya a un yuppie con boina capona y s¨¦ de otros profesionales urbanos que han sacado de? armario el viejo traje de pana rayada y la camisa de felpa a cuadros. El aire de la ciudad est¨¢ impregnado de una est¨¦tica laboral o grasa de taller, de modo que en las tertulias de caf¨¦, en los despachos de las financieras y, en los restaurantes de cinco tenedores los tipos m¨¢s reaccionarios, c¨ªnicos y elegantes disertan en favor de los obreros. De repente ¨¦stos se han convertido en unos seres llenos de valor y no exentos de encanto. En su honor, los modistas de la calle del Almirante dise?ar¨¢n para pol¨ªticos socialdem¨®cratas una cazadora de metal¨²rgico con la bufanda cruzada en el pecho.Los trabajadores han parado este pa¨ªs con una huelga general sin romper un solo plato, pero un afiliado al sindicato de hosteler¨ªa ha cruzado con la mano el rostro de Boyer como Belmonte una tarde os¨® acariciar por primera vez los pitones de un Miura, gesto que entonces conmovi¨® a Espa?a entera aunque despu¨¦s ese ganado sigui¨® matando. El amago de mojic¨®n al economista neoliberal a cargo de un espont¨¢neo es la se?al que ha levantado la veda. La cacer¨ªa de la gente guapa ha comenzado. He aqu¨ª unos d¨ªas que conmovieron al mundo. Yuppies y posmodernos, l¨¢nguidos mamones subvencionados y tecn¨®cratas de barbita rubia que lo trincan todo van a recibir algunos capones. Y luego nada. Al final de temporada volver¨¢ a llevarse la camisa de seda con mangas de espadach¨ªn.
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