Flotats, perdido en el desierto
El peque?o pr¨®logo ideado por Flotats hace temer que a la postre todo se reduzca a un vodevil sobre el pr¨¦-cocuage. Antes de que suenen los golpes de rigor, dados con el brigadier, anunciando el comienzo de la obra, el p¨²blico contempla c¨®mo los c¨®micos corretean por el escenario, se dan besitos y se tocan el culito unos a otros. Luego, c¨®t¨¦ cour -es decir, a la derecha del espectador, de espaldas al espectador-, vemos como Moli¨¨re/Alceste/Flotats, el mis¨¢ntropo, se instala en su sill¨®n, se hace servir por el fiel Dubois (Joan Borr¨¢s), su criado, una copa de champ¨¢n franc¨¦s y brinda con ¨¦l por el ¨¦xito, supongo, de la funci¨®n. Se apaga la luz del escenario, se escuchan los golpes de rigor, se levanta el tel¨®n y vemos, c?t¨¦ jardin, a la izquierda del espectador, a Moli¨¨re/Alceste/Flotats sentado en su sill¨®n, cubri¨¦ndose parte del rostro con la mano; repantingado en ese sill¨®n que es ya, de un buen principio, prefiguraci¨®n del irrenunciable desierto que le aguarda al personaje.El arranque de la obra tiene su importancia. Hay actores -y directores- que hacen irrumpir, literalmente, a Alceste en el escenario; un Alceste col¨¦rico, grit¨®n. No, no es eso; la primera imagen de Alceste es la de un ser taciturno, est¨¢tico, que no quiere pelea
El mis¨¤ntrop
De Moli¨¨re. Versi¨®n de Xavier Bru de Sala. Int¨¦rpretes: Josep Maria Flotats, Josep Torrents, Pep Pla, Joan Riera, David Cuspinera, Carme Elias, Marta Calv¨®, Norbert Ibero, Alex Casanovas, Ignasi Camprodon, Lloll Bertran y Joan Borr¨¤s. Escenograf¨ªa: Serge Marzolff. Vestuario: Jaeques Schmidt. Iluminaci¨®n: Alain Poisson. Direcci¨®n: Josep Ma?a Flotats. Teatre Catal¨¤ de la Com¨¨dia (Poliorama), 6 de enero.
Lo que Alceste quiere es que le dejen en paz. Entre par¨¦ntesis Alceste, a lo largo de toda la obra, no es un personaje que ataca sino que se siente atacado. La c¨®lera no hace su aparici¨®n hasta el verso 14, en el que la acotaci¨®n dice, textualmente, "se l¨¦ve brus quement". Este optar por la en trada de caballo siciliano o bien por el Alceste sentado, est¨¢tico que rechaza el di¨¢logo, la pelea con Philinte (Josep Torrents), marca toda la puesta en escena y sirve de clara orientaci¨®n al espectador.
El comienzo de Flotats es un buen, un excelente comienzo. Tiene el tono justo, dice Justo -Jouer une sc¨¦ne, c'est dabord: la dire, le dice Jouvet a un alumno que trabaja, precisamente, el personaje de Alceste-, y se encoleriza tambi¨¦n en el momento justo. Luego, concluida la escena con Philinte y despu¨¦s de la brillante y agradecid¨ªsima escena del soneto, que Alceste comparte con Oronte (Pep Pla), la l¨ªnia inicial se quiebra y la comedia "negra", como. la califica Flotats, se convierte por momentos en una farsa, con ribetes vodevilescos -motivados, en parte, por una escenografia imposible, que debe aunar dos escenarios: el de Lorenzaccio y el de El mis¨¤ntrop-, y Alceste, el primer Alceste, se pierde en los terrenos de su pariente George Dandin -s¨®lo un George Dandin se atrever¨ªa a tocarle el culo a C¨¦lim¨¦ne (Carme Elias)- para reaparecer, pat¨¦tico, tal y como debe ser, en la gran escena del cuarto acto y al final de la obra.
Seres hiperb¨®licos
Flotats sigue empecinado en dirigirse a s¨ª mismo y a sus compa?eros. Y se le escapa la obra, el montaje. ?Qui¨¦n es Alceste?, se pregunta el cr¨ªtico, en llegando a la media parte. ?Ese monstruo, ese ser hiperb¨®lico, atrabiliario, que se nutre de lo que ¨¦l llama los vicios de este mundo (la corte de Luis XIV) para alimentar su enfermedad; o el pobre enamorado de la coqueta C¨¦lim¨¦ne, el que escucha tangos de Gardel (El d¨ªa en que me quieras...) y encarna, al decir de Rousseau (en su Lettre a d'Alembert), "la fuerza de la virtud"?.
Hay en Flotats, el Flotats actor/director, una irresistible tendencia al exhibicionismo, a la cursiler¨ªa, inconsciente, que destruye, tritura el gran rigor, la tremenda seriedad de El mis¨¤ntropo. Por fortuna, como dec¨ªa, la obra vuelve a enderezarse en llegando a la gran escena del cuarto acto. All¨ª es donde Alceste se quita la m¨¢scara y pasa del quiero al no puedo; del Moi, je veux me facher, et ne veux point entendre del verso 5, al ser pat¨¦tico que no puede prescindir de la posesi¨®n -porque Alceste no ama, posee- de C¨¦lim¨¨ne. Y en esa escena, justo es decirlo, el actor y la actriz tienen momentos espl¨¦ndidos. La Elias, que en anteriores escenas no hab¨ªa sabido colocar sabiamente su litotes, y que en su di¨¢logo con Arsino¨¦ (Lloll Bertr¨¢n) tampoco supo hallar el tono justo -demasiado picada, para mi gusto, sin esa vitri¨®lica amabilidad que adoptan las grandes sefloras cuando se, despedazan mutuamente- da plenamente, y por primera vez, esa ambig¨¹edad que tiene su personaje: C¨¦lim¨¦ne quiere a Alceste pero no est¨¢ dispuesta a renunciar a su mundo, a su sal¨®n. Dicho de otro modo: no est¨¢ dispuesta a enterrar sus veinte a?os en el desierto, en la "enfermedad" de Alceste.
El quinto acto est¨¢ tambi¨¦n muy bien resuelto, si bien Flotats opta, como suele ser moneda corriente, por suprimir los dos ¨²ltimos versos de Philinte y rematar la escena con un golpe de teatro, nunca mejor dicho: derribando el sill¨®n de Alceste al tiempo que del telar se descuelga una cuerda, dando a entender que ese "lugar apartado" en el que Alceste busca refugio, donde pueda ser, libremente, "un hombre de honor", no es otro que el suicidio Pura redundancia. En realidad, El mis¨¤ntrop deber¨ªa finalizar con el escenario vacio, en pleno desierto.
'Vicio' franc¨¦s
Parece, pues, que esta segunda jornada de L'Illa de la mem¨°ria pinta bastante mejor que la primera (Lorenzaccio). Falla, comprensiblemente, la m¨²sica del texto. Falta homogeneidad en la compa?¨ªa. Cada cual dice el verso -los que lo dicen- a su aire, y Flotats, que es quien mejor lo dice, sigue arrastrando su t¨ªpica cantarella, sin despegarse todav¨ªa de su "vicio" franc¨¦s. Y, falta, sobre lodo, direcci¨®n, visi¨®n de la obra en su conjunto y en su misma entra?a. Puede que para un p¨²blico en or, de oro, como dicen los franceses, que le recibe favorablemente, y m¨¢s que favorablemente, como le ocurre a Flotats con un gran sector del p¨²blico catal¨¢n, ese Alceste meti¨¦ndole mano a C¨¦lim¨¨ne, ese Alceste tanguista, revolc¨¢ndose por los suelos, sea muestra de una gran y brillante "direcci¨®n"; pero me gustar¨ªa saber qu¨¦ opinan sus maestros y compa?eros de Par¨ªs, y no los cuatro cr¨ªticos que Flotats se trae de aquella capital y tiene tres d¨ªas a pan y cuchillo en el Hotel Col¨®n (?pagando qui¨¦n?) para que luego den noticia de sus ¨¦xitos en la Prensa francesa.
Queda, por ¨²ltimo, la traducci¨®n de Xavier Bru de Sala, director general de Promoci¨®n Cultural. A m¨ª me ha parecido una traducci¨®n muy feliz y, antes que nada, eficaz, es decir, hecha para pisar y respirar en un escenario. Claro est¨¢ que habr¨ªa que escucharla, y leerla, m¨¢s atentamente. Con todo, sigo pensando que es absurdo, por no decir otra cosa, encargar ese trabajo a Bru de Sala cuando existe la extraordinaria versi¨®n de Joan Oliver. El mutismo de Flotats sobre las posibles razones que le han llevado a encargar una nueva traducci¨®n, permite todo tipo de conjeturas: que no encuentra ¨®ptima la versi¨®n de Oliver; que la descarta por haberla utilizado el Lliure en su anterior montaje de la obra; que hay un cierto acuerdo econ¨®mico entre el traductor y el actor.... En cualquier caso, la impresi¨®n que me produjo ver abrazados, sobre el escenario del Teatre Catal¨¤ de la Com¨¨dia, a Bru de Sala y Flotats mientras les aplaud¨ªa el presidente Jordi Pujol, fue la de una bofetada a la memoria de Joan Oliver (Pere Quart), Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. Una bofetada no intencionada, pero bofetada al fin y al cabo.
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