Pasado y presente

Cuando se escucha la m¨²sica actual en versiones como las ofrecidas el lunes en Bellas Artes por la London Sinfonietta, que dirige David Atherton (Blackpool, 1944), se advierte c¨®mo los autores de hoy sufren, con frecuencia, de tratamientos m¨¢s que dudosos. Constituye un acierto del Centro para la M¨²sica Contempor¨¢nea la presentaci¨®n de las excelentes interpretaciones de obras de Varese, Hindemith, Adams, Garc¨ªa Rom¨¢n y Xenakis a cargo de esta formaci¨®n altamente profesional, extremadamente d¨²ctil e ilusionada con su trabajo.La M¨²sica de c¨¢mara n¨²mero 3, con violonchelo solista -que lo fue el excelente Christopher van Kampen-, recobr¨® el esp¨ªritu que anim¨® a Hindemith al componerla: ¨¢gil, bien trabado, l¨ªrico y de estructuras dominadas, en contra de lo que se cree, por un deseo de comunicatividad. El dificil Sexteto de est¨ªo, del granadino Jos¨¦ Garc¨ªa Rom¨¢n,revela una planificaci¨®n sabia que cuaja en un total de tipo barroco muy natural del ser granadirio. El Sexteto es obra importarite dentro del total de la m¨²sica de c¨¢mara contempor¨¢nea espa?ola, pero precisa de versiones tari exactas y brillantes como la escuchada ahora.Magn¨ªfico, igualmente, Xenakis en Phlegra, de 1975, expuesta con rigor y propiedad. Hasta el curioso y un tanto enojoso minimalismo personal de John Adariris, el c¨¦lebre autor de la ¨®pera Ni?on en China, estrenada en Europa el a?o pasado y en Ari¨¦rica el anterior, puede seducir por momentos, no obstante, su consciente trivialidad si se expone como lo hizo la London Sinfonietta. Octandre, de Varese, a pesar de su perdurable inconformismo, es algo cl¨¢sico del siglo XX y, como tal, se interpret¨® y escuch¨® en toda su complejidad.Jos¨¦ de N ebra

En la serie de Cajamadrid, -que org,aniza Pablo L¨®pez de Osaba, actu¨® el martes, en el Auditorio NaLcional, la Chapelle Royale de Par¨ªs, que dirige Philippe Herreweghe. En el programa, dos ¨²nicos autores: el espa?ol Jos¨¦ de Nebra, con su Misa de r¨¦quiem, de 1758, y Haendel, con Dixit Dominus, de 1707.

La resurrecci¨®n de la obra de Nebra (Calatayud, 1702), organista en la corte madrile?a, bien fuera en las Descalzas Reales bien en palacio, interesa siempre, pero, a decir verdad, una partitura como el R¨¦quiem para los funerales de B¨¢rbara de Braganza soporta mal la vecindad del autor del Mes¨ªas.

En Dixit Dominus, el joven Haendel de Italia resplandece luminoso sin la majestuosidad triunfante, al gusto romano. Los cantores y ta?idores de la Capilla Real de Par¨ªs trabajan muy bien, siguiendo el inteligente estilo de su maestro, Herreweghe (Gante, 1947), que ha sabido encontrar la naturalidad de un punto medio entre el barroco, tal como se entend¨ªa ayer, y ciertos excesos eruditos e historicistas de hoy.