Borrasca en Yugoslavia
Para comprender los acontecimientos que sacuden la vida pol¨ªtica yugoslava conviene recordar que los Balcanes fueron a principios de siglo un polvor¨ªn a causa de enfrentamientos entre las naciones que hoy forman parte de Yugoslavia. Al terminar la II Guerra Mundial, la obra pol¨ªtica m¨¢s dificil emprendida por Tito fue crear, a pesar de esos antecedentes, una federaci¨®n integrando a seis rep¨²blicas, Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia, con las "regiones aut¨®nomas", Kosovo y Voivodina, agregadas a Serbia.Durante la guerra contra la ocupaci¨®n hitleriana, Tito propugn¨® la unidad entre esas naciones, a pesar de que se segu¨ªan produciendo choques entre algunas de ellas. Por eso el nuevo Estado yugoslavo naci¨® dando al mundo la impresi¨®n de que la experiencia de la guerra hab¨ªa permitido superar los odios del pasado.
Como modelo de federaci¨®n, Tito opt¨® por la m¨¢xima descentralizaci¨®n, dando muchas competencias a cada rep¨²blica. La Liga de los Comunistas -con un ideal com¨²n y con fuertes lazos personales, forjados en la lucha, entre muchos de sus dirigentes- deb¨ªa ser el principal instrumento de cohesi¨®n pol¨ªtica. Todo ello dominado por la personalidad de Tito, que entonces gozaba de una autoridad excepcional.
Ser¨ªa err¨®neo, no obstante, ver en la desaparici¨®n de Tito la causa principal de la disgregaci¨®n a la que estamos asistiendo. M¨¢s importante es el hecho de que Yugoslavia vive hoy una crisis del sistema econ¨®mico y pol¨ªtico instaurado en 1945. Crisis en ciertos aspectos comparable a la de otros pa¨ªses socialistas: su contramodelo autogestionario, que fue tan popular en sus inicios y deb¨ªa evitar los vicios del burocratismo sovi¨¦tico, no ha dado los resultados esperados.
Pero el caso yugoslavo tiene algo espec¨ªfico: la crisis del sistema eeon¨®mico y pol¨ªtico se produce cuando, a causa del estallido del marco federal, no hay autoridad pol¨ªtica, ni en el Gobierno ni en la Liga, capaz de definir y realizar una pol¨ªtica v¨¢lida para Yugoslavia. La Liga ha perdido su capacidad de amalgamar posiciones y en ella se reflejan los enfrentamientos entre las tendencias dominantes en cada naci¨®n. Hay un pluralismo comunista surgido de las discrepancias nacionales.
Una vieja receta
En un clima en el que se discute de todo en busca de un proyecto pol¨ªtico con capacidad unificadora el caso de Kosovo se ha convertido desde el oto?o pasado en el principal foco de atenci¨®n. Ahora rebrota con el env¨ªo de tropas, la declaraci¨®n del estado de emergencia y la detenci¨®n de los dirigentes comunistas locales m¨¢s populares. No es l¨®gico ese protagonismo de Kosovo cuando el pa¨ªs est¨¢ azotado por el desastre econ¨®mico.
Pero hay una vieja receta populista que consiste en exaltar el nacionalismo para encubrir otros problemas. Es el camino que ha escogido lamentablemente Slobodan Milosevic, sin duda, el dirigente con mayor carisma en el pa¨ªs. Su actitud cr¨ªtica ante muchos vicios del sistema le convirti¨® en el hombre que promet¨ªa encabezar una renovaci¨®n necesaria. Pero se ha sumergido en un populismo nacionalista peligroso para el destino de Yugoslavia.
Ha tomado como tema central el recorte de la autonom¨ªa de que goza Kosovo seg¨²n la Constituci¨®n. Pretensi¨®n absurda cuando el 90% de su poblaci¨®n es hoy albanesa. Es m¨¢s: la existencia de la frontera con Albania deber¨ªa aconsejar cautela en el tema de Kosovo. En cambio, las movilizaciones de las masas serbias, impulsadas por Milosevic, y que han condicionado la pol¨ªtica del Gobierno, han echado gasolina al fuego. En realidad, no pueden ser motivo de alarma las demandas de los habitantes de Kosovo: desean conservar la autonom¨ªa que les da la Constituci¨®n. Sus movilizaciones ten¨ªan como objetivo defender a dirigentes de la Liga de Comunistas, como Azim VIasi, destituido el a?o pasado y que ahora acaba de ser encarcelado.
Este deterioro de la situaci¨®n, ?amenaza la cohesi¨®n de la federaci¨®n yugoslava? Los hechos aconsejan no descartar ese peligro. En todo caso, la ra¨ªz del peligro est¨¢ en la oleada nacionalista serbia, que, agitando a grandes masas en torno a Kosovo, provoca reacciones en cadena en otras rep¨²blicas. En Croacia y en Eslovenia, la actitud serbia en Kosovo causa indignaci¨®n, porque denota una tendencia hegem¨®nica que puede no limitarse a ese caso.
La realidad yugoslava tiene otras facetas. El nuevo Gobierno encabezado por Marcovich ha encontrado apoyos para una reforma econ¨®mica que, centrada en la extensi¨®n del mercado, podr¨ªa ayudar a superar la actual tendencia a que cada rep¨²blica se encierre en s¨ª misma. Pero su realizaci¨®n ser¨¢ dificil y a ello no contribuir¨¢n las secuelas de la crisis de Kosovo.,
El problema de la democratizaci¨®n de la vida pol¨ªtica es asimismo decisivo. Se est¨¢ planteando de manera dispersa, con grandes diferencias entre unas rep¨²blicas y otras. En Eslovenia se avanza hacia un pluralismo pol¨ªtico, objetivo en el que coinciden amplios sectores. Pero sobre las formas de ese pluralismo hay muchas discrepancias. Hasta ahora, los esfuerzos de democratizaci¨®n no se hacen a nivel yugoslavo, sino s¨®lo en algunas rep¨²blicas. Y ser¨ªa muy negativo que esos progresos, en vez de promover mejores relaciones entre las rep¨²blicas, se traduzcan en tendencias disgregadoras.
Ante amenazas de ese g¨¦nero, es significativo que intelectuales progresistas de diversas rep¨²blicas hayan decidido crear en Zagreb ¨²na asociaci¨®n "por una iniciativa democr¨¢tica yugoslava". Responde sin duda a una necesidad esencial. Mas, por ahora, es s¨®lo una actitud minoritaria.
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