"Paz ahora y para siempre"
Bajo este lema (propuesto por mi compa?ero y secretario general, Oliveri) se celebr¨® en Bilbao recientemente una de las grandes manifestaciones que recordaremos en el futuro. Por cierto, que mi ausencia obligada por un compromiso ineludible contra¨ªdo en Italia tiempo atr¨¢s ha servido para que desde algunos medios se me dedicaran invectivas e insultos impropios de quienes se permiten hablar de paz, respeto y tolerancia. Pues bien, para quienes manipulan despreciablemente tan nobles oportunidades, pero tambi¨¦n para quienes con su mejor voluntad albergan algunas dudas sobre la forma en que conceb¨ªamos la paz muchos vascos, vayan, sin ambig¨¹edad, algunas aclaraciones sobre nuestra postura.Aunque las gentes de Eusko Alkartasuna, y quien esto escribe en particular, hayamos recibido m¨¢s de una raci¨®n de moralina, incluso de personas que en d¨ªas no lejanos aplaudieron y hasta practicaron la llamada lucha armada, nuestra postura siempre fue radicalmente opuesta al uso de la violencia. Para no dejar dudas al respecto, yo he recordado con frecuencia, a efectos dial¨¦cticos, que aun tratando de justificar la lucha armada como una cuesti¨®n de leg¨ªtima defensa, para que ¨¦sta pudiera considerarse tal tendr¨ªan que cumplirse tres condiciones, que en Euskadi hoy no se dan.
Primera, la imposibilidad de, emplear medios alternativos a la violencia para defender objetivos pol¨ªticos leg¨ªtimos. Segunda, que los males causados no sean superiores a los que se trata de conjurar. Y tercera, que sea la mayor¨ªa de nuestra sociedad, y no un iluminado, quien aprecie el cumplimiento de las dos primeras condiciones.
Votaciones
Comenzando por la tercera condici¨®n, es, claro que la mayor¨ªa de los vascos hemos votado repetidamente no a la violencia. Desde 1977 hasta hoy, m¨¢s del 80% de los ciudadanos de Euskadi ha apoyado programas que inclu¨ªan n¨ªtidamente el rechazo a la estrategia de las armas, y en ello han influido, sin duda, valoraciones diversas: desde los que consideraban injustificables los objetivos que se planteaban como legitimadores de la lucha armada hasta los que entend¨ªan que, aun siendo leg¨ªtimos los objetivos, los medios no lo eran y confiaban en la existencia de v¨ªas pac¨ªficas alternativas capaces de permitir la defensa, con garant¨ªas democr¨¢ticas, de tales objetivos. Finalmente, no han faltado quienes, aun abrigando serias dudas sobre la efectividad de las mencionadas v¨ªas alternativas, han entendido que, en todo caso, bien merec¨ªa la pena el beneficio de la duda para las mismas, a efectos de evitar los grav¨ªsimos males que en el terreno ¨¦tico, pol¨ªtico, econ¨®mico y social derivar¨ªan para nuestra sociedad del uso de la violencia.
Quede claro, pues, que, ponderando en mayor o menor medida unas u otras razones, la mayor¨ªa de los vascos hemos tomado partido en favor de la paz de manera inequ¨ªvoca; y que nadie tiene derecho a considerarse mejor abanderado de esa paz que los dem¨¢s, y mucho menos a instrumentalizarla pol¨ªticamente, aprovechando su invocaci¨®n para descalificar a quienes no secunden d¨®cilmente sus iniciativas. En Euskadi, todo hay que decirlo, hay quien hace el agosto empleando la paz como arma arrojadiza contra sus adversarios. Basta con llamarles tibios o ambiguos si no suscriben un manifiesto en el que se cuelan, m¨¢s o menos sutilmente, las tesis pol¨ªticas propias y se rechazan las del adversario, aunque este sea el mas pacifico del planeta. El acuerdo por la paz y la tolerancia en Navarra es un ejemplo paradigm¨¢tico. Aprovechando tan noble lema, se alientan subliminalmente las tesis navarristas y antivasquistas, en constantes alusiones a la inviolabilidad de la personalidad y la autonom¨ªa de Navarra, desde el resto del Pa¨ªs Vasco.
F¨®rmula simplista
Pero volviendo a la explicaci¨®n de las razones por las que la violencia es rechazada, encontramos el trasfondo pol¨ªtico que existe detr¨¢s de ella. No es lo mismo rechazarla por estar disconforme con los fines que con ella se persiguen que admitir la legitimidad de los mismos y rechazar la perversidad de los medios empleados para su consecuci¨®n con la esperanza de que las v¨ªas pac¨ªficas puedan permitir la defensa efectiva de tales fines.
Personalmente creo que la tan tra¨ªda y llevada alternativa KAS es una f¨®rmula simplista, demag¨®gica y carente de planteamientos esenciales cara a la actual problem¨¢tica pol¨ªtica, econ¨®mica y social de Euskadi. Pero, a fuer de sincero, creo que la inmensa mayor¨ªa de los nacionalistas encuentra tan naturales y asumibles sus enunciados que dan por descontado que sus diferencias est¨¢n en las carencias de tal alternativa para responder a los problemas del hoy y aqu¨ª a la diferente sensibilidad democr¨¢tica con que unos admiten que las propias ideas hay que transaccionarlas con las de los dem¨¢s, mientras otros quieren imponer las suyas aun siendo minor¨ªa y, por supuesto, en el uso de la violencia.
Por eso, aunque algunos se irriten, la gran cuesti¨®n que no debe olvidarse es la siguiente: supuesto el fin de la violencia (?Dios lo quiera!) ?ser¨¢ respetada la voluntad de la mayor¨ªa del Parlamento vasco si un d¨ªa aprueba pac¨ªficamente alg¨²n punto de la famosa alternativa KAS?
Quienes rechazan la violencia porque creen en v¨ªas alternativas as¨ª lo esperan, aun admitiendo que har¨¢ falta prudencia, realismo y hasta paciencia hist¨®rica para hacer bien las cosas. Pero est¨¢ claro que no debe confundirse ETA con la cuesti¨®n vasca. ?sta existe con ETA y sin ETA. Y desaparecida ETA, las v¨ªas pac¨ªficas alternativas tendr¨¢n que funcionar para que la normalidad pol¨ªtica se instale definitivamente en Euskadi.
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