No todos son mendigos
En el albergue de San Isidro no se acoge s¨®lo a mendigos habituales. La fortuna, que ha zigzagueado para muchas personas, conduce aqu¨ª a un t¨ªtulo nobiliario, un ex campe¨®n de los pesos welter, la cantante de un d¨²o que encabez¨® las listas de ¨¦xitos hace muy pocos a?os... La mano de chorizos en perfecto cumplimiento de su papel, convierte las vacaciones de turistas franceses o alemanes en un peregrinar por comisar¨ªa, embajada y Cruz Roja, finalizando en s¨²plica de bocadillo o cama. Llegan tambi¨¦n refugiados pol¨ªticos africanos, polacos que se resisten a volver a su pa¨ªs tras un contrato de colaboraci¨®n en el extranjero; y mujeres maltratadas con tres o cuatro hijos a cuestas.
El buen tiempo lo disimula todo con su p¨¢tina optimista de reflejos de sol. Es el momento para que abandonen nuestra ciudad aquellos que no est¨¢n sujetos por lazo s¨®lido. Los indigentes se dejan llevar por el aire de las ferias. Siguiendo el surco de ancestrales costumbres, hacen la de abril en Sevilla, la de San Ferm¨ªn en Pamplona. Llegan a las ciudades en los momentos de mayor exteriorizaci¨®n de la actividad econ¨®mica, cuando locales y forasteros se muestran participativos de su bolsa llena, y los feriantes requieren personal que mantega en funcionamiento las atracciones noche y d¨ªa. Es tambi¨¦n la ¨¦poca de la recolecta, de la explotaci¨®n hostelera, de la vendimia..., actividades que dan trabajo y dinero para vivir al d¨ªa.
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