Perdonar y no olvidar
CASI EL 58% de los votantes uruguayos ha optado porque se mantenga la ley de puntofinal, promulgada hace a?o y medio, que preve¨ªa la prescripci¨®n de los delitos cometidos por polic¨ªas y militares durante ladictadura que padeci¨® el pa¨ªs desde 1973 a 1985. Muchos de ellos, aun queriendo mantener vivo el recuerdo de las monstruosidades cometidas en nombre de la patria, optaron por esta soluci¨®n. Los que, adem¨¢s de no olvidar, exig¨ªan la abolici¨®n de la ley y el castigo de los culpables fueron derrotados, pero obtuvieron un 42% de los votos, una cifra muy alta si se tiene en cuenta que las direcciones de los dos partidos mayoritarios, el Blanco y el Colorado, pidieron el voto en contra. Lo que indica que muchas heridas abiertas por la represi¨®n siguen a¨²n abiertas.?Perdonar y mirar al futuro o castigar y limpiar el pasado? ?sa es la disyuntiva con que se enfrentan algunas naciones suramericanas tras el paso de dictaduras militares por sus casas de gobierno. Quienes opinan que la ¨²nica v¨ªa de acceso a un futuro nacional pac¨ªfico es el olvido ven en esta soluci¨®n la mejor garant¨ªa para evitar nuevos pronunciamientos militares. Los que, por el contrario, han padecido directamente los cr¨ªmenes o, simplemente, sienten que antes de encararse con el porvenir prima la necesidad cat¨¢rtica de limpiar las manchas de sangre y borrar de la memoria los gritos de las v¨ªctimas exigen que paguen los responsables.
Sometido el tema a votaci¨®n en Uruguay, han ganado los pragm¨¢ticos del olvido. Si ello garantiza que de ahora en adelante los militares de aquella rep¨²blica se quedan en sus cuarteles y nunca m¨¢s ceden a la tentaci¨®n del autosacrificio, habr¨¢ que aceptar que se ha alcanzado la soluci¨®n m¨¢s realista. Muchos dem¨®cratas uruguayos, con el presidente Sanguinetti a la cabeza, habr¨¢n tragado un amargo c¨¢liz en bien del ftituro.
Sin embargo, y pese a ello, el poder civil salido de las urnas en 1985 sigue gobernando en precario. El Ej¨¦rcito uruguayo dispone todav¨ªa de un poder estimable. Hasta el punto de que no habr¨ªa que descartar que, enfrentados con un resultado plebiscitario que les obligara a responder de sus cr¨ªmenes, los militares no habr¨ªan vuelto a las andadas. No conduce a otra conclusi¨®n la campa?a de desobediencia militar y reto al Gobierno que durante las semanas previas al refer¨¦ndum llev¨® a cabo el propio ministro de Defensa. Es dificil que se pueda esperar otra cosa de estamentos militares que en Am¨¦rica Latina se muestran dispuestos a respetar el orden democr¨¢tico siempre y cuando les favorezca. Recu¨¦rdense si no las recientes y pintorescas declaraciones del general Pinochet prometiendo acatar el resultado de las urnas en su pa¨ªs siempre y cuando no resulte elegida una opci¨®n de izquierda.
Por su parte, los perdedores del refer¨¦ndum han librado una tremenda batalla. En primer lugar, para conseguir, contra viento y marea, que les fuera reconocida la reuni¨®n de las m¨¢s de 555.000 firmas exigidas para convocar la consulta. Y probablemente la habr¨ªan ganado si a sus voces hubieran podido a?adirse las de otro medio mill¨®n de uruguayos a quienes no se permiti¨® votar desde el exilio a que les empuj¨® la dictadura. Entre todos constituyen un sonoro recordatorio al Ej¨¦rcito uruguayo, no vayan a creer los criminales de entonces que en realidad nunca asesinaron y torturaron. El Estado ha perdonado, pero el pueblo uruguayo no quiere olvidar.
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