Una desesperante mediocridad
JOAQUIN VIDAL, Los toreros pueden ser malos; lo que no pueden ser es aburridos. A un torero le puede faltar valor; lo que no le puede faltar es torer¨ªa. El peor mal que aqueja a la fiesta es la desesperante mediocridad, ayer presente de nuevo en Las Ventas, tra¨ªda por dos de los que llaman figuras del toreo. Cuando la fiesta era fiesta, hab¨ªa toros brav¨ªsimos y toros mans¨ªsimos; hab¨ªa toreros arrebatadores y los hab¨ªa que sal¨ªan de la plaza escoltados por la Guardia Civil. Y en la lidia no faltaban jam¨¢s incidentes, emoci¨®n, argumento. Ahora, en cambio, todo es m¨¢s regular y m¨¢s plano: ni tanto triunfo ni tanto fracaso; ni tanta bravura, ni tanta mansedumbre. Y hasta puede ocurrir que en la lidia no ocurra absolutamente nada.
Guateles / Manzanares, Robles, Ni?o de la Taurina
Cinco toros de Los Guateles (4?, sobrero), bien presentados, inv¨¢lidos, aborregados; 6? sobrero de Joaqu¨ªn Barral cinque?o pasado, bronco. Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo y media (ovaci¨®n con pitos y salida al tercio); estocada (silencio). Julio Robles estocada trasera ca¨ªda (ovaci¨®n y salida al tercio) pinchazo y bajonazo descarado (silencio) Ni?o de la Taurina que confirm¨® la alternativa: estocada (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda) pinchazo y media (palmas). Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. S¨¦ptima corrida de la Feria de San Isidro.
La fiesta que han inventado los taurinos de esta hora tuvo su expresi¨®n cabal en la corrida de ayer, donde no sucedi¨® absolutamente nada, hasta que sali¨® el toro, y si sali¨® fue por casualidad al final de todo el insoportable asunto. Aparec¨ªan toros de buena fachada y resultaba que eran s¨®lo toros aparentes, pues no serv¨ªan para la lidia. Luego, dos que llaman figuras, se pon¨ªan a pegarles pases. Si buenos o malos poco hac¨ªa al caso porque el toreo tiene raz¨®n de ser con el toro verdadero, no con el aparente, y a¨²n menos si est¨¢ tullido. Parte del p¨²blico no toleraba aquello y daba palmas de tango, pero los figurillas hac¨ªan caso omiso y continuaban pegando pases, por si encandilaban a la otra parte del p¨²blico, muy propensa a aplaudir, y les ca¨ªa el favor de una orejita, aunque fuera misericordiosa.
Uno de los figuras, Manzanares, pegaba pases con la suerte descargada y sin el menor prop¨®sito de ligaz¨®n; antes bien, abandonaba precipitadamente su terreno al rematarlos. El otro, Robles, los pegaba m¨¢s largos y hondos, pero utilizando el alivio del pico, que es feo truco. S¨ª, con toros verdaderos, descargar la suerte, rematar corriendo, meter pico es contradecir la esencia de la tauromaquia, con toros aparentes, ahorregados y moribundos, es hacer burla de ella. Robles fue, incluso, m¨¢s lejos: despu¨¦s de atizarle al sumiso torejo que sali¨® en tercer lugar un sartenazo trasero y ca¨ªdo, le acompa?¨® la agon¨ªa ci?¨¦ndole naturales bien cargada la suerte.
Cargarle la suerte a un toro ag¨®nico no precisamente herido por el hoyo de las agujas sino por los indefensos costados tendr¨¢ nombre -podr¨ªa ser recochineo- y es consecuencia de la vulgaridad en que tienen convertida la torer¨ªa muchos de los que llaman figuras. En realidad, es una ordinariez. Donde parte de culpa la tiene tambi¨¦n el p¨²blico, que la celebra. A buenas horas el p¨²blico aquel que alent¨® la lidia en plenitud, iba a consentir que los toreros les hicieran cucamonas a los toros aparentes, aborregados y moribundos. El p¨²blico taurino tambi¨¦n ha cambiado Algunos int¨¦rpretes de la psicolog¨ªa del p¨²blico afirman que hoy es m¨¢s civilizado y, por tanto, m¨¢s benevolente. Pero ser¨¢ seg¨²n se mire y qui¨¦n toree. Pues ayer, sin ir m¨¢s lejos, con Manzanares y Robles pegando pases a la borrega, se hac¨ªa de miel, mientras la angustiosa confrontaci¨®n del Ni?o de la Taurina con un cinque?o resabiado le dej¨® indiferente.
Ni?o de la Taurina porfi¨¦ para nada al aplomado toro de su alternativa y con el cinque?o se jug¨® literalmente la vida. A fuerza de consentir ga?afones y coladas sac¨® los tres o cuatro pases que ten¨ªa, y ese civilizad¨ªsimo p¨²blico tan mel¨ªfluo con las figuras, ni se molest¨® en agradec¨¦rselo, aunque s¨®lo fuera con unas palmitas de consolaci¨®n. Quiz¨¢ sea que la desesperante mediocridad no es mal exclusivo de la fiesta. Quiz¨¢ sea que la desesperante mediocridad forma parte consustancial del propio mundo que estamos viviendo.
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