El banquillo de la amargura y la esperanza
Treinta y seis hombres y una mujer se sientan hoy en los estrados de uno de los auditorios de la Casa de Campo de Madrid para escuchar la sentencia del caso del s¨ªndrome t¨®xico (dos m¨¢s est¨¢n en rebeld¨ªa y uno ha muerto). Con ello tocan a su fin 11 meses de espera desde que termin¨® el juicio y se abre para ellos una nueva etapa.Desde el verano de 1981 han pasado por la c¨¢rcel, la libertad condicional y los 15 meses -de marzo de 1987 a junio de 1988- del proceso m¨¢s sonado de la historia judicial espa?ola. Despu¨¦s, casi un a?o de tensa espera, oscilando entre la amargura y la esperanza.
Ocho de ellos se enfrentan a peticiones de condenas superiores a 10.000 a?os de c¨¢rcel, en un caso que ha costado m¨¢s de 650 v¨ªctimas mortales y 20.000 enfermos en 714 familias. Son los hermanos Juan Miguel y Fernando Bengoechea, de San Sebasti¨¢n; los tambi¨¦n hermanos Ram¨®n y El¨ªas Ferrero y su cu?ado C¨¢ndido Hern¨¢ndez Gal¨¢n, de Alcorc¨®n (Madrid); Enrique Salom¨® y Ram¨®n Alabart, de Reus (Tarragona), y Jorge Pich, de Barcelona.
Precanciones
Cada d¨ªa, los ocho principales encausados tienen que presentarse en la comisar¨ªa o cuartelillo de la Guardia Civil que les corresponde. Adem¨¢s, carecen de pasaporte y de documento nacional de identidad. Son las . medidas de aseguramiento" que estableci¨® el juez instructor, Alfonso Barcala, en dos autos de julio de 1981 y junio de 1984, con el doble fin de "evitar, en la medida de lo posible, la sustracci¨®n de los procesados a la acci¨®n de la justicia y garantizar la protecci¨®n de los mismos ante posibles reacciones incontroladas de grupos de personas afectadas por el denominado s¨ªndrome t¨®xico?.
Las normas del juez han sido cumplidas, aunque en m¨¢s de una comisar¨ªa ha habido cierta tolerancia en el fin de semana: "Como nunca ha dejado de cumplir...", explican en una de ellas. Los procesados han preferido las primeras o las ¨²ltimas horas del d¨ªa para presentarse, momentos en los que es m¨¢s f¨¢cil pasar inadvertido. Peri¨®dicamente, el tribunal ha recibido los partes de presentaci¨®n de los procesados. "Todo est¨¢ en orden", asegura el secretario, Joaqu¨ªn Casinello.
No es f¨¢cil vivir asumiendo la posibilidad de semejante culpa. Huidizos, cuando no hostiles, con la prensa, a la que achacan buena parte de sus males, mantienen que el aceite no fue la causa de las muertes, reh¨²yen el contacto con sus vecinos y se refugian en la familia.
Est¨¢n insomnes, fuman sin parar y casi todos dicen que est¨¢n arruinados. Las suspicacias les han dividido en parejas: El¨ªas Ferrero y C¨¢ndido Hern¨¢ndez Gal¨¢n mantienen una estrecha relaci¨®n e incluso van juntos a presentarse a la comisar¨ªa, pero apenas se tratan con Ram¨®n Ferrero. Salom¨® y Alabart, nacidos y criados en Reus, tambi¨¦n hacen causa com¨²n en su desgracia. Muchos de ellos, como Hern¨¢ndez Gal¨¢n o Salom¨®, tienen hijos mayores que no han quedado inc¨®lumes tras las tensiones familiares.
Su relato pasa del "todo esto ha sido un montaje" a declaraciones de confianza ilimitada en el tribunal. Ram¨®n Ferrero resulta pat¨¦tico cuando exhibe sus enormes carpetas llenas de papeles, para ¨¦l pruebas irrefutables de una conjura cada vez m¨¢s improbable, o cuando habla de c¨®mo le miran a veces en alguno de los muchos empleos por los que ha pasado.
?l se mata a trabajar, como su cu?ado C¨¢ndido, como Ram¨®n Alabart, e igual que Salom¨® anda por el campo horas y horas: para evadirse. El, silencio de los hermanos Bengoechea es otra cara de la circunspecci¨®n de Jorge Pich: todo ha sido un error, el tribunal lo dir¨¢, y si no, recurriremos.
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