El viaje de Duroure
La casa de las plumas verdes e una pieza a la vez inquietante y serena en la que los bailarines se mueven en tomo a un rey -m¨¢s aburrido que loco- que se despoja de sus atributos y termina abandonando su mansi¨®n para adentrarse en un jard¨ªn, siguiendo la llamada de un misterioso personaje tocado de un vistoso plumero que hace figura de anunciador de reinos m¨¢s ex¨®ticos.La m¨²sica, de diversas fuentes medievales, se va adentrando conforme avanza el viaje hacia ritmos orientalistas, mientras que el movimiento mantiene la ambig¨¹edad entre la evasi¨®n y la introspecci¨®n, entre la descripci¨®n y la fantas¨ªa, entre la sensualidad y la idea en que se desenvuelve la obra.
Duroure -que, con 24 a?os, pertenece a la ultim¨ªsima generaci¨®n de core¨®grafos franceses, que empezaron la creaci¨®n propia cuando ya Magui Marin, Gallotta y tantos otros hab¨ªan abierto brecha y las autoridades culturales se hab¨ªan percatado de que la nueva danza era un sector art¨ªstico rentable donde invertir sus subvenciones- parece inclinarse por el teatro-danza y se agarra al asunto por d¨¦bil que sea. No en vano trabaj¨® con Pina Bausch y sigue muy relacionado con la escuela de Essen, pero guarda sus distancias.
La maison des phumes vertes (La casa de las plumas verdes)
Compa?¨ªa Jean-Frangois Duroure.Coreografia: Jean-Frangois Duroure. Escenograf¨ªa: B. Scarpatto. Dise?o luz: E. Wurtz. Montaje musical: C. Sechet. Madrid en Danza. Teatro Alb¨¦niz. Viernes 26 de mayo de 1989.
En La casa de las plumas verdes -presentada en el teatro Alb¨¦niz en el ciclo Madrid en Danza- la carga emocional est¨¢ controlada y nadie pretende remover las entra?as del espectador. Quedan algunos tics que contrastan con lo que se intuye m¨¢s propio del talento de Duroure, que aflora con fuerza en el ba?o de las mujeres, el baile de las mandolinas o la escena de m¨²sica ar¨¢bigo andaluza.
El espect¨¢culo tiene una calidad palpable en su voluntad de austeridad y de rechazo de la estructura de mitin electoral que salva tanto espect¨¢culo mediocre. Esta ausencia de exhibicionismo, que puede confundirse con falta de ritmo, incluye la ausencia del propio Duroure del escenario- se compensa con la pulcritud y la concentraci¨®n de los siete int¨¦rpretes.
El p¨²blico acogi¨® con fuertes aplausos a la compa?¨ªa, primera de las tres francesas programadas en el Madrid en Danza.
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