?Enfriar la econom¨ªa o recalentar la ideolog¨ªa?
En su art¨ªculo, el autor se?ala lo insignificantes que a la postre resultar¨¢n los intentos de frenar las alzas de precios a trav¨¦s de medidas tendentes a retirar dinero de la circulaci¨®n y frenar los impulsos excesivos de la demanda, si al mismo tiempo no se desincentiva la cultura del gasto improductivo y del dinero como expresi¨®n m¨¢s valorizada de los comportamientos sociales.
Hay razones muy diversas para aventurar que con la pol¨ªtica econ¨®mica que viene siguiendo el Gobierno socialista ser¨¢ muy dif¨ªcil que ¨¦ste consiga controlar los impulsos inflacionarios soterrados que mensualmente vienen dando al traste con las esperanzas de nuestros gobernantes.Sin embargo, no es mi intenci¨®n referirme ahora a los profundos y ya antiguos desequilibrios estructurales de la econom¨ªa espa?ola, ni a la estructura monopol¨ªstica que caracteriza a los circuitos de comercializaci¨®n, ni al d¨¦ficit estructural en las redes de comunicaciones, ni al gravoso divorcio que se produce entre la circulaci¨®n real y la monetaria, a veces fomentado por una pol¨ªtica monetaria regalista frente a los grandes centros de intermediaci¨®n financiera.
Ni tan siquiera har¨¦ referencia a la pertinaz ausencia de pol¨ªticas tendentes a impulsar la competitividad de las empresas para que ¨¦stas no acudan al acomodaticio expediente de subir los precios frente al alza de los costes, de manera que a la postre los salarios resulten ser los culpables de las subidas de precios; ni tampoco al deterioro producido en nuestra relaci¨®n de intercambio por una negociaci¨®n con la CE, no exenta de grandes concesiones y de infundadas esperanzas en una futura unidad europea, menos gravosa para nuestra econom¨ªa en el ¨¢mbito de la competitividad exterior.
Sin perjuicio de reconocer la complejidad estructural de los fen¨®menos inflacionarios en las econom¨ªas modernas, y por ende de las medidas que pueden hacerles frente de forma efectiva, quisiera comentar simplemente lo insignificantes que resultar¨¢n a la postre los intentos de frenar las alzas de precios por el intermedio de medidas tendentes a retirar dinero de la circulaci¨®n y frenar los impulsos excesivos de nuestra demanda, cuando al mismo tiempo se fomenta -o al menos no se desincentiva- la cultura del gasto improductivo y del dinero como expresi¨®n m¨¢s valorizada de los comportamientos sociales.
Y es que no hay m¨¢s remedio que destacar que precisamente durante el mandato del Gobierno socialista la reactivaci¨®n de la econom¨ªa se ha basado muy especialmente en facilitar por medio de todo tipo de mecanismos, la obtenci¨®n de ganancias privadas, sea cual fuera el procedimiento que las permitiera generar.
La pol¨ªtica de tipos de inter¨¦s ha sido excepcionalmente efectiva para hacer posible la entrada masiva de capitales extranjeros, que en muy gran medida se han destinado a operaciones especulativas y que con su secuela de multimillonarios beneficios han sido entronizadas como el paradigma del buen hacer en los negocios.
El sue?o dorado
En estos a?os se ha disparado, sin apenas reacci¨®n gubernamental perceptible, una fiebre inmobiliaria y burs¨¢til que, junto a las alt¨ªsimas rentas producidas, ha dado lugar a una circulaci¨®n monetaria completamente alejada de la circulaci¨®n productiva en nuestra econom¨ªa.
La especulaci¨®n se ha convertido en el sue?o dorado del ciudadano, y la c¨®moda obtenci¨®n de plusval¨ªas, en el paradigma que proporciona relieve y reconocimiento social.
La intermediaci¨®n de todos los tipos no es ya el suced¨¢neo de los negocios, sino la actividad lucrativa m¨¢s segura, m¨¢s habitual y, posiblemente, la que menos trabas encuentra en la burocracia instituida.
Consustancialmente, los personajes p¨²blicos que de mayor predicamento parecen gozar son quienes hacen de estas actividades improductivas, pero extraordinariamente rentables su forma de vida y negocio.
Ni tan siquiera algunos de los propios dirigentes socialistas han rechazado, despu¨¦s de prestar sus servicios en los Gobiernos central o auton¨®micos, la tentaci¨®n de involucrarse con mayor dedicaci¨®n, y quiz¨¢ menos ortodoxia, en este tipo de actividades y se han convertido, muchos de ellos, en paladines de la factura de nuevos patrimonios a base de la intermediaci¨®n, del tr¨¢fico de influencias y de los grandes negocios improductivos.
Y todo ello de tal forma que se ha extendido desde los centros de poder, o al menos no se ha evitado desde ¨¦stos su proliferaci¨®n, un aut¨¦ntico discurso socia en torno al dinero, al gasto y a ¨¦xito financiero, que se infiltra denonadamente en todos los comportamientos sociales.
Lo que alg¨²n autor llam¨® la "cultura del m¨¢s", caracter¨ªstica de los buenos a?os del keynesianismo, ha sido asumida tan desproporcionadamente por nuestros gobernantes y por los personajes a los que se dota de mayor relieve social, que parece haberse constituido en el referente obligado del devenir ciudadano.
?No ser¨¢ esta fiebre la que provoca finalmente el calentamiento al que se alude cuando se acude a recetas fiscales de signo coyuntural?
Cabe, efectivamente, preguntarse sobre la efectividad de una pol¨ªtica fiscal o monetaria antiinflacionista, que se implementan no s¨®lo sin combatir, sino auspiciando el protagonismo de la actividad improductiva y de la especulaci¨®n y haciendo de la pomposidad del gasto el espejo donde han de mirarse las buenas obras del gobernante.
Por ello que quiz¨¢ no sea el momento de enfriar la econom¨ªa, sino de recalentar la ideolog¨ªa. Ese t¨¦rmino, tan mal visto en los ¨²ltimos a?os, que lleva a pronunciarse sobre si la econom¨ªa est¨¢ mejor porque algunos ganan m¨¢s dinero o porque todos somos m¨¢s iguales en una sociedad m¨¢s justa. Al fin y al cabo, ¨¦sa es, y no otra, la cuesti¨®n capital que debe guiar el gobierno de las naciones.
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