Regeneracionismo y farsa
Los tiempos que corren son propensos a una especie de regeneracionismo pol¨ªtico de la especie m¨¢s chusca e indigente. La puesta en evidencia de casos de corrupci¨®n de mayor o menor gravedad entre espec¨ªmenes de la clase pol¨ªtica ha hecho subir el term¨®metro de la moralina en los medios de comunicaci¨®n y en los discursos de cada partido. Muchos han llegado a la conclusi¨®n de que "la pol¨ªtica es un asco", afirmaci¨®n que puede extenderse con el mismo grado de verosimilitud o exageraci¨®n a casi todas las restantes esferas de la actividad humana, incluidas algunas tan sublimes como la creaci¨®n art¨ªstica o el amor. Otros atribuyen la degradaci¨®n vigente al partido gobernante o a modas tan reprobables como el individualismo y el consumismo, t¨®picos lejanos, no ya por referencia al franquismo (en el que lo ¨²nico que permanec¨ªa pol¨ªticamente incorrupto era el brazo de santa Teresa), sino bastante mas atr¨¢s, como revela aquella descripci¨®n dada por el viejo Hes¨ªodo en Los trabajos y los d¨ªas sobre la situaci¨®n reinante en su ¨¦poca: "La lealtad al juramento prestado no merece premio, ni tampoco el ser justo, ni el ser bueno; al contrario, quien peca, quien comete injusticia, recibe honores; no hay Derecho en nuestras manos, ni tampoco sentido del honor..." etc¨¦tera.Algunos bienintencionados intentan salir al quite diciendo que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos est¨¢n moralmente sanos, que siempre hay ovejas negras y que el acoso y derribo de todas las personas con representaci¨®n p¨²blica desprestigia desestabilizadoramente a la democracia. S¨ª y no, seg¨²n se mire. En efecto, no es probable que los pol¨ªticos sean peores que nosotros, los que les hemos elegido; ni tampoco mejores, claro est¨¢, porque si fueran demasiado excelentes no habr¨ªan conseguido el voto de nadie. Se nos parecen, dicho sea en su acusaci¨®n pero tambi¨¦n en su descargo. Y es verdad que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos no cometen flagrantes latrocinios ni se dejan sobornar en exceso, pero ello no por miedo a las consecuencias negativas que puede traerles ese comportamiento. Como ustedes y como yo, no son m¨¢s granujas sencillamente porque no se atreven. Claro que habr¨¢ personas a las que no se puede comprar ni con un mill¨®n de pesetas ni con 100 y ello exclusivamente por sentido del deber, pero son poqu¨ªsimas, entre los pol¨ªticos y en cualquier otro grupo humano. ?Por qu¨¦ creen ustedes si no que siempre se ha ensalzado tanto a las personas honradas, a los gobernantes justos y a los administradores no venales? Si fueran o hubieran sido alguna vez la regla general, nadie se hubiera molestado tanto en cubrirles de laureles...
Lo que de verdad desestabiliza a la democracia es dejar entender que s¨®lo podr¨¢ resultar bien si pol¨ªticos, sindicalistas y ciudadanbos se regeneran, convirti¨¦ndose en dechados de virtud. Lo siento por mi admirado Montesquieu, pero hay que organizar el sistema democr¨¢tico de tal modo que la buena voluntad de gobernantes y gobernados no sea el requisito b¨¢sico para su adecuado funcionamiento. Por lo dem¨¢s, all¨¢ cada cual con su conciencia pues nadie puede preocuparse en lugar de otro por determinar lo que de veras conviene hacer con su libertad. Todo ese regeneracionismo barato, esa obsesi¨®n de convertir la critica pol¨ªtica en determinaciones psicol¨®gicas obvias (la ambici¨®n de C¨¦sar, la braga que seduce al banquero, etc¨¦tera) no son m¨¢s que la cutre horterada nacional de siempre ascendida por ineptos a an¨¢lisis sociopol¨ªtico. Cuando las cosas van mal en pol¨ªtica es porque las instituciones no han sido pensadas y compensadas como es debido, no a causa de vicios privados tan viejos como la humanidad y que en mayor o menor grado todos compartimos.
Fij¨¦monos, por ejemplo, en el impacto que todo este regeneracionismo alpargatero (cuyo boom comenz¨® en el 14-D, todo hay que decirlo) ha tenido en las elecciones al Parlamento Europeo. Pr¨¢cticamente todos los candidatos se han dedicado al moralismo pol¨ªtico de baja estofa, a deplorar la vesania de sus adversarios contra la honestidad p¨²blica o contra el debido respeto a los hijos de alba?iles, a pedir votos de castigo y botes de propina para sus particulares misioneros. De Europa nadie ha dicho pr¨¢cticamente nada que no quepa en el reverso de un sello de correos. Se dice que los espa?oles no est¨¢n lo bastante motivados para interesarse por las cuestiones que ata?en a la unidad pol¨ªtica europea, y los candidatos que van a representarnos all¨ª son los que m¨¢s parecen desentenderse del asunto para ponerse a predicar desde su estrecho campanario: francamente, cuanto mas interesado est¨¦ uno en Europa, menos motivo encuentra para votar a nadie en estas elecciones.
En todo este jaleo de transfuguismo y corrupci¨®n, en cambio, la nube de moralina oculta las preguntas b¨¢sicas que siguen sin hacerse: ?c¨®mo puede ser que el voto de un don nadie llegue a valer 100 millones de pesetas? ?qu¨¦ prebendas econ¨®micas sacan los partidos -y no ya s¨®lo tal o cual corrupto personaje- de concesiones inmobiliarias o jugosos chanchullos semejantes? Lo que hay que hacer no es sermonear para que los pol¨ªticos sean buenos, sino sentarse a pensar c¨®mo controlar los focos de persuasi¨®n econ¨®mica para que no tengan m¨¢s remedio que serlo. Y a¨²n m¨¢s: ?para cu¨¢ndo la reforma de la ley electoral? ?Hasta cu¨¢ndo la triste farsa de las listas cerradas, sistema que no convence ya m¨¢s que a los pol¨ªticos (y si lo dudan que nos pregunten, que ya se lo aclararemos)? ?Por qu¨¦ no pueden elegirse a los parlamentarios por peque?as circunscripciones, a la inglesa, para que los elegidos deban responder de aciertos y desaciertos ante personas que les conocen y que pueden controlar de cerca no su pureza ideol¨®gica, que maldito lo que importa, sino el estricto cumplimiento de las reglas del juego para el que se les ha elegido? Esperemos que cuando se queden ah¨ªtos los regeneracionistas de farsa y p¨²lpito puedan plantearse las reformas oportunas: no de la naturaleza humana, sino de las instituciones vigentes.
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