En busca de un visado
M¨¢s de 70.000 universitarios aspiran a completar sus estudios en Canad¨¢, Australia y Estados Unidos
El barrio diplom¨¢tico de Sanlitun se despierta con el tintineo de j¨®venes ciclistas que se dirigen ansiosos a la Embajada de Canad¨¢. Antes de que la sede diplom¨¢tica abra sus puertas ya se ha formado una cola de unos 200 muchachos. Entre ellos hablan en un medio ingl¨¦s que con frecuencia les obliga a traducirse en chino para entenderse. El tema de conversaci¨®n fundamental trata sobre la universidad que han elegido para continuar sus estudios y sobre la especialidad a que van a dedicar tres a?os de su vida.
A unos cuatro kil¨®metros, en el barrio diplom¨¢tico de Qijiayuan, la escena se repite. Esta vez se trata de la Embajada de Estados Unidos. Ambos pa¨ªses, junto con Australia, se encuentran entre los favoritos de la juventud china. M¨¢s de 70.000 universitarios chinos los eligen para completar sus estudios.Una joven con cara radiante atraviesa la verja como llevada en volandas por arc¨¢ngeles. Los de la cola se abalanzan sobre ella formando un estrecho c¨ªrculo. Lo que m¨¢s importa es conocer detalles sobre la entrevista.
La agraciada con un visado no puede reprimir la risa y las palabras salen a trompicones. Todos se han olvidado ya de que tienen que practicar su ingl¨¦s y el interrogatorio y las enhorabuenas se hacen en lengua mandar¨ªn. Li Minze va a estudiar Bioqu¨ªmica a una universidad de Tejas. Su novio, Xiao Zhang, un ingeniero de Telecomunicaciones, cree que la semana pr¨®xima estar¨¢ listo su pasaporte y su permiso de entrada en la Embajada norteamericana para ultimar su visado con destino a una universidad de Maryland. Los dos saben la enorme distancia que les separar¨¢, pero se sienten felices y aseguran que luego volver¨¢n porque ¨¦ste es su pa¨ªs.
"En Estados Unidos aprender¨¦ una tecnolog¨ªa que aqu¨ª no tenemos, y la experiencia adquirida me servir¨¢ despu¨¦s para ayudar a China a modernizarse econ¨®mica y pol¨ªticamente. Pero si China cierra sus puertas, si no me deja libertad para entrar y salir, entonces no volver¨¦", dice otra ingeniero de Telecomunicaciones, que estudiar¨¢ en el Estado de Illinois gracias a que un hermano de su madre, residente en Taiwan, pagar¨¢ los 10.000 d¨®lares (1.250.000 pesetas) anuales que cuesta la universidad.
En muchos de estos j¨®venes hay un nacionalismo que recuerda el movimiento estudiantil chino de la d¨¦cada de los veinte. Cuando el fallecido e idolatrado primer ministro Zhou Enlai, Deng Xiaoping o el mariscal Nie Rongzhen luchaban en Francia contra el feudalismo chino y los se?ores de la guerra, que se hab¨ªan hecho con el poder, amenazaban con desmembrar China.
El Gobierno de Pek¨ªn, que hasta ahora fomentaba la formaci¨®n en el exterior, se ha quedado paralizado cuando ha visto c¨®mo se le revolv¨ªan. Incluso Qiao Xiaoxi, hija del secretario de la Comisi¨®n Central de Inspecci¨®n Disciplinaria y miembro del comit¨¦ permanente del bur¨® pol¨ªtico, Qiao Shi, ha participado en las manifestaciones a favor de la democratizaci¨®n del r¨¦gimen. Qiao Xiaoxi, de 30 a?os, realiza una investigaci¨®n posdoctoral en Houston (Tejas).
La dureza del r¨¦gimen
La dureza con que el r¨¦gimen ha reprimido las demandas estudiantiles de apertura democr¨¢tica ha provocado que los Gobiernos de Estados Unidos, Canad¨¢, Australia y otros revisen la situaci¨®n de los estudiantes chinos. Les conceden la residencia por un a?o y dan mayores facilidades legales a quienes decidan no volver a su pa¨ªs.
Estas medidas han sembrado el p¨¢nico en el Zhongnanhai (sede de la c¨²pula del partido y del Gobierno). Pek¨ªn teme una fuga indiscriminada de cerebros y por ello ha reforzado los controles para limitar el n¨²mero de estudiantes que puedan salir.
Desde el pasado d¨ªa 20 los chinos han de pasar tres veces por el Departamento de Seguridad Nacional antes de poder embarcarse: una para hacerse el pasaporte; otra para obtener un pase para que los soldados apostados a las puertas de las embajadas les dejen atravesarlas, y la tercera para, una vez logrado el visado hacia un determinado pa¨ªs, obtener un permiso para que la guardia fronteriza les permita abandonar China.
Pero si la mayor¨ªa de los estudiantes sue?a con marcharse por un per¨ªodo, los grandes n¨²cleos urbanos est¨¢n llenos de j¨®venes que quieren marcharse para no volver. Liu Wangrong, de 27 a?os, tiene un puesto en un mercadillo libre de sedas y una sola idea en la cabeza: irse a Canad¨¢: "Ese pa¨ªs es casi tan grande como China y no tiene m¨¢s habitantes que Pek¨ªn y Shanghai juntos. Aqu¨ª somos demasiada gente", afirma.
Alto, bien vestido y con una cuidada manicura, Liu pertenece a esa nueva generaci¨®n de chinos hijos de obreros que no han pasado penurias econ¨®micas porque ten¨ªan los dos sueldos del matrimonio en la casa. Liu asegura que lo que le resulta m¨¢s dif¨ªcil es la presi¨®n que ejerce la familia y la sociedad.
"No casarme"
"He decidido no casarme porque si estoy solo la emigraci¨®n es m¨¢s f¨¢cil, pero ya comienzan a lloverme las cr¨ªticas y los maliciosos comentarios de los vecinos. Aqu¨ª no hay libertad. Todo el mundo se cree con derecho a arreglarte la vida. Tienes que vivir como ellos y no como t¨² quieres".
Su tenderete de ropas en una c¨¦ntrica calle de la capital le permite hacerse con d¨®lares y certificados, dinero que utilizan los extranjeros y con el que ¨²nicamente se puede comprar un billete para salir de la Rep¨²blica Popular China. No tiene oficio, ni sabe muy bien lo que har¨¢ en Canad¨¢, pero est¨¢ convencido de que esas vastas tierras deshabitadas le est¨¢n esperando.
Las razones que han llevado a Ye Zhiyong a centrar su atenci¨®n en Canad¨¢ son muy distintas de las de Liu, pero igual de firmes. Es profesor de qigong, arte marcial al que los chinos atribuyen propiedades curativas, y que requiere gran concentraci¨®n para aprovechar las part¨ªculas ben¨¦ficas del aire y obtener la m¨¢xima energ¨ªa de ello.
Ye, de 24 a?os, aprendi¨® qigong de su padre, quien lo aprendi¨® del suyo. Hace ya un a?o que un comerciante de origen chino instalado en Canad¨¢ les ofreci¨® su ayuda para trasladarse all¨ª, y el primero en salir ha sido el padre. "Ahora me toca a m¨ª, y luego vendr¨¢n mis hermanas y mi madre. En Canad¨¢ hay muchos chinos y se puede vivir muy bien", dice el joven que hace sus ahorros dando clases privadas de qigong a algunos extranjeros.
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