Regocijo popular
A los aficionados se nos ensancha el coraz¨®n sosteniendo que el toreo es un arte, que en los toros no hay aburrimiento y que a la plaza no va uno a divertirse, sino a emocionarse. ?Que le vengan con esas monsergas a algunos p¨²blicos, cuando se encuentran en plena feria! Las fiestas de toros las otorgaban los monarcas en el siglo XVIII para conmemorar alg¨²n fausto acontecimiento y para regocijo popular. Regocijo el que experiment¨® el p¨²blico de Algeciras. ?Lo que disfrutaron esas criaturas!Qu¨¦ m¨¢s les daba que Espartaco echara la pierna atr¨¢s en los lances a la ver¨®nica, o que al segundo toro lo citara con la pierna contraria retrasada, o se hartara de darle pases con la derecha o con la izquierda de esa guisa a un toro inv¨¢lido. El simp¨¢tico torero, que manten¨ªa en vilo al inv¨¢lido, y que, como siempre le cogi¨® la distancia, se hart¨® de darle circulares y entonces s¨ª que el regocijo popular alcanz¨® el paroxismo.
Romero/ Robles, Espartaco, Litri
Toros de Ana Romero, bien presentados, blandos y manejables.Julio Robles: estocada (ovaci¨®n); media desprendida (vuelta). Espartaco: estoconazo (dos orejas); media perpendicular y tres descabellos (ovaci¨®n). Litri: dos pinchazos (silencio); estocada tendida y dos descabellos (oreja). Plaza de Algeciras, 1 de julio.
A punto estuvieron de tirarse al ruedo de entusiasmo cuando se les plant¨® de rodillas ante el moribundo. Una buena aficionada comentaba la diferencia que hay en el toreo de Espartaco en Sevilla o Madrid frente al de otras plazas. El quinto se quedaba en el embroque, y Espartaco estuvo porfi¨®n y valiente, pero el p¨²blico no le hac¨ªa caso. Se entreten¨ªa en pegarle una bronca a la banda porque no tocaba. Y la m¨²sica entra en el precio de la entrada.
Litri peg¨® el litrazo en el sexto, y ya por entonces el ¨¢nimo estaba mucho m¨¢s euf¨®rico; no en balde a la muerte de tercero se interrumpe la lidia para degustar toda clase de delicatessen y apagar la sed con los ricos caldos jerezanos.
En el litrazo hubo lo que tiene que haber: trapazos a modo de naturales, redondos acelerados y destemplados, el vest¨ªo rebozado en sangre, pases mirando al tendido (con lo dif¨ªcil que es torear mirando al toro, sin mirarlo debe de ser un milagro), manoletinas de rodillas y arroj¨® los trastos, en vista de que no sirven para torear.
El regocijo popular se trastoc¨® en ¨¦xtasis. La p¨ªcara espada, que qued¨® tendida, le priv¨® de la segunda oreja, que no obstante pidieron clamorosamente. En su primero, tambi¨¦n intent¨® el litrazo, pero se prestaba menos.
A Robles tambi¨¦n le toc¨® en primer lugar un inv¨¢lido, y bastante hizo con mantenerlo de pie. Al cuarto lo tore¨® bien en redondo, carg¨¢ndole la suerte, pero el toro, soso y distra¨ªdo, no quer¨ªa m¨¢s que marcharse, y su labor careci¨® de emoci¨®n. Destacaron con los rehiletes El Mangui, El Ecijano y Montoli¨².
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