Reuni¨®n de genios
Una reuni¨®n de genios intentando congeniar es siempre una inc¨®gnita, y si adem¨¢s est¨¢n por all¨ª dos figuras tan imprevisibles como Benson y Gillespie, capaces de pasar del blanco al negro con pasmosa y camale¨®nica facilidad, la incertidumbre puede alcanzar visos morbosos.Los compases iniciales del emblem¨¢tico Be bop despejaron la duda: aquello no era el bolo alimenticio de una reuni¨®n ocasional de m¨²sicos de paseo por Europa, sino una banda conjuntada y arrasadora dispuesta a demostrar las leyes de la sinergia. Benson todav¨ªa no estaba sobre el escenario.
Dizzy tocando, mucho, bastante m¨¢s de lo habitual, con ese toque maestro y esas gotas de genialidad y buen humor que s¨®lo a ¨¦l le est¨¢n permitidas. Y sonriendo satisfecho, no era para menos. A su lado Woods, Turre y Hutcherson no ten¨ªan que esforzarse para demostrar su dominio de los est¨¢ndares poperos y su capacidad para convertirlos en una fuente inagotable de ideas, todav¨ªa es posible que A night in Tunicia o Birks works suenen frescos, aplastantes y novedosos despu¨¦s de m¨¢s de cuatro d¨¦cadas.
Benson / Gillespie / Woods All Stars
Dizzy Gillespie (trompeta), Phil Woods (saxo alto), Steve Turre (tromb¨®n), Bobby Hutcherson (vibr¨¢fono), George Benson (guitarra y voz), Cedar Walton (piano), Rufus Reid (contrabajo) y Mickey Rocker (bater¨ªa). Polideportivo de Mendizorroza. Vitoria, 18 de julio.
La c¨¢lida sonoridad de Woods se agigant¨® en su homenaje a Bill Evans, tantas veces trocado, y se transmut¨® en Bird y volvi¨® a ser Woods mientras Hutcherson, enarbolando la dulce serenidad de su mirada, sacaba chispas del vibr¨¢fono. Turre sustitu¨ªa al inicialmente previsto J. J. Johnson y, sin duda, ganamos con el cambio; el neoyorquino se ha convertido en el n¨²mero uno indiscutible, no hay trombonista que pueda atacar con su fuerza ni crear un entramado dial¨¦ctico tan sorprendente y creativo, y lo demostr¨®.
Y Dizzy segu¨ªa sonriendo. Y la secci¨®n r¨ªtmica, s¨®lida donde las haya, no dejaba ni un solo resquicio por el que pudiera colarse un mal f¨¦eling. Y lleg¨® Benson, y s¨®lo el viejo Dizzy se enfrent¨® al jazzman travestido de pop star. Y Benson sali¨® tocando la guitarra, ?y c¨®mo! Destellos de Wess y de Django se colaban entre las lentejuelas de sus fuegos artificiales. Pero la banalidad (l¨¦ase tambi¨¦n vanidad) le pudo a la m¨²sica, y Benson se empe?¨® en cantar y destroz¨® a placer est¨¢ndares tan entra?ables como Stardust o Green Dolphin Street, y ni siquiera los contracantes de Dizzy salvaron la situaci¨®n. El O-op-pa-pa-da final, con todo el elenco sobre el escenario, ya no pudo salvar lo que estaba irremediablemente perdido, y s¨®lo signific¨® las gotas de buen humor que Dizzy quiere poner siempre en sus despedidas. Benson hab¨ªa convertido en triste final lo que pod¨ªa haber sido, y casi lo fue, una gran noche.
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