Mojiganga
Los festejos taurinos en el siglo XVIII ten¨ªan un preludio, denominado mojiganga, y que era un entrem¨¦s a modo de juego humor¨ªstico para divertir al cotarro. M¨¢s se acerc¨® ayer a mojiganga que a novillada ser¨ªa lo acontecido en Las Ventas. Se encadenaron multitud de sucesos, la mayor¨ªa negativos, y tanto la abundante turistada como los escasos nacionales se divirtieron con tales e imprevisibles festivos actos.La pantomima se inici¨® al intentar Manolo recibir a su primero e inesperadamente perder los esquemas y el percal. Luego, el de a¨²pa, Cipriano Montiel, destroz¨® los lomos al novillo a base de magn¨ªficos marronazos. La continuaci¨®n fue jocosa, pues el animal sali¨® barbeante y hu¨ªdo, y los subalternos le persegu¨ªan, vuelta al ruedo tras vuelta al ruedo, intentando banderillearle. Lo consiguieron, tarde, mal y nunca, gracias a los consejos de su compa?ero Joselito Calder¨®n, de la cuadrilla de Gregorio de Jes¨²s.
Mur?a I Manolo, Jes¨²s, El C¨¦sar
Novillos del Conde de Mur?a, con trap¨ªo, mansos. Manolo: silencio en los dos. Gregorio de Jes¨²s: silencio, algunas palmas. El C¨¦sar: silencio, m¨¢s palmas que pitos. Plaza de Las Ventas, 30 de julio
La jarana aument¨® en los tendidos con esta misma cuadrilla en el cuarto. O no encontraban novillo o le prend¨ªan los palos orejeros o en las extremidades. El animal, desorientado y ya medio loco, aprendi¨® y persegu¨ªa a los acanguelados subalternos, a los que de nuevo ayud¨® Calder¨®n, mag¨ªstral en los quites, que les evit¨® seguras cornadas.
El climax de la representaci¨®n fue m¨¢ximo cuando uno de estos peones, Antonio Jim¨¦nez, crey¨® que la ovaci¨®n cerrada que los asistentes dedicaban a Calder¨®n era para ¨¦I y se desmonter¨® para recogerla. Fue el despipote, seguido de muchas apresuradas carreras a los servicios de los espectadores de floja vejiga. Fastos e incidentes de este tipo, en tono ya algo menor, se espolvorearon a lo largo del festejo.
De Jes¨²s y El C¨¦sar se presentaban en Madrid y no lograron paladear su sue?o de triunfo. El primero porque su lote lleg¨® aplomado, aunque sin peligro, al tercio final. El segundo porque, sobre todo con el sexto, el ¨²nico con codicia y vivaz embestida, practic¨® un torea de chundarata, efectista y lleno de ratimagos, que s¨®lo deleit¨® a la turistada: citar en oblicuo, fuera de cacho y al pit¨®n contrario, y descargar la suerte. La secci¨®n nacional de los espectadores profer¨ªa con inquina fuertes invectivas al colombiano ante tama?o fracaso.
Manolo estuvo por encima de su cuadrilla, lo cual no tiene especial m¨¦rito. Si lo tiene sus ganas -hasta lleg¨® a citar con los mism¨ªsimos- frente a la tambi¨¦n supina plomez de su lote.
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