Uno de los asistentes dese¨® la muerte al ministro

Al t¨¦rmino del funeral se registr¨® un peque?o incidente cuando un hombre de unos 65 a?os de edad increp¨® a los dos ministros pregunt¨¢ndoles en voz alta ad¨®nde se dirigir¨ªa la pr¨®ximia carta. "Ver¨¢ c¨®mo al partido socialista no le ponen ninguna bomba, a ¨¦ste no", dijo el hombre. El ministro del Interior, Jos¨¦ Luis Corcuera, que se encontraba al lado, le contest¨®: "A un ministro que est¨¢ aqu¨ª le mandaron una". "Pero tuvo usted la suerte de que la cogieron otros", contest¨® el viejo. "No fue a m¨ª", dijo Corcuera. "La de Murcia menos mal que la cogieron, pero ya est¨¢ bien, ya est¨¢ bien", continu¨® el di¨¢logo el hombre. "Sabr¨¦ yo si est¨¢ bien", dijo el ministro. "Ya, pero llevamos as¨ª una pila de a?os, se?or ministro, y s¨®lo est¨¢n muriendo los pobreticos, no est¨¢n muriendo los grandes, que son los que ten¨ªan que morir".

M¨²gica, que se encontraba al lado y estaba escuchando la conversaci¨®n, se dirigi¨® al enfurecido asistente al funeral indic¨¢ndole: "Aqu¨ª no tiene que morir nadie. Ni los grandes ni los peque?os".

"Usted es quien ten¨ªa que rnorir", le espet¨® finalmente el hombre.