El reformador que no quiso serlo
EL presidente surafricano, Pieter Willem Botha, llevaba alg¨²n tiempo anunciando su despedida de la pol¨ªtica, tras 53 a?os de militancia en el Partido Nacional, que gobierna el pa¨ªs desde 1948.Botha fue nombrado jefe del Gobierno el 28 de septiembre de 1978, y en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa desempe?ado la presidencia de la Rep¨²blica, culminaci¨®n de una carrera que comenz¨® en 1936 como activista del partido. Cuando ya hab¨ªa cumplido 73 a?os sufri¨® un ataque al coraz¨®n, en enero pasado, que anunciaba su inevitable retirada. Su partido eligi¨® entonces como l¨ªder a Frederik Willem de Klerk, quien est¨¢ llamado a sucederle en la presidencia lo m¨¢s tardar tras las elecciones legislativas del 6 de septiembre.
El mandato de Botha se ha visto marcado por una serie de intentonas, probablemente bien intencionadas pero f¨²tiles, de reformar el sistema constitucional y mejorar las condiciones materiales de la poblaci¨®n. Los obst¨¢culos principales a esta actuaci¨®n han sido su incapacidad de atraerse a los l¨ªderes negros en apoyo de su pol¨ªtica y el costo enorme de las guerras y escaramuzas diversas en las que el pa¨ªs se ha visto enzarzado en la regi¨®n. Por ello, da ahora el relevo dejando un pa¨ªs m¨¢s pobre en t¨¦rminos reales que cuando asumi¨® el poder, y con una mayor¨ªa negra que apenas ha mejorado en el aspecto social. Por a?adidura, el aislamiento internacional nunca hab¨ªa sido tan grande.El Gobierno mantiene, ya en su cuarto a?o, el estado de emergencia con limitaciones draconianas de la actividad pol¨ªtica y de la libertad de expresi¨®n. Son centenares los detenidos, y los tribunales se ven virtualmente impotentes para hacer respetar los derechos individuales.
La iron¨ªa mayor es que Botha ha logrado algunos ¨¦xitos precisamente en los ¨²ltimos meses de su mandato. Bajo la presi¨®n de las grandes potencias, Sur¨¢frica se ha resignado a aceptar la independencia de Namibia, (que, bajo el nombre de Africa del Suroeste, se hallaba bajo mandato surafricano otorgado y luego revocado por las Naciones Unidas); y a comienzos de julio el presidente hab¨ªa recibido al l¨ªder encarcelado del Congreso Nacional Africano (ANC), Nelson Mandela, con el que acord¨® "trabajar para un desarrollo pac¨ªfico" del pa¨ªs. Sin embargo, el acuerdo sobre Namibia es la fragilidad misma, y la guerrilla del ANC contin¨²a actuando. Mandela exige que esa paz se acuerde con el conjunto de fuerzas contrarias al apartheid, y en particular con su propia organizaci¨®n, el ANC. Su liberaci¨®n, tras 27 a?os en prisi¨®n, sigue sin llegar.
Si Botha hubiera actuado hace 10 a?os como ahora lo hahecho las cosas podr¨ªan haber sido distintas en el campo de la reforma racial. Debido al retraso en tomar estas medidas, legar¨¢ a De Klerk algunas d¨¦biles esperanzas, si es que ¨¦ste se halla interesado en reformar algo, pero al mismo tiempo ha regalado a la ultraderecha un arma arrojadiza con la que hostigar a su sucesor.
Sistema tricameral
Botha asumi¨® el liderazgo surafricano en 1978 bajo el peso del peor esc¨¢ndalo que jam¨¢s haya sacudido al Gobierno racista: la manipulaci¨®n secreta de fondos p¨²blicos por parte del gabinete de John Vorster, para asegurarse apoyo al sistema de segregaci¨®n racial mediante sobornos. Botha, que vivi¨® los primeros a?os de su mandato bajo la sombra de lo ocurrido, se embarc¨® a continuaci¨®n en una forma presidencialista de gobierno, tras celebrar un refer¨¦ndum en 1983, y coronarse finalmente como presidente en 1984. Su plan consist¨ªa en la creaci¨®n de un sistema tricameral, con Parlamentos para blancos, mestizos y asi¨¢ticos, lo que se resum¨ªa en todo para los blancos y nada para los negros. De Klerk ya ha dicho que habr¨¢ que replantear el sistema.Botha perdi¨® una parte del apoyo de su partido apenas asumir el poder, apoyo que pas¨® a las filas de un antiguo ministro de Interior, Andreas Treurnicht que desde la extrema derecha amenaza hoy al partido hegem¨®nico. Quiz¨¢s el mejor ¨¦xito del presidente haya sido la abolici¨®n de la odiada ley de pases, sin los cuales los negros no pod¨ªan residir en las zonas blancas, y estaban expuestos a las detenciones m¨¢s arbitrarias. Con la desaparici¨®n de los pases, se abolieron tambi¨¦n algunas de las medidas segregacionistas. Pero se mantienen la segregaci¨®n de la tierra y de la mayor parte de las ¨¢reas residenciales, todo el sistema de ense?anza, y de las C¨¢maras parlamentarias. De la misma forma, tampoco se ha abolido el sistema de clasificaci¨®n de todos los ciudadanos por su raza.
En parte a causa del ultraje racial para la mayor¨ªa del pa¨ªs que supon¨ªa excluir a los negros de la representaci¨®n legislativa, el pa¨ªs se vio envuelto en graves disturbios raciales en 1984, que se prolongaron m¨¢s de dos a?os con p¨¦rdida de millares de vidas. En la actualidad, la situaci¨®n sigue todav¨ªa provocando tumultos en diversas partes de la rep¨²blica, y se mantiene en toda su tragedia en Natal.Lo m¨¢s negativo que ha hecho Botha es implicar al Ej¨¦rcito en la gobernaci¨®n de Sur¨¢frica, por ejemplo para controlar los municipios negros, y tomar clandestinamente bajo su control muchos de los poderes de las autoridades locales. El presidente permiti¨® a los militares que intervinieran constantemente y en forma devastadora con sus expediciones punitivas en los asuntos de los Estados vecinos, notablemente Angola, Zimbabue, y Mozambique, hasta que en fechas recientes un nuevo clima, subrayado por la independencia de Namibia y la firma de la paz en Angola, han venido a frustrar todos estos designios.
La estrategia del presidente ha sido la de presentar a la oposici¨®n negra como juguete de una ofensiva comunista contra Occidente, pero tambi¨¦n en los ¨²ltimos a?os las reformas de Gorbachov en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, as¨ª como la h¨¢bil diplomacia de la ANC en las capitales occidentales, han limitado los efectos de la misma. Tras el encuentro con Nelson Mandela es ya muy dif¨ªcil que el Gobierno siga presentando como un engendro demon¨ªaco al ANC.
Aunque Botha ha ido m¨¢s lejos de lo esperado en el camino de la reforma, las exigencias de los tiempos han sido muy superiores a su capacidad de adaptaci¨®n a los mismos. Est¨¢ por ver si De Klerk va a completar lo que inici¨® Botha.
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