Una imparable crisis vocal
Las gotas de sudor resbalaban por los cuerpos de la gente que ha acudido la pasada semana a la c¨¦lebre Arena de Verona tras pagar hasta 16.000 pesetas en taquilla por una entrada. Veinticinco mil espectadores abarrotando el anfiteatro romano y aguantando el bochorno del calor, hasta que la lluvia mand¨® a todos a casa, muchos camisa y zapatos en la mano, en riada humana incontenible, tras haber escuchado los dos primeros actos del Nabucco.Pero la lluvia, que acab¨® con el bochorno meteorol¨®gico, agu¨® la ¨²nica esperanza ante el bochorno de los espect¨¢culos de este verano, pues Nabucco funcionaba. Verona ha sido esta temporada una muestra de la al parecer imparable crisis vocal que vive la l¨ªrica. Cuatro ¨®peras: Aida, La fuerza del destino, Cavalleria rusticana y Nabucco para el desfile de cantantes m¨¢s amplio que pueda darse hoy d¨ªa. Su misma amplitud ha permitido verificar la aguda enfermedad citada. En la Arena han compartido los aplausos del p¨²blico, cada vez m¨¢s popular y tambi¨¦n menos preparado -insoportable en los continuos flashes de las fotos de recuerdo-, los artistas j¨®venes y las viejas glorias.
Los primeros, poseedores bien de voces musicales pero a lo bonsai -¨¦stos aqu¨ª no tienen cabida-, o bien de voces grandes pero incontroladas, como Bonisolli o Martinucci en sus deleznables Radam¨¦s y Turiddu de Aida y Cavalleria. Cantantes sin la menor idea, no ya del matiz, sino de medir o tan siquiera entrar a tiempo. Otros, como Maria Noto, digna Aida, pero desplazada de repertorio en la temible Abigaille del Nabucco.
Con todo, hay afortunadamente excepciones en Verona: Aprile Millo, una soprano spinta a la antigua usanza en una irreprochable Aida; o la mezzo Dolora Zajic, con formidables medios que recuerdan a las grandes de otros tiempos en un Amneris de lujo, o la soprano Gloria Scalchi, que en su Fenena del Nabucco augura una carrera triunfal. Los ya casi veteranos Leona Mitchel y Giussepe Giaccomini elevaron el nivel de La fuerza del destino.
?Qu¨¦ hacen los teatros ante este panorama? Bien no programar ¨®peras como Traviata o Trovador, caso de ser inteligentes, bien hacerlo con voces inadecuadas pagando cach¨¦s de convencimiento, con lo cual acaban por destrozar muchas voces aptas para otros repertorios, y la crisis se perpet¨²a. La pescadilla que se muerde la cola. Hay una soluci¨®n intermedia: desempolvar ¨®peras desconocidas para que, las cante quien las cante, nadie se d¨¦ cuenta de nada.
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