Los astilleros Lenin esperan el milagro
Gdansk deja la huelga por la inversi¨®n de una mujer
"Fue cosa del Esp¨ªritu Santo", dice Alojzy Szablewski. "Durante la ¨²ltima procesi¨®n del Corpus Christ¨ª me acerqu¨¦ a la se?ora Barbara y le pregunt¨¦ por qu¨¦ no invert¨ªa en los astilleros. Le pareci¨® una buena idea, y poco despu¨¦s, en la parroquia de Santa Br¨ªgida, firm¨® un primer compromiso que ser¨¢ "atificado en cuanto los 25 asesores que ahora nos investigan den su veredicto". Szablewski preside el comit¨¦ de empresa de los astilleros Lenin, en Gdarisk, el reducto m¨¢s aut¨¦ntico de la ciudad, en donde Solidaridad naci¨® en 1980.
ENVIADA ESPECIAL,Y la dama a quien se refiere es Barbara Piasecka, una mujer riacida en Gdansk, emigrada a Estados Unidos, que se puso a servir en casa del magnate de los Famosos productos Johnson y acab¨® cas¨¢ndose con ¨¦l; "porque le enamoraron su virtud y laboriosidad polacas", informa Szablewski.Con o sin la ayuda del Esp¨ªritu, la se?ora Johrison ha demostrado saber lo que se hace. Lo primero que exigi¨® es que los astilleros no se vuelvan a sumar a ninguna huelga. "Si vais al paro, no invierto", conmin¨®. Hoy, Edward SzwaJwecik, miembro de la c¨²pula de Solidaridad en los astilleros Lenin, justifica la abstenci¨®n en el paro general de advertencia que toda la regi¨®n de Gdansk celebr¨® hace un mes "Tuvimos que explicar por radio que segu¨ªamos la huelga moralmente, pero que no pod¨ªamos dejar de trabajar para no contrariar a la inversora". Han encontrado un caballo blanco y deben cuidarlo. Por otra parte, los astilleros ya no sori lo que eran. Han entrado en lac-poca del moderado entusiasmo, un eufemisino bajo el que se esconde un hecho inevitable: la realidad, el envejecimiento.
Aquellos d¨ªas de agosto
El propio presidente del comit¨¦ de empresa, Szablewski, lo reconoce: "Aquellos 18 d¨ªas de agosto de 1980 fueron muy hermosos; dec¨ªamos que hab¨ªamos proclamado nuestra Rep¨²blica de los Astilleros. Me dio pena que acabara aquella epopeya. Ahora, toda aquella gente mantiene una actitud de reserva. Los hay que tienen miedo a que pueda repetirse la represi¨®n. Y otros creen que no se debe negociar con los mismos que nos reprimieron".
?l parece sentirse a gusto con el cambio. Viste traje gris, y en la solapa luce el anagrama de Solidaridad y un escude, de la ciudad de Gdarisk, una cruz como la de Lorena coronada por el ¨¢guila del Estado polaco. Y cuando se presenta, alarga una tarjeta de cartulina brillante. Como un ejecutivo maduro y ceremonioso: "?Viene usted de la cat¨®lica Espa?a?", pregunta, complacido. "Tierra caliente de mujeres calientes", a?ade. "Los polacos nunca olvidaremos la actuaci¨®n aqu¨ª de una compatriota suya, la gran Conchita Bautista. Todos quer¨ªamos conseguir una esposa as¨ª".
En los Lenin ahora no se trabaja, pero los casi 9.000 trabajadores siguen realizando sus turnos, cobrando y esperando. Edmond, uno de los guardas, redondo y bonach¨®n, los ve pasar todos los d¨ªas. Lleva 29 a?os aqu¨ª y podr¨ªa escribir un grueso volumen de memorias. "La Solidaridad de hoy es muy distinta de la que empez¨® en 1980. Yo creo que mejor. M¨¢s seria. Y con m¨¢s poder", se r¨ªe, complacido. Tiene raz¨®n: los muchachos de sangre ardiente que entonces se echaron a las calles se acercan ya a la cuarentena y han comprendido que es necesario negociar. Los m¨¢s j¨®venes del sindicato, educados en los a?os de clandestinidad, son m¨¢s duros. Jerzy Borom,czak, de 31 a?os, ten¨ªa 22 cuando ayud¨® a Walesa a crear Solidaridad. "Si falla lo de la se?ora Johnson, veo el futuro muy negro". Su gran esperanza, como la de todos, es que la millonaria repare en lo barata que sale la mano de obra en este lugar del mundo. Mucha cosa m¨¢s para ofrecer no tienen.
Nada parece moverse en Gdarisk: quiz¨¢ porque ya se han movido demasiado. En la actualidad, los grandes temas se resuelven en Varsovia, adonde viajan los l¨ªderes de Solidaridad, con Lech Walesa al frente. Mientras, la ciudad que fue Estado Libre parece adormilarse bajo una intensa capa de holl¨ªn y poluci¨®n.
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