Casta portuguesa
Ser¨¢ menester contar con las ganader¨ªas portuguesas. De forma prudente y silenciosa se present¨® la de Conde de Mur?a en Logro?o ante la duda de muchos esc¨¦pticos aficionados, acostumbrados a nombres m¨¢s sonoros y de ganader¨ªas comerciales.Visto el descaste, la borreguez y el afeitado de muchas ganader¨ªas espa?olas, es hora de que poco a poco se vaya dando sitio a ganader¨ªas portuguesas. Sorprender¨¢n a muchos incr¨¦dulos. Sobrado argumento es que el toro mantenga el inter¨¦s de la casta, y esperanzador comprobar que este animal nunca vuelve la cara ni reh¨²ye la pelea.
Puede ser m¨¢s bravo o m¨¢s manso, pero siempre encastado. Y los de Conde de Mur?a eran encastados y de comportamiento variado. Alegres de salida, codiciosos en el capote, bravos en varas y fijos en la muleta.
Conde de Mur?a / Parada, Manili, Mendes
Toros portugueses de Conde de Mur?a, encastados e interesantes. Jos¨¦ Luis Parada: ovaci¨®n con saludos; pitos. Manili: oreja; silencio. V¨ªctor Mendes: silencio; silencio.Logro?o, 23 de septiembre. Tercera de feria
El primero, que tuvo calidad, blande¨® un tanto, pero el motor de su casta lo enton¨® con embestidas de bondadosa calidad ante un Parada pulcro pero falto de ese chispazo que genera el entregarse con fuerza. Parada no se entreg¨®. Y fuerzas con agallas se necesitaban para soportar la mirada probona del cuarto, pero el torero, con m¨¢s apuro y mucho trabajito, se lo quit¨® de enmedio.
Al tercero, como a todos, le pegaron mucho. Un manto de sangre le cubr¨ªa la paletilla hasta la pezu?a, y, aunque dejara entrever su calidad, Mendes, con su intimismo, apag¨® a¨²n m¨¢s el desfallecimiento del bravo animal.
Buhidos pitones ten¨ªa el ¨²ltimo, bravo en varas y pronto en banderillas, aunque se parara de repente.
Y m¨¢s parado, m¨¢s centrado que de costumbre, estuvo Manili. Mir¨®n el toro, picotero y tramposillo el torero, pero ambos se pusieron de acuerdo: t¨² me miras, yo te hago la V. Y as¨ª lo meti¨® en la muleta, al puro estilo Manili. El manilazo funcion¨® en base a un toreo estoico, con carga de t¨¦cnica y a imitaci¨®n de Ojeda. Aunque no se sabe qui¨¦n imita a qui¨¦n. Anim¨® el ambiente; al final se desplanta, con abaniqueo incluido, para olvidarse de una guapa ventera de Cantillana que ha de llevar al huerto el mes que viene.
El ¨²nico escobillado y m¨¢s chico fue el quinto. Corto y nervioso en su embestida. Ten¨ªa mucho respe, y Manili se aprest¨® a la lidia r¨¢pida al verse con los pitones del portugu¨¦s en el pecho.
La conclusi¨®n del buen aficionado estuvo en comprobar que, sin ser toracos, eran astifinos, capaces de sacar astillas de los burladeros, de morir fuera de la raya de picadores, emplearse en varas y dar la sensaci¨®n de peligro. Ocurre quiz¨¢ que los toreros no est¨¢n acostumbrados a estos toros.
Hablaban el portugu¨¦s, y, aunque Mendes tambi¨¦n lo habla, ni ¨¦l se entendi¨® con ellos.
Babelia
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