Pol¨ªtica y politicas
Cunde un cierto desconcierto al o¨ªr hablar a nuestros pol¨ªticos de cosas concretas en plena campa?a electoral. Al personal puede sorprenderle un poco que los protagonistas de siempre desciendan al nivel de las cosas que preocupan, acostumbrados como estamos a debates m¨¢s generales, m¨¢s en la l¨ªnea de los grandes principios o de las grandes afirmaciones-soluciones en las que ya sab¨ªas que poco contaban tus cuitas de cada d¨ªa o aquellas preocupaciones que compart¨ªas con tu entorno inmediato.Los temas estrella suelen ser del asunto o de la soluci¨®n del paro, del terrorismo o la droga, y el formato del debate electoral tiende a reducirse a "v¨®tame para que siga, que esto lo arreglo yo con un poco m¨¢s de tiempo", o "v¨®tame a m¨ª, que lo soluciono en dos d¨ªas". Pero esta vez empieza a asomar en titulares tambi¨¦n la letra peque?a de los programas. Y as¨ª, la gente se ha puesto a hablar del servicio militar, y de si s¨ª o si no, por cu¨¢ntos meses, en qu¨¦ plazos, y cu¨¢nto cuesta. O empiezan a prometer y prometen la gratuidad de los libros de texto, ayudas cuantificables a familias, pensiones del tama?o del salario m¨ªnimo, subsidio social seg¨²n y c¨®mo, desgravaciones a j¨®venes para alquilar pisos de tantos metros, y muchos otros temas peque?itos que empiezan a exigir a los pol¨ªticos de campa?a un sinfin de matices y de datos a los que no se estaba habituado.
Y claro, la gente se anima y empieza a pedir detalles, y entonces unos dicen que para hacer tal cosa se precisa reformar la Constituci¨®n, otros dicen que si se desgrava a unos, los dem¨¢s tambi¨¦n querremos, los de Hacienda dicen que no saben si habr¨¢ para todos, y ya hay quien se atreve a decir que lo de medicina para todos y gratis deberemos irlo matizando, o que al menos deberemos enterarnos de lo que cuesta. Total, que esto de la pol¨ªtica ya no es lo que era. De aquellas tertulias tan bonitas entre Santiago Carrillo y Emilio Romero en las que trata,ban de encontrar alguna cosa en la que no estuvieran de acuerdo, o de esas campa?as centradas en el ¨²ltimo exabrupto del m¨¢s figura parece que tendremos que ir pasando a cuantificar, aralizar, matizar y programar. El personal puede olvidarse de que dijiste que ibasa acabar con lo de la poluci¨®n o el paro, porque ya sab¨ªan que no iba en serio, pero si dices que rebajas tres meses la mili o que te van a dar tanto por hijo, eso no se olvida.En ese nuevo escenario el debate pol¨ªtico deber¨ªa transformarse notablemente. Cada vez va a resultar m¨¢s dificil centrar la falta de resoluci¨®n de determinados problemas que afectan a colectivos muy concretos en la presencia o actitud del enemigo. Un problema t¨ªpicamente pol¨ªtico era aquel en el que la soluci¨®n aparec¨ªa con claridad. Las dificultades proced¨ªan de que los otros se opon¨ªan a ello. El juego consist¨ªa en vencer o convencer a los otros o al electorado para que te diera su confianza. En ese terreno tradicional de la pol¨ªtica, la dificultad que vencer no proced¨ªa del problema que solventar, sino del enemigo por batir. Y de esa concepci¨®n han ido derivando unos determinados mecanismos de selecci¨®n del personal, una concreta cultura de lo pol¨ªtico y un largo etc¨¦tera.
Pero d¨ªa a d¨ªa las cosas van apareciendo como m¨¢s complicadas. Globalizaci¨®n, interdependencia, complejidad son algunos de los t¨¦rminos hoy en boga que pretenden mostrar una realidad que no puede abordarse con la simplicidad binaria del conmigo o contra m¨ª. La verdad es que en un contexto en el que el acontecimiento m¨¢s remoto o la documentaci¨®n m¨¢s minuciosa puede llegarnos en segundos, la arena pol¨ªtica se ensancha m¨¢s y m¨¢s, multiplicando hasta l¨ªmites insospechados los protagonistas potenciales de cualquier pol¨ªtica. Si a ello a?adimos, por ejemplo, la tran snacionaliz aci¨®n econ¨®mica creciente o las interdependencias del ecosistema, pocos problemas parecen poder aislarse y tratarse de forma individualizada.
Los problemas con los que cada vez m¨¢s se enfrenta nuestro sistema pol¨ªtico, cualquier sistema pol¨ªtico, son problemas de dificil soluci¨®n en los aue frecuentemente est¨¢n en juego dos o m¨¢s objetivos considerados b¨¢sicos por el mismo sistema, y en los que acostumbra a pasar que lo que arreglas por un lado se estropea por otro. Quieres conseguir un sistema econ¨®mico eficiente pero quieres hacerlo sin menoscabo de la premisa de igualdad; quieres defender la innovaci¨®n v el desarrollo ¨¹eropreservar la naturaleza o los valores culturales tradicionales; quieres potenciar una mayor autonom¨ªa de mujeres y hombres pero proteger a los m¨¢s d¨¦biles del entorno familiar; quieres conseguir que el sistema educativo prepare para el mercado de trabajo pero sin que pierda su capacidad de formaci¨®n general. Y mientras uno se dedica a la promoci¨®n de vinos y licores, el otro denunciu las drogodependencias. Por si fuera poco, son problemas que afectan a un gran n¨²mero de personas, que generan conflictos, que implican cambios de comportamiento individual o social y frente a los cuales no cabe la soluci¨®n de dejar que el tiempo los solucione, ya que acostumbran a complicarse o a deteriorarse peligrosamente.
Todo ello coge al sistema y a sus mecanismos de funcionamiento m¨¢s o menos cl¨¢sicos con pocos instrumentos. La toma de decisiones resulta, con excepciones, poco sensible a tales complejidades, y si bien, como es l¨®gico, en el momento de dar prioridad cuentan las distintas opciones ideol¨®gicas, ello no permite esconder las debilidades de un enfoque en el que el peso de una visi¨®n tradicional de la pol¨ªtica se impone a un an¨¢lisis m¨¢s profundo sobre las pol¨ªticas y sus implicaciones.
Las elecciones se presentan, con su constante y renovada liturgia, como un buen momento para calibrar esos cambios de sensibilidad en el tratamiento de los problemas p¨²blicos. Deber¨ªamos ser exigentes con los que aspiran a representarnos, y exigirles seriedad y preparaci¨®n en la formulaci¨®n de sus propuestas, cuanto m¨¢s concretas, mejor. Y a nosotros hemos de exigirnos buena memoria, capacidad de pedir cuentas y voluntad de estar presentes individual y colectivamente en ese juego en el que ahora toca votar.
Joan Subirats es profesor de Ciencias Pol¨ªticas y de la Administraci¨®n de la universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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