Ni amores ni aventuras
JUAN ARRIBAS John y Mary podr¨ªan ser cualquiera de las parejas de j¨®venes que se encuentran en un bar una noche y deciden pasarla juntos. La far¨¢ndula nocturna puede estar llena de Juanes y Mar¨ªas que se encuentran y se despiden, porque el miedo no est¨¢ en el encuentro y en la despedida, sino en la continuidad. Sobre todo, si despu¨¦s del amor la situaci¨®n se prolonga en un discurso sesentaiochista. El juego comienza cuando la pareja, premeditadamente, oculta sus nombres. De esta manera podr¨ªa tratarse de una buena premisa para establecer una relaci¨®n sentimental, pero el discurso es tan tramposo como el amor, lo que aflora no es el principio de una historia sino el final de otra: las traum¨¢ticas experiencias anteriores de Juan y Mar¨ªa.
No se ha creado la duda por su capacidad de entrega por el amor, sino por el sustrado ideol¨®gico, por la utop¨ªa que persiguen los personajes. Encerrando a los protagonistas, Peter Yates quiere transmitir una cr¨®nica sentimental arropada por los valores y c¨¢nones est¨¦ticos de finales de los sesenta.
Dos protagonistas tan carism¨¢ticos en aquellos a?os como Dustin Hoffman y Mia Farrow, triunfadores de El graduado (1967) y La semilla del diablo (1968), respectivamente, son la consecuente apuesta del director. Sobre estos dos actores de moda pretendi¨® Yates realizar una comedia al mejor estilo de los a?os treinta. La pel¨ªcula, a pesar del excelente trabajo de los actores, no logra el glamour que destilaban aquellas viejas comedias. Sin duda, el peso de las modas de la ¨¦poca le impidi¨® al director transmitir las vibraciones que conten¨ªa la novela de Melvyn Jones.
Sobre Viaje al centro de la Tierra no pes¨® la ideolog¨ªa, sino el dinero. Con presupuesto hispano-alem¨¢n es dificil abordar la ficci¨®n cient¨ªfica de Julio Verne. La aventura del viejo profesor que encuentra el plano de una cueva por la que se va al centro de la Tierra fue mejor resuelta en 1959 por Henry Levin que por Juan Piquer. Tampoco es comparable aquel profesor encarnado por James Mason a este por Kenneth More.
Se trata de una superproducci¨®n (a la espa?ola) con abundancia de efectos especiales, en la que no se escatima la presencia de tortugas prehist¨®ricas, grandes serpientes y monstruos cuaternarios; pero Piquer, debutante en el cine, no supo acercar el producto a las cotas de fantas¨ªa m¨ªnimas que exige la novela de Julio Veme ni a la fluidez narrativa del g¨¦nero de aventuras.
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