Roa Bastos, la literatura como ascesis
El premio Cervantes dice que reescribir¨¢ 'El fiscal', la novela que destruy¨® tras cuatro a?os de trabajo
Augusto Roa Bastos, ¨²ltimo premio Cervantes, cree que es un hombre viejo, pero no por sus 72 a?os, sino por vivir en un per¨ªodo arcaico de la literatura. Ello significa que ve su oficio de escritor como camino personal de ascesis, en el polo opuesto a "esa especie de monstruoso crecimiento del sentido publicitario que tiene el trabajo de los autores de ficci¨®n". Caso extremo ser¨ªa el de Umberto Eco, y Roa Bastos est¨¢ dispuesto a festejarlo como una haza?a de la inteligencia pragm¨¢tica. Pero ¨¦l piensa que ¨¦se no es el camino, y por eso destruy¨® las 1.500 cuartillas de su novela El fiscal, un trabajo de cuatro a?os que espera retomar cuando la situaci¨®n de Paraguay se aclare.
ENVIADO ESPECIALAunque Roa Bastos ironice al considerarse viejo porque piensa que hay que ser riguroso con la obra propia en esta ¨¦poca de mutaciones hist¨®ricas, visitando su casa de Toulouse, ciudad francesa en cuya universidad ense?a literatura, queda claro que no es viejo. El piso es la imagen viva de un entra?able desorden provocado por sus tres hijos peque?os, de ocho, siete y tres a?os, nacidos de su ¨²ltimo matrimonio con una espa?ola e hija de exiliados republicanos (sus tres hijos restantes, ya adultos, residen uno en Suecia y dos en Caracas). En el suelo est¨¢n los juguetes de una ma?ana de s¨¢bado, y de una de las paredes cuelga el dibujo infantil de un pez con las escamas de colores, llamado Pez arlequ¨ªn.Hay que subir a la planta superior para cambiar por completo de ambiente y entrar en un estudio en el que la austeridad domina. En una de las librer¨ªas destacan las diversas traducciones de las novelas de Roa Bastos Hijo de hombre y Yo, el supremo. A principios del pr¨®ximo a?o aparecer¨¢ la nueva obra del escritor, tres novelas breves interrelacionadas -una de ellas con el t¨ªtulo Un pa¨ªs detr¨¢s de la lluvia- que tratan de recuperar la estructura del tr¨ªptico pict¨®rico con una escritura visual.
"No es extra?o que sea as¨ª", dice un Roa Bastos afable y tranquilo, "porque en mi caso el mundo entr¨® por primera vez en m¨ª mediante im¨¢genes, y no a trav¨¦s de signos de escritura, pues viv¨ª en un lugar semisalvaje en el que la idea del libro era algo m¨ªtico".
Nacido en la capital de Paraguay, Asunci¨®n, a los pocos meses la madre de Roa Bastos se traslad¨® con ¨¦l a Iturbe, donde " su padre iba a ser el administrador de una f¨¢brica de az¨²car de ca?a dulce en construcci¨®n. "Iturbe aparece en mi obra como Manor¨¢, una palabra guaran¨ª que significa el lugar para la muerte. Sus habitantes se enojan conmigo creyendo que hago historia, cuando lo que escribo son obras de imaginaci¨®n". "De Yo, el suprerno", a?ade, "se crey¨® tambi¨¦n que era una biograf¨ªa, y no es as¨ª, porque en muchos casos el personaje es opuesto por lo menos a la figura hist¨®rica del dictador Jos¨¦ Gaspar Rodr¨ªguez de Francia".
Conciencia del mundo
Roa Bastos considera capital en su vida de escritor el haber tomado conciencia del mundo en ese lugar semisalvaje de Iturbe, donde la construcci¨®n de la f¨¢brica le dio en s¨ªntesis la oposici¨®n entre naturaleza y tecnolog¨ªa. "Viv¨ª ese drama de ver c¨®mo una naturaleza casi virgen iba siendo destruida por la m¨¢quina. Para aquella pobre gente, que viv¨ªa pr¨¢cticamente desnuda en el neol¨ªtico puro, contemplar ese lugar alumbrado por luz el¨¦ctrica era ya un desarreglo de la naturaleza, y tampoco pod¨ªan entender el fen¨®meno de las m¨¢quinas transportadas para la f¨¢brica, que les produc¨ªa un pavor de cambio de ¨¦poca".
A este impacto de construcciones rodeadas por proyectores de luz en un lugar salvaje, visto como una cosmolog¨ªa por los habitantes de la selva, se uni¨® en la infancia de Roa Bastos el de las armas de fuego en medio de las guerras y revoluciones que llegaban hasta aquel poblacho, y en una de las cuales, en 1922, detuvieron a su padre para hacerle hablar de la existencia de unas imaginarias armas ocultas en la factor¨ªa que administraba. En uno de los simulacros de fusilamiento para que confesara, un Roa Bastos de cinco a?os, creyendo, que se trataba de un juego de adultos, se acerc¨® a su padre, quien le pidi¨® llorando y gritando que se fuera de all¨ª mientras la primera descarga pasaba por encima de sus cabezas.
Capacidad de asombro
"Estas y otras impresiones de salvajismo, de mezcla casi on¨ªrica de ¨¦ste con la tecnolog¨ªa, de enfrentamientos violentos de la gente", dice el escritor, "creo que no agotaron en m¨ª la capacidad de asombro, pero s¨ª me hicieron entender que el mundo era mucho m¨¢s complicado de lo que pod¨ªa suponer". "Bajo estos signos se desarroll¨® quiz¨¢ no mi vocaci¨®n, sino mi necesidad de escribir en un intento de desvelar esos enigmas de la vida salvaje. La situaci¨®n inicial de mi vida le ha dado un sentido especial a mi vivencia de la literatura, no como una obra de divertimiento en s¨ª, sino como una necesidad de explorar el misterio del que procede la violencia, las contradicciones violentas, y esa agresividad que uno encuentra no solamente entre las fieras sino tambi¨¦n entre los hornbres".
"Para m¨ª, en ese mismo momento qued¨® condenada la posibilidad de una literatura arc¨¢dica, complaciente, hecha s¨®lo de alegor¨ªas y de s¨ªmbolos benignos, lo que de rebote me provoc¨® la necesidad de buscar esos elementos positivos que hacen posible la sobrevivencia de la vida misma".
La realidad dram¨¢tica de los comienzos de Roa Bastos le ha favorecido, en su condici¨®n de escritor, en dos aspectos, seg¨²n dice: "Me ha ense?ado la relatividad de los valores y de las experiencias, y tambi¨¦n a rechazar de una manera carnal el concepto de lo absoluto y, por tanto, a especular con los manique¨ªsmos. Y he encontrado sin cesar que cada hecho humano individual o colectivo est¨¢ compuesto por cantidades impredecibles de bien y de mal".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.