Un mundo absoluto
Es f¨¢cil situar a un escritor que ya ha declarado que el drama del mundo contempor¨¢neo es la obsesi¨®n por la b¨²squeda del poder absoluto. Si adem¨¢s es paraguayo, resulta sencillo poner a esa opini¨®n el marco de la desgracia que azota, cada vez con remedios m¨¢s inquietantes, al Cono Sur americano. Pero lo realmente dificil es comprobar c¨®mo la literatura de Augusto Roa Bastos ha saltado por encima de su propio drama, del drama contiguo por lo menos, para instalarse en una forma de conciencia que, si tiene fronteras, no son las nacionales. Ser¨ªan, en todo caso, las de esa sentimentalidad partida de la ¨²ltima modernidad que hace distingos entre lo ¨¦tico y lo est¨¦tico. Entre el c¨®mo se dice y el contra qui¨¦n se dice.A Roa Bastos se le puede leer en Latinoam¨¦rica y se le puede leer tambi¨¦n en esta casa vieja que, como una dama insegura de su belleza, trata de ocultar su ruina- que es Europa. Para los suramericanos el mensaje es claro y de primera necesidad. Han vivido ya mucha sed de poder absoluto en los otros. Pero los de aqu¨ª tambi¨¦n sabemos algo de eso. Y no hay que referirse exclusivamente a las eventualidades o a las sospechas pol¨ªticas para ser capaces de entender.
La obsesi¨®n de que habla -y muy pocas novelas son tan expresivas para ello como Yo, el supremo- forma parte de la estrategia de acci¨®n, no del gran capital o de las ramas ocultas del poder, sino tambi¨¦n de ese ciudadano medio, aparentemente inane que nunca ha roto un plato y que ha hecho desaparecer la condici¨®n moral que media entre sus actos y la consecuci¨®n del logro.
La ense?anza del autor paraguayo, tal como es posible leerle, olvidando un momento el ruido de sables y de botas, es que en la conciencia de los individuos particulares es donde se forjan los males de todos. El mal no est¨¢ s¨®lo en las ideas malas que rigen el destino de las sociedades desde la pir¨¢mide del poder, sino en el pensamiento privado que separa los actos de su significado, el ¨¦xito o el fracaso de su inevitable sentido.
Por otro lado, el talante de Roa Bastos respecto de su oficio literario suministra tambi¨¦n alguna ense?anza. No ha sido nunca un profesional de la carrera hacia el ¨¦xito, ni ha considerado nunca que su literatura o los beneficios que de ella pudiera obtener fueran suficientes para perder por el camino el respeto hacia las propias ideas o hacia las de los dem¨¢s. Seguramente ha escrito porque le pareci¨® que pod¨ªa hacerse, merec¨ªa hacerse y acaso hasta deb¨ªa hacerse. El premio lo ha recibido con honor y el escritor ha crecido con el premio. No siempre pasa.
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