El culto de la amistad
Recordar¨¦ de ¨¦l, maestro y amigo entra?able, algunas cosas que ten¨ªan el sabor de la verdadera sabidur¨ªa, la b¨ªblica, la que nace de la inteligencia y de la bondad conjugadas. Leonardo impon¨ªa enorme respeto a los que no 19 conoc¨ªan en la intimidad y despertaba ternura infinita en quienes hab¨ªan tenido la suerte de tratarle de cerca. Era como una conciencia nacional. En un pa¨ªs pre?ado de corrupci¨®n en todos sus estamentos; el gran elogio que se hac¨ªa del escritor de la Mafia era que "no parec¨ªa italiano".Hace s¨®lo unos meses, Indro Montanelli, a sus 80 a?os, maestro de periodismo en este pa¨ªs, director y fundador del diario Il Giornale de Mil¨¢n, hizo un impresionante elogio de Sciascia en una entrevista concedida a este corresponsal: "Es de los pocos, dijo, de quienes es posible saber de qu¨¦ raza son. Yo cuando me encuentro frente a un dificil problema de conciencia suelo preguntarme: ?qu¨¦ har¨ªa Sciascia en mi lugar?".
Recordar¨¦ del gran escritor su avaricia por la palabra, sus largos silencios antes de responder a una pregunta, su libertad de esp¨ªritu, sus pocas ganas de complacer, su obsesi¨®n por el tema de la justicia, su culto a la inteligencia, que defini¨® como "un barniz muy usado por los imb¨¦ciles". Y cuando, una ma?ana, acompa?¨¢ndole hacia el restaurante que ¨¦l tanto amaba al lado del Pante¨®n, observando el fajo de peri¨®dicos que llevaba bajo el brazo, le pregunt¨¦: "Leonardo, ?qu¨¦ es para ti el peri¨®dico?", tras pararse y mirarme severo respondi¨®: "Nuestra mentira cotidiana".
C¨¢ustico y a la vez tierno como un ni?o, ten¨ªa el culto siciliano-¨¢rabe de la amistad. Cuando te invitaba a su casa le ped¨ªa a Mar¨ªa, su esposa de toda la vida, que sacara lo mejor. Y una vez quiso hacer el jugo para la pasta con esp¨¢rragos de campo que ¨¦l mismo hab¨ªa recogido por la ma?ana como deferencia hacia el hu¨¦sped amigo.
Los libros
Su amor, su grande amor, su pasi¨®n, su ¨ªdolo, su dios eran los libros, la envidiable biblioteca de su casa de P¨¢lermo. Los miraba, los tocaba, los abr¨ªa en sus manos como si fueran cofres llenos de preciosos misterios: "Quiero morirme antes de que del mundo desaparezcan los libros", dijo un d¨ªa a este corresponsal mientras le ense?aba algunas obras sobre la guerra civil espa?ola.
Hab¨ªa aprendido el castellano leyendo las obras de Ortega y Gasset. Comprendi¨® la absurdidad del fascismo a trav¨¦s de la tragedia franquista. Amaba a Espa?a como a su segunda patria. Recorri¨® las tierras de La Mancha leyendo el Quijote y visit¨® con su fot¨®grafo personal, Scianna, los lugares de la guerra civil.
Sciascia pose¨ªa todo el pesimismo de la raz¨®n. Alguien dijo de ¨¦l que sufr¨ªa m¨¢s que los dem¨¢s porque a trav¨¦s de una inteligencia viv¨ªsima es como si contemplara a la sociedad y a los hombres desnudos. Era dur¨ªsimo con lo que ¨¦l llamaba "la justicia injusta". Sol¨ªa decir que las leyes eran tantas y tan absurdas en nuestra sociedad que cualquier juez pod¨ªa en cualquier momento llevar a la c¨¢rcel a cualquier ciudadano, aun al m¨¢s honrado.
Ten¨ªa una relaci¨®n de amor y odio con su tierra, Sicilia, la tierra de Pirandello. La amaba porque, como Borges, afirmaba que en aquella isla -que no es s¨®lo Mafia- "el hombre hab¨ªa empezado a construir un sistema de la duda". "La duda", repet¨ªa siempre Sciascia, "es el mayor instrumento del conocimiento". Dudaba de todo. Y, a pesar de que se sent¨ªa volteriano, me confes¨® un d¨ªa: "Dudo tanto que no me extra?ar¨ªa que frente a la muerte me acercase a la religi¨®n".
Odiaba a quienes hablaban de la Piovra sin conocer el alma siciliana y a veces hasta fue acusado de ser demasiado respetado por los grandes mafiosos. Pero lo cierto es que la misma Mafia lo respetaba antes de temerlo. Sab¨ªan los mafiosos que nadie los conoc¨ªa como ¨¦l, y quiz¨¢ por ello lo respetaban y tem¨ªan al mismo tiempo.
Se ha llevado con ¨¦l muchas, cosas dentro porque el pudor lo hab¨ªa hecho avaro en confesiones. Era un analista despiadado de nuestra sociedad. Dec¨ªa que no se encontraba bien en ella porque "no amo", explicaba, "ni el poder ni el dinero". Odiaba sobre todo la mezquindad: "Antes era una degradaci¨®n del comportamiento, ahora es una dimensi¨®n de la existencia".
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