Otro atentado
Un parlamentario ha sido asesinado y otro est¨¢ gravemente herido y, su vida a¨²n es un enigma cl¨ªnico. Eso es lo que importa. ?se es el planteamiento inicial del problema; despu¨¦s vienen los nombres y los apellidos. Los dos son de Herri Batasuna; el muert.o es Josu Muguruza, y el herido, I?aki Esnaola. En este momento, para el juicio de este atentado, no ¨ªmporta recordar c¨®mo se llamaba el teniente coronel asesinado el otro d¨ªa. Ni siquiera importa, en este momento tarribi¨¦n, recordair que se llamaba Enrique Casasel senador asesinado en v¨ªsperas de unas elecciones auton¨®micas. La situaci¨®n es la misma. Los fan¨¢ticos de uno u otro signo, los enernipps de la democracia por la derecha o por la izquierda, han vuelto a golpear al sistema intentando que todo se encone, que nada se olvide, que nada cicatr¨ªce. Alguien, por la derecha y por la izquierda, se ha propuesto que Euskadi sea siempre una herida abierta pese al esfuerzo de la mayor¨ªa, pese a los intentos de construir la democracia, de dar paso a la sociedad civil y de que s¨®lo hablen las urnas. Es lo que caracteriza a los partidos democr¨¢ticos vascos, nacionalistas y no nacionalistas. Por eso esta muerte ha causado la indignaci¨®n que provoca todo asesinato, sea cual sea la v¨ªctima, y adem¨¢s el pesar de que una posible f¨®rmula de acercamiento a la paz haya sido saboteada b¨¢rbaramente.El asesinato de Josu Muguruza, precisamente, y el intento de matar tambi¨¦n a I?aki Esnaola pueden ser simples casualidades producidas por la agresi¨®n de una banda fascista residual o el c¨¢lculo m¨¢s complejo de quien pretende mantener el enfrentamiento. Puede ser un simple ajuste de cuentas, una venganza zontra quienes son considerados representantes o encubiridores de la brutalidad etarra; o puede ser un disparo al intento de que Herri Batasuna acuda a las instituciones, al principio de su civilizaci¨®n, entendida ¨¦sta como asunci¨®n de los valores civiles sobre los militares. Personalmente me inclino por esta segunda versi¨®n, porque unos disparos al azar contra un grupo de dirigentes de Herri Batasuna y el casual acierto en dos de los partidarios de la presencia institucional de la coalici¨®n parece demasiado azar. M¨¢s se acerca a una operaci¨®n ante la posible pacificaci¨®n, a partir tambi¨¦n de que esa presencia en las instituciones por parte de Herri Batasuna no se ha producido sin dolor, sin diferencias y sin que se conozca con exactitud la opini¨®n de la direcci¨®n etarra al respecto. Sin embargo, se hab¨ªa decidido y estaba en marcha, al menos como operaci¨®n propagand¨ªstica, probablemente con la intenci¨®n de utilizarla como altavoz para sus monsergas ret¨®ricas de cada d¨ªa; pero se iniciaba el acercamiento.
Si se pr¨¢ctica, la participaci¨®n puede crecer; el descubrimiento de la democracia, la observaci¨®n de que -reconocida la imposibilidad de la victoria armada- el debate puede llevar a situaciones m¨¢s favorables para alguna de sus propuestas, permitir¨ªa subrayar un cambio que se est¨¢ produciendo en algunos de los textos fundamentales de Herri Batasuna. La consigna que sirvi¨® de bandera respecto a la Constituci¨®n y el Estatuto, la ruptura, el rupturismo como teor¨ªa b¨¢sica a la que supeditar todas sus intervenciones, ha sido cambiada por el intento de reformar el marco jur¨ªdico-pol¨ªtico. La ruptura no se ha olvidado, pero est¨¢ en el almac¨¦n.
Todo esto podr¨ªa dar un cierto tono de optimismo a la presencia de los parlamentarios radicales en Madrid. Incluso la prueba a que iban a ser sometidos con la f¨®rmula para aceptar la Constituci¨®n pod¨ªa ser significativa de su intenci¨®n. No se puede asegurar si algo ha cambiado. En todo caso, las primeras palabras de algunos de sus representantes, con un moderado llamamiento a la tranquilidad, aseguran que esa presencia se va a mantener pese a los disparos reivindicados por el GAL; aunque ya se sabe que ¨¦sta es una sigla-percha de la que cualquier intento de desequilibrar la situaci¨®n puede colgar sus intervenciones. La posibilidad de asesinar a un dirigente de HB la tiene cualquier grupo con facilidad: no se ocultan ni son suficientemente conocidos. El que sea realizado precisamente ese d¨ªa, en ese momento, en v¨ªsperas de la constituci¨®n del Parlamento, tiene su, significado y su ritual, y un mensaje que es preciso descifrar.
Hasta ah¨ª las preguntas; algunas de las preguntas sobre el asesinato. Desde ah¨ª las respuestas. Herri Batasuna, que habitualmente se niega a condenar los actos violentos, pues lo considera hip¨®crita, ha condenado este asesinato contradiciendo su teor¨ªa de que no sirve para nada hacerlo. Al parecer, esta vez s¨ª sirve. Ayer mismo ya estaban en las calles de las capitales vascas carteles con la acusaci¨®n: "PSOE, asesino: has matado a un parlamentario". Alg¨²n dirigente: de HB ha hecho declaraciones acusando a todos los partidos democr¨¢ticos y a la democracia espa?ola de ser los responsables ¨²ltimos y pol¨ªticos del asesinato. Ellos, que no hablaron tras Hipercor, ni mientras la masacre de Zaragoza, ni ante ninguna otra muerte, respecto a las que se manifiestan lndiferentes, se han sentido profundamente afectados por este asesinato, pues la v¨ªctima era uno de los suyos. Incluso est¨¢n heridos porque los dem¨®cratas lamenten esa muerte, porque los adversarios de Herri Batasuna y enemigos de ETA condenen esa muerte. Las condenas dejan su conducta demasiado en evidencia.
Entre las respuestas pol¨ªticas se esperan las de orden te¨®rico, el regreso al Parlamento central al parecer ya definido, y las de orden inmediato: la respuesta a esa muerte. Se convocan huelgas y manifestaciones, los grupos civiles de acci¨®n callejera han iniciado ya sus operaciones y ocupar¨¢n estas noches las calles de ciudades y pueblos vascos, todo se conmocionar¨¢ y del dolor se har¨¢ barbarie. Pero las grandes preguntas seguir¨¢n sin respuesta. Las grandes preguntas sobre el fin de la violencia, sobre la integraci¨®n de: un n¨²mero importante de ciudadanos vascos en las instituciones, sobre la reconducci¨®n a la democracia -la ¨²nica que existe, la que no ut¨ªliza el tiro en la nuca como catecismo aleccionador-, quedan momerit¨¢neamente suspendi.das. Los dem¨®cratas volvemos a dar nuestra lecci¨®n cotidiana de convivencia: los cr¨ªmenes se condenan siempre porque eso responde a lo m¨¢s profundo tanto de nuestros sentimientos como de nuestras convicciones. La de Josu Muguruza es una muerte m¨¢s. Los rad¨ªcales condenan la muerte de uno de los suyos y silencian las de los otros. La situaci¨®n puede estar oscura, pero no est¨¢ confusa.
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