Histor¨ªa interminable
EL ASESINATO ayer de Ren¨¦ Moawad, presidente de L¨ªbano desde hac¨ªa apenas 17 d¨ªas, abre de nuevo la v¨ªa -tras un par¨¦ntesis que se anunciaba prometedor- a la desesperanza y a la tragedia en aquel torturado pa¨ªs. Parece imposible que una situaci¨®n se deteriore indefinidamente, y, sin embargo, eso es lo que est¨¢ ocurriendo desde hace 14 a?os.La elecci¨®n de Moawad hab¨ªa sido el resultado de un complejo ejercicio para el que hab¨ªa sido necesario poner de acuerdo a un sinn¨²mero de facciones pol¨ªticas, de grup¨²sculos m¨¢s o menos fan¨¢ticamente religiosos, de organizaciones guerrilleras o de simples pistoleros, adem¨¢s de a las potencias de la zona. El precario equilibrio que lo hab¨ªa hecho posible arrancaba, a instancias de la Liga ?rabe, de la reuni¨®n en Taif (Arabia Saud¨ª) del Parlamento liban¨¦s y del acuerdo alcanzado por ¨¦ste para la pacificaci¨®n del pa¨ªs sobre la base de nuevas y bastante razonables f¨®rmulas de reparto del poder.
Exist¨ªa, sin embargo, una anomal¨ªa a?adida a la situaci¨®n ya habitual de guerra civil entre las facciones cristiana y musulmana: la de que, sin respetar la disposici¨®n del Acuerdo Nacional de 1943 sobre la religi¨®n musulmana sun¨ª del primer ministro, los cristianos maronitas, habiendo decidido que el que ocupaba el cargo, Selim al Hoss, era un mero lacayo de Siria, hab¨ªan procedido a elegir a su propio jefe provisional del Ejecutivo, el general cristiano Michel Aoun. Tras conseguirse el acuerdo de Taif -que deb¨ªa ser ratificado en territorio liban¨¦s con la elecci¨®n de un presidente de la Rep¨²blica-, alguien ten¨ªa que convencer a Aoun de que depusiera las armas y dejara de bombardear indiscriminadamente y sin posibilidad alguna de ¨¦xito las posiciones musulmanas amparadas por el Ej¨¦rcito sirio. Pero Aoun rechaz¨® el compromiso de Taif hasta tanto no se incluyera en ¨¦l un acuerdo de retirada de las tropas sirias y amenaz¨® de muerte a los diputados que se reunieran en L¨ªbano para elegir presidente de la Rep¨²blica. Pese a todo, la elecci¨®n tuvo lugar, precisamente bajo protecci¨®n siria, y el nuevo mandatario, Ren¨¦ Moawad, se puso a trabajar en busca de una f¨®rmula de transacci¨®n que le permitiera constituir un Gobierno provisional para la paz.
Alguien ha hecho volar todas estas esperanzas por los aires, y, por ahora, casi todos los dedos acusadores apuntan en una misma direcci¨®n. Es parad¨®jico que Michel Aoun dijera hace d¨ªas que, en lo que a ¨¦l ata?¨ªa, y por m¨¢s que mantuviera su desacuerdo con Moawad, la lucha armada se hab¨ªa terminado, aunque no por ello pensaba "tolerar a un presidente que fuera un mero instrumento en manos de las fuerzas de ocupaci¨®n" sirias.
S¨®lo 24 horas antes de morir en el atentado, el nuevo presidente aseguraba a sus connacionales que la paz estaba cerca y que se propon¨ªa salvar L¨ªbano "fueren cuales fueren las consecuencias y sacrificios necesarios". Pronunciaba estas prof¨¦ticas palabras en el 462 aniversario de la independencia del pa¨ªs. Muri¨® cuando regresaba de las ceremonias conmemorativas.
Ren¨¦ Moawad -segundo presidente y s¨¦ptima personalidad pol¨ªtica de primera l¨ªnea que resulta asesinada en L¨ªbano desde el comienzo de la guerra civil en 1975- era un pragm¨¢tico, un realista que conoc¨ªa bien sus limitaciones y las de cualquier pol¨ªtico liban¨¦s: no ignoraba que la soluci¨®n de la guerra civil y la b¨²squeda de la paz pasan obligatoriamente por Damasco, y estaba dispuesto a jugar pacientemente sus cartas.
Alg¨²n d¨ªa se sabr¨¢ qui¨¦n le asesin¨®. Puede que eso sea lo de menos: si la historia reciente de L¨ªbano sirve como referencia, otro tomar¨¢ el relevo y probar¨¢ de nuevo, otro intentar¨¢ frenar la destrucci¨®n definitiva del pa¨ªs. Como dijo el primer ministro musulm¨¢n Al Hoss al comunicar, con l¨¢grimas en los ojos, la muerte del presidente Moawad, "que el criminal sepa que puede haber matado a un gran hombre, pero que nunca podr¨¢ asesinar la fe nacional que le llev¨® a la suprema magistratura... Todos estamos dispuestos a morir porque viva L¨ªbano". Ojal¨¢ no sea necesario. Y en estos momentos, la mejor respuesta a los terroristas es la elecci¨®n inmediata de un nuevo presidente de consenso que contin¨²e la obra iniciada por el asesinado Moawad.
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