Paradojas de la distribuci¨®n del producto
Se afirma con mucha frecuencia -hasta el punto de ser creencia general- que en Espa?a la participaci¨®n de los salarios en el producto interior bruto (PIB) es muy baja, y que la mejor prueba de ello es que durante estos ¨²ltimos a?os no ha crecido en proporci¨®n al aumento del n¨²mero de asalariados. Adem¨¢s, si se compara la de ahora con la parte que correspond¨ªa a los salarios a comienzos de los a?os ochenta, ha llegado incluso a descender en una d¨¦cima parte.Ahora que ha pasado el ajetreo del per¨ªodo electoral y disminuido el ruido que causan siempre los debates sobre la distribuci¨®n de la riqueza, creo que es buen momento para discutir con serenidad esta cuesti¨®n crucial de nuestra econom¨ªa, la m¨¢s sensible por cuanto afecta a los medios de vida de casi las tres cuartas partes de la poblaci¨®n empleada.
En primer lugar, hay que observar los datos del cuadro 1.
De ellos se desprende que la proporci¨®n salarios / PIB alcanz¨® su m¨¢ximo entre 1975 y 1980 (de hecho, cifras por encima del 50% se mantuvieron hasta 1983), y que a partir de 1985, en que se vuelve a los niveles de comienzos de los a?os setenta, la parte de los salarios en el producto nacional no ha crecido, aunque el peso de los asalariados sobre el empleo total creci¨® casi en cuatro puntos.
Si estos hechos son indicativos de una evoluci¨®n negativa, las cosas deben de haber ido muy mal a juzgar por la magnitud de los datos. Si es as¨ª, ?puede encontrarse alg¨²n eximente o al menos atenuante para una evoluci¨®n tan perjudicial? Y si no lo es, ?c¨®mo explicar a estas alturas del siglo XX que una disminuci¨®n de la participaci¨®n de los salarios en la renta tenga aspectos positivos?
Naturalmente, la explicaci¨®n no puede limitarse a decir que ahora el producto real repartido es una quinta parte superior al de 1985 y casi una tercera parte mayor que el de 1980. Eso ya se supone, pero aqu¨ª estamos hablando de reparto, no de crecimiento. Hablando claro: si el pastel ha crecido, lo ha hecho para todos, lo que pasa es que la parte de unos ha crecido m¨¢s que la de otros. ?Por qu¨¦?.
Lo que hay que explicar en primer lugar es lo ocurrido entre 1975 y 1985, porque la cosa es muy gorda: la parte que les tocaba a los asalariados descendi¨® en 4,9 puntos. La verdad es que no deja de sorprender que cuanto peor estaban las cosas, all¨¢ por 1980, en medio de la crisis, mejor se pon¨ªa el reparto. Es una verdadera paradoja.
Situaci¨®n general
La paradoja se agiganta cuando se observa que en todos los pa¨ªses de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), sin excepci¨®n, ocurri¨® lo mismo. Y a mayor abundamiento, el descenso medio en los pa¨ªses de la Comunidad Europea fue pr¨¢cticamente el mismo que en Espa?a: 4,7 puntos entre 1975 y 1985.
Alguien dir¨¢: ?pues peor me lo pone usted, parece que el mundo anda del rev¨¦s! Pero no dejar¨¢ de sorprenderse de que en todos los pa¨ªses m¨¢s ricos de la Tierra haya sucedido lo mismo, y de que, en conjunto, los salarios hayan perdido un 5% de su parte en la tarta, precisamente en un decenio en que la crisis mantuvo constante la proporci¨®n que suponen los asalariados sobre la poblaci¨®n ocupada. Los comunistas de antes achacar¨ªan la cosa a la perversidad del capitalismo, pero las im¨¢genes del 9 de noviembre en Berl¨ªn no dejan muchas alternativas viables y obligar¨¢n a algunos a matizar el juicio.
Es muy dif¨ªcil comparar la distribuci¨®n funcional del PIB en pa¨ªses con tasas de salarizaci¨®n muy distintas. Todo el mundo pensar¨¢, por ejemplo, que es normal que en Espa?a la proporci¨®n de los salarios sobre el PIB sea inferior a la sueca, ya que mientras que aqu¨ª en 1985 los asalariados no llegaban a ser el 69% del total del empleo, en Suecia en ese mismo a?o supon¨ªan m¨¢s del 93%. Es m¨¢s, de mantenerse la cosa igual que en Espa?a, a los asalariados suecos tendr¨ªa que corresponderle el 62,7% de su PIB. ?Sin embargo, s¨®lo les correspondi¨® el 58,4%! ?Ser¨¢ que en Suecia la renta est¨¢ peor distribuida que en Espa?a? Si eso fuera as¨ª, Espa?a ser¨ªa uno de los pa¨ªses de la Tierra con mejor distribuci¨®n de la renta. Por encima s¨®lo tendr¨ªamos a Jap¨®n, a Irlanda y a Portugal, y esto ya le da que pensar a cualquiera.
Para comparar estas situaciones he construido un indicador homog¨¦neo que mide el porcentaje del PIB que corresponder¨ªa a salarios si el total de la poblaci¨®n empleada fuese asalariada, dividiendo el porcentaje de participaci¨®n por la tasa de salarizaci¨®n. A primera vista parecer¨ªa que un mayor cociente deber¨ªa reflejar mayor equidad, pero no es as¨ª. Los indicadores m¨¢s bajos en la CE los obtienen pa¨ªses como Holanda, Dinamarca, la Rep¨²blica Federal de Alemania y el Reino Unido; en la zona media se encuentran Italia y Francia, mientras que los mayores ¨ªndices corresponden, por este orden, a Espa?a, Portugal e Ir!anda.
La paradoja es completa. ?Es que la participaci¨®n de los asalariados en la renta nacional es inversamente proporcional al grado de riqueza y d e bienestar de los pa¨ªses?
El cuadro 2 es una s¨ªntesis de cuanto venimos diciendo.
Crecimiento de asalariados
Efectivamente, la parte de salarios en el PIB es inferior en Espa?a que en el resto: para estar como la media de la CE tendr¨ªa que subir cuatro puntos, y cinco para equipararnos a la OCDE. Pero tambi¨¦n los asalariados tienen que aumentar su peso en el total: 12 puntos para el promedio comunitario y casi 15 para el de la OCDE. La relaci¨®n entre el desfase en el reparto y el de la salariz¨¢ci¨®n viene a ser, pues, de un tercio.
Naturalmente que el principal secreto de todas estas aparentes paradojas est¨¢ en el crecimiento del n¨²mero de asalariados, que es la principal forma de crec¨²niento del empleo en una econom¨ªa moderna, para contar con una mayor tasa de ocupaci¨®n. Pero si la senda que queremos seguir es una que nos lleve adonde est¨¢n los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros, tendremos que conformarnos con un punto en el reparto de la tarta por cada tres puntos en que crezca la tasa de salarizaci¨®n.
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