Las hogueras de Voltaire
Hace todav¨ªa pocos meses pod¨ªan leerse lamentos acerca de la apat¨ªa pol¨ªtica de nuestra ¨¦poca, en la cual los s¨²bditos habr¨ªan perdido -de creer a los agoreros- toda capacidad reivindicativa. Un mundo sin utop¨ªas ni ideales, triste herencia de aquel glorioso Mayo del 68 o aquel revolucionario julio de 1789. D¨ªas despu¨¦s del ¨²ltimo suspiro nost¨¢lgico, Gorbachov dio paso a las reformas; en China, los estudiantes se sublevaron; los ciudadanos de los pa¨ªses del Este comenzaron a tomarse la democracia por propia mano; cay¨® el muro de Berl¨ªn, etc¨¦tera. Al lado de lo que est¨¢ pasando hoy en Europa y apuntando en Asia, Mayo del 68 no fue m¨¢s que una simp¨¢tica zapatiesta de fin de curso. Los comienzos de los pulsos ideol¨®gicos e institucionales que van a ocuparnos en la pr¨®xima d¨¦cada se vislumbran ya en las p¨¢ginas interiores de los peri¨®dicos o en reportajes televisivos aparentemente anecd¨®ticos: los que se han dado cuenta de que las nuevas batallas no esperan van afilando sus armas dial¨¦cticas.Por ejemplo, el caso del chador. Tres alumnas musulmanas de la escuela p¨²blica francesa quieren asistir a clase cubiertas con el pa?uelo caracter¨ªstico de su pertenencia religiosa. Los profesores se niegan a aceptarlas en las aulas en nombre del principio de laicismo. Protestas, posturas gubernamentales encontradas, discusi¨®n entre intelectuales prestigiosos, aumento de votos de Le Pen. Finalmente, el Consejo de Estado toma una postura aparentemente favorable a las alumnas discriminadas., pero lo suficientemente matizada como para que puedan seguir si¨¦ndolo. El problema contin¨²a en pie y es imaginable que pronto adquiera nueve ramificaciones. Planea sobre la cuesti¨®n la sombra perseguida de Salman Rushdle y la de su perseguidor Jomeini, junto a la de muchos hombres y mujeres que en pa¨ªses musulmanes (sobre todo del Mediterr¨¢neo) se esfuerzan por resistir las imposiciones sociopol¨ªticas del integrismo isl¨¢mico.
En un manifiesto aparecido en Le Nouvel Observateur, en el que se apoyaba a los profesores opuestos al chador, cinco intelectuales (Badinter, D¨¦bray, Finkielraut, Fontenay, Kintzler) esgrim¨ªan con vehemencia argumentos nada desde?ables. El laicismo escolar es uno de los pilares del sistema republicano franc¨¦s, por no decir de la derriocracia moderna entendida en su sentido m¨¢s radical. La escuela ha de ser un lugar de liberaci¨®n de las obligadas pertenencias familiares, un espacio en el que no haya m¨¢s autoridad que la raz¨®n y la experiencia abiertas a todos, cerrado por tanto a las tradiciones dogm¨¢ticas incompatibles con los derechos humanos y el libre examen. Los signos externos de tales creencias, as¨ª como su propaganda proselitista, deben ser prohibidos. De otro modo, la educaci¨®n laica no har¨¢ -so capa de respeto a la diferencia- sino confirmar los prejuicios y predestinar socialmente a los alumnos, en lugar de darles una oportunidad de emancipaci¨®n. Dignos de respeto, sin duda, estos razonamientos han sido discutidos por personalidades como Jean Daniel, Bernard-Henry Levy y el propio ministro de Educaci¨®n franc¨¦s, Lionel Jospin. Por mi parte, tambi¨¦n me atrevo a ponerlos en. cuesti¨®n.
Para empezar por los principios, el laicismo de la escuela p¨²blica democr¨¢tica me parece esencial, precisamente porque se opone el integrismo religioso de cualquier tipo. Y, hoy por hoy, el fundamentalismo isl¨¢mico es de los peores, tanto como lo fue ayer el cristiano. Ahora bien, ?puede ser el principio la?co ahora igual que hace 200 a?os? Entonces se opuso a una Iglesia y una religi¨®n que proscrib¨ªa todas las dem¨¢s, dentro de un marco de notable unanimidad ¨¦tnica y cultural. Ahora se las ve con comunidades plurirraciales, en v¨ªas de dificil integraci¨®n ciudadana, con creencias y tradiciones diferentes a las de la mayor¨ªa, pero muy numerosas, apoyadas no tanto por fe religiosa como por necesidad de un reconocimiento de grupo frente a la hostilidad ambiental. El. laicismo ya no se enfrenta a un viejo poder oscurantista arraigado, sino a diferencias vitales, a veces fan¨¢ticamente sustentadas y que brotan de un trasfondo de marginaci¨®n. Antes, el laicismo fue la defensa de la capacidad racional de innovar frente a la rutina inmovilista y castradora de la fe; pero ?no puede en esta ocasi¨®n ampararse: en ¨¦l cierto miedo ante una sociedad en transformaci¨®n y mestizaje demasiado acelerado, incluso cierto comprometido orgullo de pertenencia a una cultura y a una etnia privilegiada? La escuela laica actual debe propiciar el debate sobre la voluntariedad y significado de los signos religiosos externos, no excluirlos por principio. Debe dar la ocasi¨®n de prescindir de ellos, no prohibirlos. La joven musulmana a la que su padre integrista obliga a llevar chador dif¨ªcilmente se considerar¨¢ emancipada por el padre Estado que le obliga a quit¨¢rselo. Ser¨¢ preciso acudir a otros padres, los del liberalismo, corrio Benjam¨ªn Constant cuando dice: "Hay dos formas de suprimir los conventos: se pueden abrir las puertas o se puede expulsar por la fuerza a quienes los ocupan". Es obvio que s¨®lo la primera respeta las libertades civiles que profesamos.
Es cierto, la tolerancia democr¨¢tica debe ser firme, no admite que todo vale por igual: por ejemplo, no puede tolerar que no se tolere. No hay que olvidar que la democrac¨ªa es una revoluci¨®n y que en su origen impone sus valores sobre las genealog¨ªas de poder opuestas: cuando esos valores se vean fundamentalmente comprometidos, har¨¢ muy bien en volver a imponerlos revolucionarlamente. Pero uno de los poderes de la democracia, que es racional y hedonista, es la seducci¨®n, y en ¨¦l hay que confiar m¨¢s que en la fuerza. Mejor que ponerse r¨ªgido frente a los rigidos, duplicando la rigidez, empecemos por mostrarles que tiene m¨¢s gracia cimbrearse... Hay que guardar la intransigencia para cuando haga falta: para el contenido de los planes de,csiudio, para el respeto a la libertad de expresi¨®n. Ante los que quieren penar las blasflemias con la muerte o de cualquier otro modo legal, palo inmisericorde. Como dijo Jefferson: "El poder leg¨ªtimo del gobierno se extiende s¨®lo a los actos que son nocivos para otros. Pero a m¨ª no me da?a que mi vecino diga que hay 20 dioses o que no hay ninguno. Eso no me roba la cartera ni me rompe la pierna. La coacci¨®n no har¨ªa m¨¢s que fijarle en sus errores, no curarle de ellos". Los unos tendr¨¢n que acostumbrarse a o¨ªr blasfemias, lo cual no les afecta ni los bolsillos ni la integridad f¨ªsica; los otros tendr¨¢n que aprender a ver chadores y tocados m¨¢s raros todav¨ªa. Voltaire lucha contra las hogueras de la intolerancia y, por tanto, ni con la mejor voluntad del mundo cabe alzar nuevas piras expiator¨ªas en su irreverente nombre.
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