A?os dif¨ªciles
"No tenemos necesidad de dar un paseo sobre el muro de Berl¨ªn para mostrar hasta qu¨¦ punto nos alegran las nuevas perspectivas de paz y colaboraci¨®n internacional". George Bush y Mijail Gorbachov, un¨¢nimes en su optimismo, s¨®lo sobrepujaron en. las declaraciones de intenciones amistosas, dejando entender en Malta que establecieron las bases de un "milenio de paz y libertad". Todas las negociaciones bilaterales sobre desarme y las relaciones econ¨®micas ser¨¢n conducidas a tambor batiente y, gracias a esta dram¨¢tica aceleraci¨®n -en Washington, en el mes de junio-, los dos presidentes podr¨¢n firmar una decena de tratados que a¨²n ayer parec¨ªan dificiles de concretar. Por otra parte, en lo que respecta a los dram¨¢ticos acontecimientos en Europa del Este, los dos supergrandes acordaron un pacto de no injerencia, declarando al un¨ªsorio que no deseaban ninguna aceleraci¨®n de los cambios en curso ni, a mayor abundamiento, revisi¨®n alguna de las fronteras del viejo continente.Mijail Gorbachov, en el espacio de dos a?os y medio, ha logrado no s¨®lo el fin de la guerra fr¨ªa, sino incluso el fin de la guerra. econ¨®mica que los occidentales, bajo la ¨¦gida de Estados Unidos, llevaban a cabo contra su pa¨ªs. Tanto la CE como Estados Unidos se esfuerzan, de ahora en m¨¢s, para acordar a la URSS facilidades comerciales e integrarla as¨ª al mercado mundial. ?En qu¨¦ beneficiar¨ªa todo esto en lo inmediato, en el plano pr¨¢ctico, al consumidor sovi¨¦tico que visiblemente se acomoda cada vez peor a la penuria?
Casi simb¨®licamente, cuando el l¨ªder sovi¨¦tico regresaba de Malta a Mosc¨², se inauguraba er, el parque SokoIniki, cercano al campo de entrenamiento de-i equipo de f¨²tbol Spartak, una venta en subasta que jam¨¢s se hab¨ªa visto. All¨ª se ofrecen a las empresas civiles enormes camiones de 12 ruedas, MAZ547-13, que sirvieron para transportar los farnosos misiles SS-20. El precio de partida fue fijaclo en 80.000 rublos, lo que, para los tiempos que corren, no es realmente caro, pero los vendedores militares no saben siquiera cu¨¢l es el precio de coste de esos monstruos de 28 toneladas ni quienes pueden ser los posibles compradores. Se supone que la experiencia de Sokolniki demostrar¨¢ que la transferencia del equipo militar al sector civil se intensificar¨¢, al mismo tiempo que continuar¨¢ la reconversi¨®n de las industrias que hasta ayer trabajaban para el ej¨¦rcito y ahora se especializan en la producci¨®n de bienes de consumo. Si esta operaci¨®n se lleva a cabo con eficacia y a gran escala, l¨®gicamente los resultados pronto ser¨ªan visibles en las tiendas sovi¨¦ticas.
Con las otras conquistas maltesas de Gorbachov no sucede lo mismo. La concesi¨®n a la URSS de la cl¨¢usula de naci¨®n m¨¢s favorecida en el mercado norteamericano s¨®lo tiene un valor simb¨®lico en tanto los soicos no exporten m¨¢s que materias primas, poco gravadas en Estados Unidos, un lugar de productos manufacturados. Del mismo modo que la abolici¨®n de la enmienda Stevenson, que limita muy dr¨¢sticamente la concesi¨®n de cr¨¦ditos y garant¨ªas del Gobierno norteamericano a tales cr¨¦ditos, s¨®lo arrojar¨¢ resultados tangibles cuando los inversores de Estados Unidos se convenzan de que el mercado sovi¨¦tico les es verdaderamente interesante. En fin, incluso los acuerdos joint ventures ya firmados con los europeos o los estadounidenses no producir¨¢n resultados tangibles hasta dentro de algunos a?os, cuando, por ejemplo, de las cadenas de la nueva f¨¢brica Fiat comiencen a salir primero 300.000 coches por a?o y luego casi un mill¨®n.
As¨ª las cosas, Gorbachov no podr¨¢ prometer a los sovi¨¦ticos ante el Congreso de los Diputados del Pueblo la prosperidad a la vuelta de la esquina. En cambio, fortalecido por el apoyo de todos sus interlocutores occidentales, no dejar¨¢ de explicar que su pol¨ªtica, que los sedujo, no carece de fundamentos s¨®lidos, que no es el resultado de una improvisaci¨®n, sino que representa un proyecto concreto y muy realista. A condici¨®n, evidentemente, de que el Congreso de los Diputados vote toda una serie de leyes sobre las nuevas modalidades de funcionamiento de la econom¨ªa y que los trabajadores se remanguen para ponerse al d¨ªa con su atraso en la productividad en relaci¨®n con los occidentales.
Es raro que un jefe de Estado hable tan abiertamente de sus dificultades como lo hizo el l¨ªder del Kremlin en Italia, en el Vaticano o en Malta. Pero Gorbachov tiene el coraz¨®n en la mano porque est¨¢ convencido de haber encontrado en su visi¨®n del socialismo democr¨¢tico un quite adecuado a todas esas dificultades. En Roma, 48 horas antes de encontrarse con el presidente de Estados Unidos, no dud¨® en subrayar que el capitalismo hab¨ªa conocido crisis y hecatombes no menos graves que las que se produjeron en la joven rep¨²blica de los soviets y que, a su entender, el socialismo tal como ¨¦l lo considera representar¨ªa un enriquecimiento para "nuestra civilizaci¨®n com¨²n". De creerlo, la inmensa mayor¨ªa de los sovi¨¦ticos, aun cuando todav¨ªa no ha tomado conciencia de esta verdad, la descubrir¨¢ debido a insoslayables realidades de la sociedad en la que viven.
Es posible que ma?ana los hechos le den la raz¨®n, pero, mientras tanto, la situaci¨®n en el frente interior sovi¨¦tico no ha dejado de deteriorarse. La incomprensible decisi¨®n del Soviet Supremo de suprimir el status especial de Nagorno-Karabaj atiz¨® a¨²n m¨¢s el conflicto entre azer¨ªs y armenios, que ya est¨¢ tomando forma de guerra abierta entre etnias. Por otra parte, el acad¨¦mico Sajarov y cuatro diputados m¨¢s ni siquiera esperaron la terminaci¨®n de la cumbre de Malta para convocar a una huelga general de dos horas destinada a lograr la supresi¨®n del art¨ªculo 6 de la Constituci¨®n sobre el papel dirigente del PCUS en la sociedad. Es raro que personalidades que no se declaran opositoras adopten tal iniciativa en momentos en que el jefe de su Estado se encuentra consagrado a una negociaci¨®n primordial en la arena internacional. La convocatoria de Sajarov parece testimoniar m¨¢s que nada la exasperaci¨®n reinante en los c¨ªrculos intelectuales de Mosc¨² y no puede dejar de inquictar a Gorbachov.
Y hay m¨¢s. Los acontecimientos en Alemania del Este y en Checoslovaquia han probado, por cierto, que la perestroika es irreversible, pero sus repercusiones en la URSS no siempre son conforme a lo que Gorbachov hubiera deseado. El descubrimiento de que incluso en la RDA, que pasaba por ser la rep¨²blica del Este m¨¢s organizada y eficaz, en realidad reinaba la corrupci¨®n encubierta por la hipocres¨ªa, seguramente no redora el blas¨®n del socialismo a ojos de los sovi¨¦ticos. Ya, en ocasi¨®n de un mitin en Leningrado, una numerosa muchedumbre reclamaba la dimisi¨®n colectiva del Politbur¨® del PCUS, comparable a la que tuvo lugar en Berl¨ªn Este. Por cierto, ni los oradores de ese mit¨ªn ni Andrei Sajarov dicen qu¨¦ otro Politbur¨® quer¨ªan en cambio y no proponen, sobre todo, otro secretario general en lugar de Gorbachov. En tales condiciones se comprende que el hombre de la perestroika no se sienta amenazado por esta explosi¨®n de pluralismo, incluso si complica singularrriente su batalla por obtener la adhesi¨®n de los sovi¨¦ticos a su proyecto de socialismo con rostro humano. De hecho, escuch¨¢ndolo en su discurso programa en el Capitolio, en Roma, se ten¨ªa la impresi¨®n de que se siente seguro de s¨ª por estar convencido de que el tiempo, pese a las apariencias, juega a su favor. Y si en los pr¨®ximos tres a?os, marca tantos puntos en el plano interior como los ya marcados desde 1987 en la arena Internacional, habr¨¢ ganado su apesta. Pero estos dos-tres a?os, no lo dudemos, ser¨¢n dif¨ªciles para el hombre providencial del Kremlin.
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